Desde quitarse la piel que bordea nuestras uñas y/o dedos, hasta infecciones por graves autolesiones que pueden llevar a una amputación. La dermatilomanía es un trastorno ansioso y compulsivo que puede dificultar considerablemente la vida de quien la padece si es que no encuentra el diagnóstico (y tratamiento) a tiempo.

La dermatilomanía, pellizcado cutáneo patológico o trastorno por excoriación (irritación cutánea) es una afección que se encasilla dentro de los trastornos ansiosos, más específicamente los de tipo obsesivo-compulsivo.

Esta patología, cuyo diagnóstico es más o menos actual, deteriora considerablemente la calidad de vida de quienes lo padecen. ¿En qué consiste, derechamente?

El manual MSD (manual Merck de diagnóstico y terapia) define la dermatilomanía como un pellizcado lo suficientemente intenso como para dañar la piel/autolesionarse. Las personas que viven con ello tratan de reducir o detener el pellizcado, pero no pueden.

Dermatilomanía: un trastorno doloroso

El no poder detener la conducta genera que los individuos se sientan “significativamente afligidos por su comportamiento, o funcionan peor debido al mismo”, agrega el texto médico, así como también muchos de los pacientes que han transparentado su experiencia lidiando con el trastorno.

“La primera cosa que hago al despertar es preguntarme: ¿hay sangre en mi funda de almohada?, ¿hay sangre en mis manos?”, declara Lauren McKeaney a VICE, una de las tantas personas alrededor del mundo que batalla contra la dermatilomanía.

Lauren, quien vive hoy en Chicago, es la creadora de la “Fundación Picking Me“, instaurada en 2016. La joven ha lidiado con esta compleja y poco conocida patología desde hace 30 años; prácticamente casi toda su vida, por lo que su historia se ha masificado tanto en Internet como en algunos medios… Pero no lo suficiente.

¿Qué la desencadena?

Andrea Cid, psicóloga clínica de IntegraMédica, explica que diversos factores psicológicos-emocionales pueden llevar a desarrollar esta afección, tales como tristeza, aburrimiento y, principalmente, altos niveles de estrés y ansiedad.

Comúnmente, y debido a la poca difusión que existe en torno a esta patología -además de lo actual de su diagnóstico-, la dermatilomanía es confundida con el trastorno dismórfico corporal, el cual se caracteriza por la preocupación excesiva de algún aspecto físico que la persona considera como un defecto (que puede ser mínimo o imaginario), explica Cid.

El trastorno dismórfico “presenta acciones excesivas para corregirlo o minimizarlo. En cambio, la dermatilomanía no necesariamente se centra en un defecto físico, sino que a veces en ansiedad y tensión que no se puede canalizar de manera correcta“, detalla la profesional.

Lauren McKeaney revela que en su camino por descubrir qué le pasaba, recibió varios diagnósticos errados, así como también respuestas nulas. “Me dijeron que era autolesiva, agorafóbica, depresiva, ansiosa, que tenía acné. Me sentía tan derrotada y tan rota”, confesó McKeaney a VICE.

No es sólo “rascarse”

En conversación con Dermatology Times, Lauren subraya algo muy importante: todos pueden haberse rascado/pellizcado en algún momento, pero aquellos que sufren de dermatilomanía tienden a rascarse/pellizcarse excesivamente, convirtiéndolo en una forma de autorregulación para mantener las cosas en un estado “justo” y/o “controlado”.

Siguiendo la misma línea, la joven manifestó al sitio médico que, para abordar este problema, los profesionales de la dermatología deberían prestar mayor atención a la condición para ayudar en su difusión y generar conciencia al respecto.

En conversación con BioBioChile, el dermatólogo Héctor Fuenzalida brindó detalles sobre la dermatilomanía, aseverando que las lesiones en la piel generadas por este trastorno tienen un riesgo inherente a toda condición en la cual la piel está alterada.

“En lo que hay que tener mayor cuidado es en las infecciones bacterianas. Si el paciente tiene alguna patología de base, pueden llegar a ser mucho más profundas y severas, llegando a producir necrosis o amputación del área afectada en algunos casos“.

Aquello, lamentablemente, le sucedió a Lauren. En el sitio web oficial de su fundación, la joven relata cómo es que en 2014 fue hospitalizada por rascarse/pellizcarse un área hasta formar un absceso -por sexta vez-.

En dicha ocasión, McKeaney contrajo la bacteria mortal SARM (MRSA en inglés). “Casi pierdo mi pierna derecha. Después de tener 8 pulgadas de mi muslo interno removidas, una aspiradora situada dentro que llevaba como un bolso 24/7, y ser puesta en un andador y en meses de terapia física, ya no podía sufrir en silencio”, reflexionó.

Cuando Lauren salió del hospital, una persona le preguntó qué le había pasado en la pierna, pues iba dejando el recinto en silla de ruedas. “Oh, tengo dermatilomanía”, le respondió. “Se sintió increíble estar armada con algo así y poder ofrecer algo que decir; que lo tenía, y no me tenía a mí” reveló a Dermatology Times.

Cómo se trata la dermatilomanía

Al tratarse de una “condición cuyo origen está en una alteración psicológica o psiquiátrica, tiene que haber un tratamiento multisistémico y no solo desde lo cutáneo”, subraya Fuenzalida.

“En lo que respecta a la piel, se trata con elementos cicatrizantes, antibióticos, dependiendo de la condición, pero en forma paralela, se debe tratar con psicólogo o fármacos, siempre y cuando el psiquiatra lo recomiende“, complementa.

No hay medicamentos actuales para la dermatilomanía propiamente tal, lamentablemente, según cuenta McKeaney. La joven toma espironolactona para el acné, y ansiolíticos para mantener a raya sus impulsos sensoriales/compulsión por pellizcar.

Para ello también utiliza objetos sensoriales que calmen su compulsión, tales como artículos y/o juguetes con diferentes texturas: botones, contorno irregular, materiales rugosos, etcétera, los que ofrece, de hecho, en su fundación.

Sin embargo, cuando la compulsión gana y el paciente termina realizando una lesión profunda, la piel no se va a regenerar de la misma manera, sino que va a cicatrizar, explica el dermatólogo.

“Eso, dependiendo del tipo de cicatrización que tenga el paciente, puede generar cicatrices atróficas, es decir, con deformidades importantes de los lugares donde se produzcan. Esas alteraciones de la cicatrización tienen más tendencia en el pectoral, hombros, en la región dorsal, y son de por vida“, agrega.

“Si estas heridas (profundas) están en sectores de circulación terminal, por ejemplo, la punta de los dedos de las manos o pies, punta de la nariz, lóbulo de la oreja, que es donde la circulación llega, tiene más riesgo de producir necrosis“, subraya Héctor.

Acompañado al tratamiento farmacológico indicado por un profesional, la dermatilomanía debe tratarse también con terapia cognitivo-conductual; específicamente terapia de inversión de hábitos, recalca el MSD.

En la terapia de reversión de hábitos, se enseña a las personas afectadas a hacer lo siguiente, según detalla el manual médico:

1. Ser más conscientes de que se pellizcan la piel.
2. Identificar situaciones que desencadenan el comportamiento.
3. Utilizar estrategias que ayuden a dejar de pellizcarse la piel, como la sustitución de la actividad por otra diferente al pellizcado cutáneo (apretar los puños, sentarse sobre las manos, etc).

¿Cómo saber si padezco este trastorno? El mismo texto indica que la dermatilomanía se diagnostica en base a una serie de síntomas específicos presentes en el paciente:

1. La persona se pellizca tanto que acaba dañando la piel.
2. La persona intenta una y otra vez pellizcarse menos o dejar de pellizcarse totalmente.
3. Sentirse significativamente angustiado o ser menos capaz de funcionar debido al comportamiento de pellizcado de la piel.

Si crees que puedes estar teniendo este trastorno o alguno similar y/o asociado, acude a un profesional que pueda guiarte en su identificación y tratamiento. El primer paso siempre será buscar ayuda profesional de parte de la comunidad médica.