La muerte de Diana de Gales ha sido uno de los momentos más complejos en la historia de la Corona Británica. El hito obligó a la Reina Isabel II a dar un giro radical a sus decisiones.

El fallecimiento de Diana Frances Spencer, la carismática princesa Lady Di, marcó el 31 de agosto de 1998 como el inicio de uno de los momentos más complejos en la historia Familia Real Británica, precedida ya desde entonces por la Reina Isabel II.

Tras el bullado divorcio entre la “Princesa de Corazones” y el príncipe Carlos, las relaciones con la Corona Británica se mantenían tensas, aunque todo hacía presagiar que los peores días de la tormenta habían pasado.

Fue en ese contexto que la Reina Isabel II se enteró del trágico deceso de Lady Di durante sus vacaciones en Escocia, donde decidió no interrumpir su descanso a pesar de la conmoción mundial por la noticia.

El gesto de la monarca no pasó desapercibido entre sus súbditos ni entre sus detractores: su actitud aparentemente indiferente causó molestia, críticas y cuestionamientos a su gestión en Reino Unido.

Tal como recuerda el portal de la revista Quién, los restos de Diana estuvieron días en la capilla de St. James mientras la Reina se oponía a que las banderas y el estandarte real flamearan a media asta, y a que la princesa recibiera los honores de un funeral real.

“Sus acciones han dañado a la monarquía”, habría sido la frase del entonces primer ministro Tony Blair en una conversación telefónica en la que lamentaba su actitud frente al fallecimiento.

De acuerdo a crónicas de la época, la conversación y la coyuntura tuvieron efectos en la monarca, quien dio un giro radical. Días después, apareció en televisión para transmitir un mensaje en vivo al pueblo británico; todo un hito a esas alturas.

“Permitió que su luto se viera en la asta de Buckingham Palace, con la Union Jack ondeando durante todo el día, a pesar de que ella no estaba en la residencia”, detalla la revista Quién que por décadas ha cubierto los pasos de la corona. Con esto, el funeral siguió la línea del Tay Bridge.

La muerte de Diana tuvo un fuerte impacto en la popularidad de la familia real: 7 de cada 10 británicos le exigían a Isabel II su abdicación inmediata tras el funeral. Fue ahí cuando ocurrió lo impensado: al momento en que la carroza pasó por al palacio de Buckingham, la reina hizo una reverencia frente al féretro.

“Fue ese balanceo de cabeza lo que salvó a la Casa Real de Windsor de la ruina”, definió Quién. El momento quedó en la historia de la Familia Real y marcó un punto de inflexión en la relación entre Isabel II y los británicos.