Estimado director:

Por algún motivo que escapa a la lógica –pero no a la costumbre nacional– Pablo Longueira ha vuelto a los titulares. Esta vez, para advertirnos, con tono mesiánico, que aunque Jeannette Jara renuncie al Partido Comunista, seguirá siendo comunista. Una especie de comunismo ontológico, inextirpable, como si la ideología fuera un tatuaje del alma.

Siguiendo esa lógica tan aguda, uno podría decir que, aunque Longueira haya sido sobreseído de las causas por cohecho, soborno y delitos tributarios, jamás dejará de ser… Bueno, Longueira. Porque si la militancia ideológica es imborrable, ¿qué decir de los correos con SQM, los 730 millones en pagos y la ley redactada al gusto del cliente?

Lo curioso no es solo la analogía, sino la tribuna.

¿En qué momento decidimos que alguien con ese prontuario era una voz autorizada para hablar de ética política? ¿Será que en Chile la memoria es tan corta como la fila para olvidar?

Mientras tanto, Jeannette Jara evalúa su renuncia con cautela, en colectivo y con más sentido institucional que muchos de sus críticos. Pero claro, eso no vende tanto como el viejo fantasma del comunismo, ese que algunos agitan cada vez que se les acaba el argumento… o la vergüenza.

Antonio Ibarra López
Chileno residente en Nueva Zelanda

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