En Chile las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte de la población, alcanzando el 30% de los casos. A esto se suma el hecho de que el 60% de los chilenos, en el algún momento de su vida ha presentado algún factor de riesgo, como sobrepeso, hipertensión, colesterol y/o glicemia, todo esto según datos de la Fundación de Cardiología de Chile.

Julio Sotelo, investigador de Ingeniería Civil Biomédica de la U. de Valparaíso, creó un mapa tridimensional para detectar la Válvula Aórtica Bicúspide, que en palabras simples sería un medidor de turbulencias del corazón.

Este medidor permite detectar de forma temprana afecciones cardíacas, particularmente pacientes con Válvula Aórtica Bicúspide (VAB).

Normalmente, la válvula aórtica del corazón se divide en tres valvas, o aletas que se abren para dejar pasar el flujo de sangre. Por alguna razón, dos de ellas pueden fusionarse y provocan que salga una mayor cantidad de sangre desde el ventrículo izquierdo. Algo así como cuando se aprieta una manguera y se mantiene el flujo de agua, ésta sale con mayor fuerza.

“Esa sangre choca contra la pared arterial y comienza a generar un efecto llamado ‘remodelamiento vascular’, que comienza a interactuar con las células endoteliales que están en el interior del vaso, dilatando la aorta ascendente” explica Sotelo.

La arteria se dilata a tal punto que corre el peligro de romperse.

Hasta ahora, la forma de detectar una válvula aórtica bicúspide es precisamente al presenciar una dilatación del vaso sanguíneo. Sin embargo, Sotelo explica que hasta ahora no han sido muy claros los parámetros para interpretar esto. “En 10 años se han cambiado dos veces los criterios para saber cuándo la dilatación de la aorta es propia de esta afección”, agrega. Generalmente, a los pacientes se le realizan exámenes anatómicos, como tomografías computarizadas, y sólo se puede apreciar el aspecto y tamaño del diámetro de la aorta.

El método que propone el investigador del Núcleo Milenio Cardio MR se centra en realizar mediciones tridimensionales del flujo sanguíneo, a través de resonancia magnética en la aorta ascendente.

Esto, ya que el científico detectó que cuando se presenta una válvula aórtica bicúspide, la sangre suele fluir con cierta turbulencia que permite detectar la afección cardíaca con mayor precisión, aparte de la dilatación del vaso sanguíneo.

El instrumento, capaz de indicar la dirección y magnitud con que circula la sangre, fue presentado en la última versión del Congreso Chileno de Cardiología y Cirugía Vascular.

“Los pacientes con VAB tienen la característica de que el flujo en la aorta ascendente tiene un movimiento helicoidal, que se propaga hasta el arco aórtico, lo cual no se observa en los voluntarios sanos o en alguna otra patología”, aseguró el experto.

El método fue diseñado por Sotelo luego de cuantificar una serie de parámetros a partir de imágenes de resonancia magnética anatómicas y de velocidad del flujo sanguíneo.

“No basta el uso y análisis de la anatomía, sino que necesitamos concentrarnos en lo que está sucediendo de forma dinámica dentro de todo el sistema cardiovascular. Esta investigación busca entregar un mapa completo al médico especialista, para que pueda ver qué es lo que está sucediendo dentro del sistema cardiovascular del paciente”, explica.

El investigador de la U. de Valparaíso comenta que “el proceso de detección de la rotación del fluido es algo que se había visto anteriormente, pero no se había cuantificado, sólo se había analizado desde un punto de vista cualitativo. Esto quiere decir que los cardiólogos o radiólogos miraban las imágenes y seleccionaban la región de interés para ver en qué dirección estaba rotando el fluido y por cuanto tiempo”.

Sotelo, quien trabaja en conjunto con médicos e investigadores de la Universidad de Leeds en Inglaterra, cuenta que “existe una relación directa entre la dilatación de la aorta ascendente y la circulación. A futuro pensamos realizar estudios longitudinales que nos permitan poder estandarizar la magnitud de este parámetro con respecto a la progresión de la enfermedad y de esa forma poder eventualmente predecir cuándo es adecuado operar a un paciente, no solo basándonos en la anatomía, sino en cómo se está comportando el fluido dentro del vaso sanguíneo”.

“Estamos tratando de automatizar todos nuestros métodos de cuantificación, segmentación automática, detección de fases cardíacas y adquisición para que posteriormente el médico especialista sólo deba apretar un botón y mirar los mapas 3D verificando si está en un rango normal o anormal. Pero para eso son necesarios estudios de estandarización en una población grande”, indica.

“Lo ideal es que esto se pueda utilizar como herramientas de apoyo de los médicos tratantes. Así, ellos puedan evaluar el diagnóstico tanto con imágenes anatómicas, como a través del modelo tridimensional de la turbulencia en ese tramo del vaso”, finaliza el investigador de la U. de Valparaíso, Julio Sotelo.