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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

La sociedad chilena vive una transformación profunda impulsada por la integración acelerada de tecnologías en sistemas productivos, organizacionales y sociales, marcando una sexta revolución industrial donde el ser humano debe seguir siendo el centro. Sin embargo, la limitada accesibilidad al conocimiento tecnológico se convierte en un problema, ya que gran parte está concentrada en programas de postgrado de alto costo. La Universidad de Santiago de Chile se destaca al democratizar el acceso al conocimiento tecnológico desde el pregrado, incorporando competencias como programación, análisis de datos e inteligencia artificial en diversas carreras.

El conocimiento tecnológico se ha transformado en un conocimiento más bien elitizado, accesible solo para quienes se encuentran insertos laboralmente y poseen el poder adquisitivo necesario para financiar estos programas.

Actualmente, la sociedad chilena se encuentra inmersa en un proceso de transformación profunda, impulsado por la integración acelerada de nuevas tecnologías en los sistemas productivos, organizacionales y sociales.

Este fenómeno no es aislado ni espontáneo, sino que responde a una dinámica histórica conocida como revoluciones industriales, las cuales, a diferencia de lo ocurrido en siglos anteriores, ocurren en intervalos cada vez más breves. La velocidad del cambio ya no es una excepción, sino la nueva regla.

Durante la denominada quinta revolución industrial, la masificación de ‘Internet de las Cosas’ transformó la forma en que interactuamos con los objetos: electrodomésticos, automóviles, dispositivos móviles y sistemas productivos comenzaron a conectarse entre sí, generando flujos constantes de información.

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Sin embargo, hoy nos encontramos en una nueva etapa, denominada sexta revolución industrial, cuyo eje central no es únicamente la tecnología en sí misma, sino la relación entre estas tecnologías y las personas.

Esta sexta revolución plantea un desafío fundamental: asegurar que el ser humano continúe siendo el centro del sistema productivo y social. La tecnología, en este contexto, debe entenderse como una herramienta que amplifica las capacidades humanas, y no como un sustituto que las relega o descarta.

No se trata de competir contra la automatización, la inteligencia artificial o el análisis avanzado de datos, sino de aprender a convivir con ellas, gestionarlas y orientarlas estratégicamente.

No obstante, uno de los principales problemas que enfrenta actualmente nuestro país es la limitada accesibilidad al conocimiento asociado a estas nuevas tecnologías. En la práctica, gran parte de esta formación se encuentra concentrada en programas de postgrado, diplomados y magísteres de alto costo, lo que genera una barrera económica significativa.

El conocimiento tecnológico se ha transformado en un conocimiento más bien elitizado, accesible solo para quienes se encuentran insertos laboralmente y poseen el poder adquisitivo necesario para financiar estos programas.

Este enfoque resulta problemático si se considera que Chile necesita profesionales preparados desde las primeras etapas de su formación. Esperar a que las personas egresen, se inserten en el mercado laboral y, posteriormente, puedan costear su especialización implica aceptar, de forma implícita, una obsolescencia profesional temprana. En un contexto de cambios tecnológicos vertiginosos, esa espera puede significar quedar fuera del mercado laboral.

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Es precisamente en este punto donde el rol de la universidad pública adquiere una relevancia estratégica. En esta nueva revolución industrial, la Universidad de Santiago de Chile (Usach), como institución estatal, ha asumido la responsabilidad de democratizar el acceso al conocimiento tecnológico, integrándolo directamente en carreras de pregrado.

Programas como Análisis y Gestión de Procesos Productivos y Gestión de Personas incorporan en sus mallas curriculares competencias asociadas a programación, análisis de datos, inteligencia de negocios, analítica de personas y trabajo colaborativo con inteligencia artificial, respondiendo de manera concreta a las necesidades actuales de la industria.

Estas carreras, además, no operan de forma aislada, sino que se articulan de manera complementaria con otras disciplinas desarrolladas en la Facultad Tecnológica, tales como Automatización Industrial, Telecomunicaciones, Diseño Industrial, Publicidad e Imagen, Tecnología en Construcciones, Ingeniería en Agronegocios e Ingeniería en Alimentos. Esta convergencia disciplinar permite abordar los desafíos productivos desde una mirada sistémica, integrando tecnología, procesos, diseño, personas y contexto social.

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La importancia de este enfoque es evidente. Si no se forman profesionales con estas competencias desde el pregrado, lo que se genera es una obsolescencia laboral casi programada. Aquellos profesionales que no dominen herramientas tecnológicas, análisis de información o interacción con sistemas inteligentes corren un alto riesgo de exclusión laboral.

Esto no solo provoca un déficit de capital humano para la industria, sino que también configura un problema social de gran magnitud, para el cual el país aún no ha generado un debate profundo ni políticas de largo plazo.

En otros contextos, como en la Unión Europea, estas discusiones ya están en curso. Desde hace algunos años se estudia el impacto de la automatización y la inteligencia artificial sobre las personas desplazadas en lo laboral.

Ante ello, se han propuesto mecanismos de compensación social, como fondos financiados por las industrias que sustituyen trabajo humano por tecnología, con el fin de garantizar ingresos básicos o pensiones para quienes queden excluidos del sistema productivo tradicional.

Chile aún está a tiempo de anticiparse a este escenario. La formación temprana, pertinente y accesible que impulsa la Universidad de Santiago de Chile constituye una de las estrategias más efectivas para prevenir una crisis de obsolescencia laboral masiva.

Esto se debe a que el compromiso de la universidad pública no es solo académico, ya que también asume la responsabilidad social ineludible de democratizar el conocimiento y garantizar que las transformaciones tecnológicas beneficien a toda la ciudadanía.

En este sentido, preparar profesionales capaces de comprender, gestionar y liderar los procesos productivos del futuro no es una opción, sino una necesidad impostergable para el desarrollo sostenible del país.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile