Hoy 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, cuyo objetivo es crear consciencia sobre las situaciones que puede llevar a una persona a cometerlo.

De acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) anualmente se registran cerca de 700 mil suicidios, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos. Dichas cifras, tuvieron un aumento considerable desde que se declaró la pandemia por el coronavirus en 2020.

“El suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años en las Américas. Las personas de 45 a 59 años tienen la tasa de suicidio más alta de la Región, seguidas por las de 70 años o más”, sostiene la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), explica que algunos de los factores de riesgo ante el suicidio son enfermedades graves, problemas financieros, aislamiento social, problemas legales o laborales, padecimientos de salud mental en general como la depresión y tendencias impulsivas o agresivas.

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De acuerdo a la psicóloga Daniela Troncoso, escribe en un artículo publicado por BioBioChile que “las causas del suicidio son multifactoriales, incluyendo variables biológicas, médicas, psicológicas, contextuales y culturales, que pueden influir o no en un acto suicida”.

“No es correcto referirnos al suicidio como la consecuencia directa de un hecho, pues son muchas las variables las que inciden”, sostiene la profesional.

Señales a las que se debe estar alerta

De acuerdo con la OMS, el suicidio no es una enfermedad, ni tampoco una manifestación de una enfermedad, “pero si puede estar fuertemente asociada a la presencia de trastornos del ánimo como la depresión, o trastornos psiquiátricos complejos, tales como la esquizofrenia o el trastorno límite de la personalidad”, agrega Troncoso.

Asimismo, enfatiza en que se debe tener claridad entre la idea suicida y acto suicida. “La ideación suicida responde a la fantasía del morir, la idea de autodestrucción o aquellos pensamientos continuos y permanentes por morir, mientras que el acto suicida puede dividirse entre la tentativa de suicidio, en donde la persona llevó a cabo acciones en búsqueda de su muerte, más concluyendo en accidentes no fatales como el daño físico, daño cerebral o parálisis. Finalmente, está el suicidio consumado“, expone.

Por esta razón, la especialista enfatiza en la importancia de prestar atención, observar, evaluar y reconocer los factores que pueden significar un riesgo para la persona.

En el caso de la niñez, la presencia de intensas o continuas fantasías asociadas a la muerte, la existencia de un algún trastorno del ánimo (depresión, ansiedad generalizada, etc.), dificultades académicas y sociales en el colegio, inhabilidad social, sentimientos de aislación, excesiva carga académica y expectativas exigentes y poco realistas por el rendimiento, son algunas de los factores.

A esto, puede sumarse bullying, irritabilidad, agresividad y un estado de permanente enojo, aislamiento, negatividad y aparente falta de energía, violencia intrafamiliar, abuso sexual y violación.

En adolescentes, presencia de trastornos del ánimo como la depresión, abuso de alcohol y drogas, problemas y crisis familiares (separación, divorcio, cambio de cuidadores, violencia intrafamiliar, escaso apoyo familiar, baja comunicación) y abuso sexual y violación.

Además, otros factores como problemas conductuales como violencia, agresividad e impulsividad, dificultades académicas y sociales en el colegio. Inhabilidad social, sentimientos de aislación, excesiva carga académica y expectativas exigentes y poco realistas por el rendimiento, bullying, trastornos alimenticios, violencia en el pololeo e intento suicida previo, pueden influir en este tendencia suicida, explica la psicóloga Daniela Troncoso.

Y en adultos, el pensamiento puede presentarse en hombres sobre los 75 años. Mujeres de 55 a 65 años, si existen trastornos del ánimo y/o trastornos psiquiátricos (depresión, esquizofrenia, abuso de alcohol y drogas, trastornos de personalidad), falta de red de apoyo familiar, cesantía prolongada o repentina, disfunciones familiares (divorcio, viudez) o violencia intrafamiliar o en el pololeo.

“Si observas que un amigo, familiar, colega o conocido pudiera estar experimentando síntomas asociados a la ideación suicida: háblale, acompáñalo, invítalo a buscar ayuda profesional y aliéntalo a seguir adelante. No es necesario tener grandes títulos universitarios para hacer grandes diferencias en la salud mental de las personas”, cierra la profesional