El próximo 27 de abril, Carabineros de Chile celebrará 97 años de historia. Un aniversario que la institución recibe -una vez más- con profundo dolor, marcada nuevamente por la partida de uno de los suyos.

Un interminable luto que se ha agudizado en los últimos dos años: 16 funcionarios policiales han muerto en acto de servicio bajo el actual gobierno. No es la única herida que carga Carabineros. En el horizonte, también está el fantasma de la formalización del General Director, Ricardo Yáñez, por presuntos delitos, durante el denominado estallido social.

Contradictoriamente, una época que marcó el inicio de una era de deterioro del sentido de autoridad, de denigración a Carabineros, de idolatría por la destrucción y del socavamiento del uso de la fuerza. Y es que desde el 18 de octubre de 2019, en Chile se instaló una suerte de desprecio por el orden público.

Hoy, estamos cosechando la legitimación de esa violencia que, desde el Congreso, validaron quienes hoy nos gobiernan. Un grupo de parlamentarios que no sólo promovió activamente la inseguridad, sino que además, incitó al odio contra Carabineros, cuestionó su actuar en las calles y, por si fuera poco, insistió en su refundación.

En la actualidad, y en un claro enfrentamiento ideológico, son incapaces de respaldar con fuerza a la institución, cuando el país y sus ciudadanos más lo necesitan.

Carabineros es mucho más que una fuerza de orden, es un soporte incondicional en momentos de crisis e inseguridad. Basta de dejar que vulneren la institucionalidad, de nada sirve un apoyo a medias con freno de mano. Falta convicción, no más víctimas, no más Carabineros mártires.

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