“Salvé mi vida”, con esa sencilla frase una mujer inglesa de 73 años comentó lo que fue su experiencia de haber dejado a su esposo luego de 55 años de un matrimonio abusivo. A fines de 2019, Sarah decidió abandonar a Barry e irse a vivir a una ciudad lejana.

Según detalla la BBC, este caso pone en evidencia una situación que muchas veces no se ve: los abusos que por décadas sufren las mujeres de la denominada tercera edad, los cuales se han incrementado durante la pandemia.

En su relato la mujer, que utilizó un nombre ficticio, contó que durante cinco décadas vivió un matrimonio con un hombre controlador, quien no la dejaba salir, ocupar su dinero, pintarse las uñas, hablar con teléfono o acostarse hasta que él llegara desde el bar que frecuentaba.

La obsesión de Barry, también nombre ficticio, llegó a tal punto que una tarde trazó una línea alrededor de los objetos que había en la casa, con el objetivo de notar si ella los había movido durante el día.

Imagen referencial | Wikimedia Commons

La situación llegó a un límite a fines de 2019, cuando el hombre salió de la casa luego de una discusión, la cual había comenzado porque ella había movido un florero de la mesa. Tras eso, Sarah decidió irse para siempre.

De acuerdo al citado medio, esa noche ella y su hijo menor decidieron armar dos maletas y emprender un viaje hasta la casa de su hija, que vive en West Midlands.

“La policía no pudo venir de inmediato y estábamos tan asustados que, al final, nos fuimos a la estación y tomamos un autobús y luego un tren hacia donde vive mi hija”, sostuvo.

En un punto del viaje, ambos decidieron llamar a la hija del matrimonio desde un teléfono público, para avisarle que habían dejado el hogar familiar y se dirigían hacia su casa. La mujer los apoyó. “(Mi mamá) apenas podía hablar. Estaba temblando. Fue terrible”, indicó.

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Los dos pasaron algunas noches en hoteles pequeños, hasta que llegaron hasta West Midlands; allí la fue a recibir su hija. “Mi madre estaba irreconocible cuando fui a buscarla”, admitió.

Por su parte, Barry demoró una semana en conocer el paradero de su esposa, a quien intentó convencer de que volviera hasta su casa, pero ella se negó sistemáticamente.

El hombre incluso declaró ante la policía que Sarah tenía una enfermedad mental, por lo que él debía hacerse cargo de su cuidado. No obstante, la mujer fue evaluada por especialistas, que no encontraron indicios de aquello.

“Si me quedan otros cinco años, estoy deseando hacer lo que quiero y ser feliz”, expuso Sarah.

“Nunca pensé que podría irme y que tenía adónde ir, pero se puede, así que le digo a cualquier persona en la misma situación, ‘puedes salir y no hacer lo que hice y quedarte tanto tiempo”, concluyó.