18:00 horas del 23 de octubre de 2022
“El Shuki” envía audios al grupo de WhatsApp “Los Panza”. Profiere que está con el Loco Jean, que ambos están armados con cuchillos y que están esperando a hinchas de Colo-Colo para “repartir puñaladas”.
El Shuki (26) es Alexis Abraham Ramírez Gutiérrez. Esa tarde primaveral tenía un solo objetivo: evitar a toda costa que hinchas de la escuadra alba celebraran en Valparaíso el título que Colo-Colo obtuvo ese día a más de 400 kilómetros de distancia, en Coquimbo. El Shuki veía a su puerto y especialmente al Parque Italia como tierra de Los Panzers. Es decir, un feudo que les pertenecía a los barrabravas del Santiago Wanderers. Así, no tuvo mejor idea que montar una cacería. ¿El objetivo? Cualquier hincha de Colo-Colo que osara festejar la estrella 33.
Para lograr su cometido se acompañó del Loco Jean, es decir, Jean Pierre Alex Alexis Campaña Alcaíno (26); y de Guillermo Andrés Astudillo Donoso (23). Tanto el Shuki como el primero de sus socios correspondían a la facción de Los Panza, un subgrupo de Los Panzer, con centro de operaciones en el Cerro Merced.
En menos de tres horas, el piño dejó un reguero de sangre: asesinaron a dos personas y otra quedó herida gravemente. No hubo provocación previa ni enfrentamientos: el único problema fue que flameaban las banderas un equipo diferente.
19:30 horas
Cinco fanáticos de Colo-Colo regresaban a su hogar luego de estar un rato en el Parque Italia, en el marco de las celebraciones por el reciente título del club de sus amores. Se trasladaban a pie por la avenida Pedro Montt. Iban hacia Plaza La Victoria para tomar locomoción. Según la indagatoria, habían llegado a las 17:30 horas al lugar.
El grupo estaba compuesto por tres adultos y dos menores de edad. Patricio Andrés Moya Bernal, Carlos Alberto Bernal y Kevin Alexander Bernal Riveros eran los mayores de 18 años. Los acompañaban el hijo de Carlos, de 14 años, y un niño de 12, amigo de este último.
Todos estaban vestidos con la indumentaria de Colo-Colo y llevaban consigo otros elementos. Carlos portaba una bandera de la escuadra alba amarrada al cuello. La llevaba puesta como una especie de capa. Su hijo también tenía una bandera, que sujetaba mediante un tubo de PVC.
En ese trayecto —según establece la condena a la que accedió esta Unidad de Investigación— escucharon un grito que poco a poco adquiría mayor nitidez:
—Somos de los Panzers, aquí no se celebra a Colo-Colo, los vamos a matar.
Eran tres sujetos: Ramírez (Shuki), Campaña (Loco Jean) y Astudillo.
Se acercaron de manera estratégica a los hinchas del “popular” y les bloquearon el paso hacia todas las direcciones. “El Shuki”, quien llevaba un cuchillo en su mano, adelantó al grupo de hinchas, se dio vuelta de manera repentina y obstruyó la huida hacia adelante. Astudillo hizo lo propio hacia la izquierda, para que la víctima no escapara a la galería Tres Palacios o a los demás negocios de la cuadra. La idea era forzarlos hacia la derecha, donde se encontraba la calzada.
Por su parte, Loco Jean se aproximó a Carlos por atrás y jaló con ambas manos la bandera que llevaba amarrada al cuello. Según la fiscalía, la fuerza ejercida le provocó caer al suelo de manera inmediata. Sus familiares, de manera instintiva, atinaron a huir despavoridos para salvar sus vidas. Carlos quedó completamente indefenso.
Una vez en el suelo, Ramírez se abalanzó sobre él y lo apuñaló sin piedad en cuatro ocasiones. Sin ninguna provocación previa.
Luego persiguieron a los demás miembros de la familia. Lograron acorralar a su segunda víctima, Patricio Moya, el mayor del clan familiar. Su primo Kevin intentó defenderlo con un palo de escoba que encontró botado. De poco sirvió. El objeto se quebró al impactar con el cuerpo de Shuki. De esta manera, Ramírez le propinó dos puñaladas a Moya, una en la espalda y otra en la zona posterior de la cabeza.
Según consta en el expediente judicial, el ataque le causó cortes de gravedad. El primero, de 12 centímetros, en nuca y cabeza, y el segundo —en la zona de la espalda— de ocho centímetros. Patricio sobrevivió, pero el trauma y las heridas provocadas por el brutal ataque cambiaron completamente su estilo de vida. Sufrió un accidente cardiovascular que le causó una pérdida temporal del habla y estuvo imposibilitado de volver a trabajar por seis meses debido a secuelas físicas.
Carlos Bernal no corrió con la misma suerte. Las heridas cortopunzantes le causaron tres lesiones de gravedad. Una en su pulmón izquierdo, otra en el lóbulo inferior del pulmón y una de 10,5 centímetros en su hígado. Murió en el Hospital Carlos Van Buren horas después del ataque, debido a un shock hemorrágico agudo.
“Los panza andan sonando entero brígido”
20:10 horas
Casi una hora después de cometer el primer ataque, los acusados caminaron hasta el lugar donde se realizaban los festejos colocolinos, el Parque Italia. Inicialmente, según establece la indagatoria, se devolvieron a buscar el automóvil en el que se transportaban, un Kia Rio gris que era de Ramírez. Sin embargo, la decisión fue desechada inmediatamente cuando vieron a su próxima víctima, Esteban Duarte.
Ese día, Esteban era uno de los tantos millones de hinchas de Colo-Colo que estaba contento. Almorzó con su familia y amigos. Tenía la intención de ir a celebrar al Parque Italia el título de su equipo. Y así fue. Cerca de las 19:00 horas, su padre lo llevó en vehículo hasta el lugar y lo dejó en la intersección de avenida Francia con Pedro Montt.
Allí se juntó con su mejor amigo desde hace 18 años, Roberto. En el lugar todo era fiesta. Bebieron cerveza y compartieron con la gran cantidad de hinchas que ahí celebraban. Esteban andaba con una bandera del equipo albo.
Según apuntan documentos judiciales, estaba realmente feliz. Conversó por 30 minutos con una pareja. Les contó que trabajaba en una tienda de alimentos para mascotas y que tenía una hija de tres años. Debía trabajar al día siguiente, pero no le importaba tener caña por el club de sus amores.
Cerca de las 20:00 horas quedaba cada vez menos gente en el lugar. En el escenario del Parque Italia, Duarte aún flameaba la bandera de su club en lo alto de la estructura. Su amigo Roberto se encontraba a tres metros de distancia. Hasta ahí parecía ser una celebración normal. Sin embargo, la noche le deparaba una triste sorpresa.
Ambos fueron divisados desde lejos por los tres barristas de Santiago Wanderers. Eligieron a Duarte como su blanco de ataque. Con el afán de no ser detectados, Alexis Ramírez y Jean Pierre Campaña subieron por la parte trasera del escenario y lo rodearon. Astudillo se quedó abajo en labores de vigilancia.
Según la sentencia, los atacantes, tras quedar cara a cara con la víctima, comenzaron a gritar:
—Somos los Panzers, acá no se celebra —le espetaron.
Luego, durante cinco a ocho segundos, lo apuñalaron sin ningún tipo de provocación de su parte. En total recibió ocho puñaladas. Tres que, por sí solas, ya eran mortales, en el cuello, el tórax y el abdomen.
Seguidamente, totalmente herido y ensangrentado, logró zafarse y se lanzó desde los casi dos metros y medio de altura que tiene el escenario hasta la zona baja del parque. Se dirigió hacia calle Pedro Montt para intentar salvar su vida. Caminó aproximadamente 26 metros. A medida que avanzaba, tambaleándose, dejaba un rastro de sangre en el pavimento. Finalmente, se desplomó cerca de un paradero en la intersección de Pedro Montt con avenida Francia, el mismo lugar donde su padre lo había dejado.
En el lugar fue asistido por transeúntes y amigos. Fue trasladado de urgencia al Hospital Carlos Van Buren, donde a las 20:28 horas se confirmó su fallecimiento debido a un shock hipovolémico.
Mientras Esteban agonizaba, el Loco Jean regresó al lugar con una sola misión. Recoger la bandera de Colo-Colo que la víctima había dejado caer. Tras materializar el crimen, los tres atacantes huyeron en el Kia Rio hacia el Muelle Barón. Allí se tomaron una foto con las banderas ensangrentadas y los cuchillos en el suelo. La enviaron al grupo de WhatsApp “Los Panza” con el siguiente texto: “Somos los tres mosqueteros”.
Luego, en un audio, dijeron que ya “habían coronado”. “Los Panza andan sonando entero brígido”, lanzaron.
Un gato que mataron tres perros
Las consecuencias para las familias han sido devastadoras. Según consta en el expediente judicial, Verónica, la madre de Carlos Bernal, pasa sus días escuchando música o viendo televisión y llora sin consuelo. Su esposo, Juan Carlos Bernal, declaró ante la justicia que “en la casa ya no hay alegría”. “Se le apagó la casa”, dice. Carlos era el pilar del hogar. Ayudaba económicamente a sus hermanos y los aconsejaba. Su fallecimiento dejó un profundo vacío.
Respecto de la familia de Esteban Duarte, de acuerdo con lo consignado en la investigación, su madre vive encerrada en su dormitorio. En el proceso judicial se detalla que consume una larga lista de antidepresivos y analgésicos.
Según contaron personas que conocían de cerca a Esteban, éste decidió tener una hija para darle una nieta a su madre, luego de que ella padeciera en dos oportunidades cáncer de mama. Sin embargo, él murió primero. Su hija, que tenía casi tres años al momento del crimen, fue diagnosticada con mutismo selectivo. Según su psicóloga, este trastorno es la forma que la menor tiene para expresar su dolor. Dejó de hablar con ciertas personas y se aísla de otros niños.
En tanto, según relató ante el tribunal Luis Duarte, padre de Esteban, el caso de su hijo es comparable con “tres perros” que matan a “un gato”. En su declaración manifestó no entender cómo a un ser humano le quitan la vida simplemente por un partido de fútbol.
Cadena perpetua
El pasado 23 de diciembre, el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Valparaíso condenó a Guillermo Andrés Astudillo Donoso, Jean Pierre Alexis Campaña Alcaíno y Alexis Abraham Ramírez Gutiérrez a la pena única de presidio perpetuo calificado como autores de los delitos consumados de dos homicidios calificados y uno de lesiones graves.
Esta sanción corresponde a la más severa del ordenamiento jurídico chileno. Los condenados deberán cumplir al menos 40 años de cárcel efectiva antes de poder optar a algún tipo de beneficio.