Se la define como una fobia o sensibilidad “aguzada” que se dispara ante la escucha de determinados sonidos. Y aunque no es un síntoma nuevo para los expertos en el tratamiento de trastornos de ansiedad, su registro era algo poco común. Hasta que llegó la todopoderosa pandemia: ahora, según el registro de los especialistas, la cantidad de casos y consultas por esta razón se multiplicó.

“En un contexto en el que las consultas generales por los trastornos de ansiedad aumentaron en cerca de un 30%, hasta el año pasado podríamos calcular que el 2% de las personas que llegaban al terapeuta registraban este síntoma particular. Pero ahora, en los últimos meses de la cuarentena comenzó a subir esa cifra. Y hoy alrededor del 15% de esta población particular dice tener un síntoma de misofonía”, le indicó a PERFIL la psicóloga Gabriela Martínez Castro, directora del centro especializado Ceeta.

Y la experta agregó: “Suponemos que por el aislamiento y la convivencia, registramos un aumento de estos casos de misofonía, o misofobia, que consiste –básicamente– en un trastorno que provoca la generación de reacciones anormalmente fuertes y negativas tras escuchar sonidos habituales de la vida cotidiana, emitidos por parte de alguna persona del círculo conviviente”.

Hipersensibilidad

De acuerdo a la definición que sostiene la American Academy of Audiology, los misofóbicos pueden tener hipersensibilidad a sonidos más que comunes de sonar en el ámbito familiar.

“El ruido que se hace al tomar una sopa, un chasquido de lengua, el rechinar de los dientes, la masticación de un chicle o el crujido al comer una galletita. Generalmente tiene que ver con ruidos hechos con la boca, pero también puede haber casos ante una llave de agua goteando rítmicamente”, explica.

Y Martínez Castro le suma otros disparadores que surgen en algunas consultas “como las típicas notificaciones sonoras que emiten las computadora o smartphones ante la llegada de un mail o mensajes de whatsapp”.

Esas situaciones pueden provocar alguna reacción que va desde gritos hasta azotar la mesa o golpear la pared con el puño violentamente. Y todo eso genera situaciones o episodios de rabia, enojo, pánico, miedo o angustia emocional.

Adultos jóvenes

¿Quiénes son los más proclives a padecerla? “Básicamente adultos jóvenes, de 20 años en adelante. Y, aunque en mucha menor medida, gente de la tercera edad o chicos. Pero en esos grupos suele ser excepcional”.

Esta fobia, como otras, según el grado que adquiera puede terminar siendo incapacitante para quien la sufre y generar problemas de convivencia e intolerancia con el círculo conviviente.

Ante estos casos las opciones son varias y van desde el uso de protectores auditivos contra estos ruidos, a crear zonas “insonoras” en el espacio donde vive la persona en cuestión. También es posible buscar propuestas terapéuticas del tipo cognitivo- conductuales. Estas intervenciones incluyen técnicas de relajación y mindfulness y de “afrontamiento”, que buscan desensitivizar a las personas sensibles para que estos estímulos no desaten crisis.