En un colegio de Estados Unidos, la joven realizó una de las masacres más terribles del país. Lo que llama la atención es por qué lo hizo y como se entregó a la policía. Más de 40 años después, repasamos lo que sucedió y cómo está ahora.

La escuela Grover Cleveland de San Diego terminó su enero de 1979 con una de las masacres más recordadas de Estados Unidos, esto porque la protagonizaba una adolescente de 16 años, Brenda Spencer.

En el tiroteo que ocurrió la mañana del 29 de enero de ese año, la joven se armó y se movió desde su casa en la zona de Lake Atlin Avenue hasta el colegio, donde dio muerte a 11 personas.

Se trata de un hecho que nunca se olvida en Estados Unidos, no sólo por la tragedia en sí, sino que también por la razón que Spencer dio para cometer el crimen, la forma en que se entregó y todas las versiones que dio para lograr salir libre.

Este es uno de los primeros tiroteos en colegios de los que se tiene registro en Norteamérica, algo que lamentablemente se transformó en una “costumbre” tan arraigada que se establecieron protocolos para este tipo de situaciones, lo que aplica para todo el sistema escolar.

El día que Brenda Spencer mató a 11 personas/h2>

La mañana del 29 de enero de 1979, Brenda tomó el rifle y la mira telescópica que había recibido de regalo de su padre poco más de un mes antes, en Navidad.

Poco antes de las 8.30 de la mañana, la joven de entonces 16 años comenzó a disparar desde su casa, frente a la escuela, contra los niños que esperaban para ingresar a la escuela primaria, pero también a los adultos que intentaron proteger a los menores.

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En el lugar estaba el director, Burton Wragg, y Mike Suchar, el portero, quienes recibieron disparos, pero igual intentaron continuar protegiendo a los niños con su cuerpo, mientras que otros corrían por su vida en medio de charcos de sangre, consignó Infobae.

Esa mañana un total de 8 niños y 3 adultos recibieron el disparo mortal de la joven, pero varios otros fueron heridos en el momento.

Durante 20 minutos se desató la masacre que marcó a la comunidad de San Diego y que también dio luces de que un evento con tantos muertos podía volver a ocurrir, considerando que era el primero en el que moría tanta gente.

La policía, que llegó a los pocos minutos, tuvo problemas para detener a Brenda, quien se caracterizaba por su excelente puntería. De hecho, mató de inmediato a Robert Robb, uno de los primeros efectivos que arribó al lugar y que intentó poner a salvo a los niños.

Finalmente, otro policía, Ted Kasinak, detuvo a un camión de basura para usarlo como escudo e impedirle que pudiera seguir disparando al colegio, mientras las ambulancias llegaban al lugar para atender a los heridos y un equipo SWAT comenzó la tarea de detener a Spencer, lo que no resultó fácil.

Se entregó por una hamburguesa

Brenda vivía sola con su padre en la casa que estaba frente al colegio, el cual ya había recibido sus ataques.

Unos meses antes del fatídico evento, la pelirroja había disparado con un rifle de aire comprimido contra los vidrios del establecimiento.

La muchacha tomó experiencia que le sirvió esa mañana para llevar a cabo su plan, el que terminó cuando el equipo SWAT llegó al lugar. Aunque tenían “luz verde” para dispararle, tuvieron que negociar.

Paul Olson fue el negociador principal que habló con Spencer durante horas para tratar que se entregara.

En conversación con The San Diego Union Tribune contó que durante esas horas, Spencer le contó que le había disparado a un conejo en la nuca a una distancia de 25 metros y que consideraba que sus víctimas eran un “rebaño de vacas” que al reunirse con los heridos se transformaron en objetos fáciles para ella.

En medio de esa conversación y cada tanto, Brenda volvía a apostarse en su ventana y disparar, hasta que el negociador cambió el tema y le comenzó a preguntar por música y comida, momento en que confesó su amor por las hamburguesas.

Eso se transformó en la moneda de cambio para que Brenda Spencer se entregara. Una vez que su Whooper de Burguer King llegó dejó a un lado el rifle y salió con las manos en alto por la bolsa de comida.

Adentro de la casa descubrieron que Brenda había tomado mucho whisky mezclándolo con Tegretol, su medicación para la epilepsia. Además tenía muchas cajas de municiones apiladas.

No me gustan los lunes

“Los ataqué porque no me gustan los lunes. Solo lo hice para animarme el día” es la respuesta que entregó cuando le preguntaron por qué realizó la masacre.

“No tenía ninguna razón más que mi odio a los lunes, solo fue por divertirme. Vi a los niños como patos que andaban por una charca y un rebaño de vacas rodeándolos, así que eran blancos fáciles para mí”, añadió.

Su respuesta sonaba irrisoria, pero también era la declaración de una niña que se acomplejaba por su apariencia delgada, pelirroja y con pecas. Vivir solamente con su padre alcohólico tras el divorcio y abandono de su madre también le afectó.

Previamente, vecinos de la zona había advertido de la peligrosidad de Brenda tras el incidente de las ventanas del colegio y algunos animales muertos por su afición al tiroteo.

Era una práctica que su padre incentivaba, porque pese a que esta le había pedido una radio para Navidad, recibió el rifle y 500 municiones que ese día ocupó por completo, señaló ABC.

Una periodista comentó que habló con su padre, Wallace Spencer, y este confesó que le había regalado el rifle con la esperanza de que se suicidara, algo que él luego negó y solo comentó a la policía lo hizo porque la adolescente tenía buena puntería.

La condena de Brenda Spencer

Tras el juicio, Brenda es condenada a cadena perpetua, con la condición de que una vez que cumpliera 25 años podría solicitar la libertad condicional.

Un proceso que intentó, en reiteradas ocasiones, cambiando su versión de los hechos, hablando de haber perdido la conciencia por los medicamentos, estar cansada de los ruidos que provenían del colegio, hacer algo que le diera fama y también, señalar que su padre abusó sexualmente de ella.

Sin embargo, en cada oportunidad hasta 2021 se le negó a Brenda Spencer obtener la libertad.