Cada vez son más las historias que salen a la luz sobre las despiadadas prácticas posguerra que se llevaban a cabo en toda Europa. La Alemania nazi no solamente hizo daño por sí misma, sino que también dejó secuelas importantes en los países que invadió.

Francia fue una de las víctimas de Hitler y su ejército, un país en el cual el Führer permitió a sus hombres estar con las trabajadoras sexuales.

Si bien la teoría de Adolf Hitler respecto a las meretrices, según el diario español ABC, era que “son sujetos asociales (similares a los criminales) que llevaban decadencia a la raza aria”, parece que esta fue la única ideología que no compartían sus hombres, convirtiendo a Francia en uno de sus prostíbulos preferidos.

En junio de 1940, en París se vivía una época de desesperación y frustración, el ejército galo fue superado por la Alemania nazi y la moral del pueblo estaba por los suelos. No obstante, un grupo de hombres y mujeres pensaban muy distinto, ese grupo fue la Resistencia Francesa, la que mantenía viva la esperanza.

El país se vio obligado a adaptarse a un nuevo estilo de vida, algunos mantenían sus empleos, algunos de ellos con nuevos clientes, como las prostitutas de la época, que no tuvieron otra opción que ofrecer sus servicios al enemigo.

Imagen histórica
Imagen histórica

En Berlín estas bajezas estaban prohibidas. Había una ley desde 1927, que según el historiador Patrick Buisson, prohibía los burdeles obligando a las meretrices a pasar por fuertes controles médicos. Los nazis eran tan meticulosos que consideraban que la contaminación por sífilis se debía castigar con castración, por lo que los soldados alemanes preferían acudir a países como Francia.

Un negocio lucrativo

Al comienzo, por incertidumbre, los burdeles estaban casi vacíos, luego el negocio creció lleno de mujeres que querían mejorar su calidad de vida y sobrevivir. “La oferta de prostitución estaba lejos de responder, en los primeros días, a las necesidades del ejército alemán. De las cuatro mil ochocientas muchachas que había en las calles parisinas antes del 10 de mayo, menos de la mitad se mantuvieron en su puesto de trabajo. Lo mismo pasó con los burdeles y las casas de reunión, que se estimaron antes de la guerra en algo menos de dos mil”, relató Buisson.

Más de 10.000 mujeres se convirtieron en prostitutas en tiempos de guerra, todas estas ‘atendían’ a clientes que humillaban a su pueblo, lo cual fue visto como una gran traición, tendría sus consecuencias y lo pagarían caro.

La venganza

Fue la era dorada de la prostitución en Francia y se mantendría así por cuatro años, pero cuando la guerra había culminado, los galos recobraron su autonomía y las tropas alemanas se tuvieron que marchar, a partir de entonces las meretrices sufrieron todo tipo de barbaridades.

El popular historiador Antony Beevor en su investigación llamada Un feo carnaval, señala que tras ser capturadas, las mujeres eran rapadas al cero y golpeadas en plena calle por el pueblo.

Las Femmes tondues (mujeres afeitadas) como se les conocía fueron ‘marcadas’ con este símbolo de vergüenza que las identificaba y les quitaba una de sus características más seductoras, el cabello. Por si fuera poco también metían a las chicas en camiones descubiertos paseándolas por toda la ciudad con la esvástica nazi y embadurnadas con alquitrán.

Unas 20.000 mujeres fueron afeitadas, algunas de ellas resultaron asesinadas a golpes. El mismo Jock Coleville (secretario personal de Winston Churchill) afirmó ser testigo una imagen difícil de olvidar: “Observé el paso de un camión abierto, al que acompañaban los abucheos del pueblo francés, con una docena de mujeres miserables en la parte de atrás. Tenían todo el vello de la cabeza rapado. Estaban llorando y agachaban la cabeza con vergüenza”.

Castigos fuertes estilo Edad Media que no tenían distinción, donde no se preguntaba antes si alguna de estas mujeres no podía mantener a sus hijos de otra forma o si existía alguna razón mayor, la traición de la época se pago con la misma moneda que pagaban los alemanes, sin piedad.