Señor director:
En la carta “Mujeres de derecha: la libertad no se defiende en silencio” publicada en su medio, se ataca al feminismo de izquierda con argumentos erróneos y simplistas, acusándolo de ser excluyente, sin decir que es precisamente su sector, la derecha, la que históricamente ha obstaculizado los avances en derechos sociales y de género a las mujeres de Chile.
La derecha apela a la libertad, pero al mismo tiempo acepta las consecuencias que provoca la desigualdad social, incluidas las brechas de género, lo que la vuelve una crítica liviana y poco creíble.
Esta carta aborda la idea de diversidad como algo que le falta al feminismo, cuando es su mismo sector, el que ha sido clave a la hora de obstaculizar cualquier avance en la agenda legislativa que apunte a conquistar mayores derechos para las diversidades. Entonces, ¿Quiénes son los que no aceptan la diversidad?
El feminismo es un movimiento amplio y diverso que busca la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres. No es propiedad exclusiva de la izquierda, es un hecho, pero la historia muestra que han sido principalmente los sectores progresistas quienes han impulsado los avances para llegar a conquistar los derechos de las mujeres.
En Chile, el derecho a voto, la ley de divorcio o la ley de violencia intrafamiliar, fueron logradas gracias a la organización de movimientos feministas progresistas. Todas estas normativas benefician a las mujeres, sin distinción de ideología, clase u origen social.
Es importante tener en cuenta que no podemos hablar de libertad real, sin tener considerar la igualdad real, las mujeres ganamos menos dinero que los hombres realizando las mismas labores, tenemos menos representación en los espacios de poder y somos las principales víctimas de violencia intrafamiliar.
Si una mujer de derecha niega estas desigualdades, el problema no es que el feminismo la excluya, sino que su discurso carece de fundamento, y es tremendamente oportunista, sobre todo en un periodo electoral, pareciera que solo busca confundir a la opinión pública.
Por otro lado, Valentina menciona “nos acusan de traidoras, de ser cómplices del patriarcado, simplemente por rechazar su narrativa victimista y creer en la autonomía individual”. Quiero dejar en claro que jamás hemos defendido la narrativa victimista, pero no se puede negar que el relato de violencia sobre las mujeres se repite porque no hay justicia. Somos sujetos de derecho en contexto de impunidad frente a la violencia de género, y eso nos ha situado en el lugar de víctimas.
Quienes ridiculizan y minimizan al movimiento feminista, acusándolo de ideologizado, mientras niegan problemáticas que afectan a millones de mujeres, son los mismos que se niegan a cambios estructurales que eliminan brechas. Son también quienes apelan a la meritocracia, obviando barreras estructurales que afectan más a algunas que a otras mujeres. Este no es más que un relato diseñado para justificar las posiciones de poder de los sectores conservadores, porque se ha demostrado que por más mérito que tienen las personas, su condición material no cambia.
Las feministas de izquierda planteamos desde distintos bemoles una mirada hacia lo social, mientras que la derecha no ha hecho más que hacer políticas a favor de sus propios privilegios, y la justicia, para nosotras, no puede ser un privilegio de clase.
