En un nuevo Día Internacional de la Mujer, hagamos un breve ejercicio sobre memoria histórica para responder estas preguntas: ¿Cuántos nombres masculinos y femeninos se pueden asociar a la conquista y colonización de Chile? ¿Qué hombres y mujeres se distinguen como partícipes del proceso de independencia de nuestro país? En el caso de la historia europea: ¿Cuántos varones y mujeres del mundo grecorromano se podrían nombrar? ¿Y artistas del Renacimiento?

Es muy probable que se identifique a muchos más hombres que mujeres. Por supuesto, los protagonismos más evidentes en la historia han sido, en su mayoría, masculinos.

Sin embargo, eso no quiere decir que las mujeres hayan estado ausentes de los mismos procesos, sino que, en los roles que les correspondieron, pasaron desapercibidas.

En las últimas décadas, la historiografía ha hecho esfuerzos por revertir ese problema. Los libros sobre historia de las mujeres se han multiplicado. Sin embargo, esos avances, evidentes en el mundo académico, no han permeado en los relatos con los que se enseña la historia en los colegios, lugar desde donde, finalmente, se forja la memoria popular.

Esto se evidencia en los textos escolares de Historia, Geografía y Ciencias Sociales vigentes en nuestro sistema educativo. En promedio, el 80% de los personajes históricos -individuales y colectivos-, incluidos en los manuales escolares de forma textual o iconográfica, son masculinos.

No obstante, el problema no estriba tanto en la cantidad, sino en la calidad de las menciones. El 83% de las masculinas consiste en individuos reconocidos con nombre y apellido, que ejercen roles principales o secundarios en los procesos relatados. En el caso de las mujeres, en cambio, el 44% de sus menciones refieren a colectivos anónimos (“las griegas”, “las obreras”, etc.) y sólo el 56% corresponde a mujeres individualizadas.

Si atendemos a los contenidos, omitiendo la bibliografía y actividades incluidas en los textos, la diferencia entre individuos masculinos y femeninos aumenta a 90,1% y 9,9% respectivamente. Los hombres se cuentan en más de 600 personajes.

Las mujeres no alcanzan a ser 60. Los varones más nombrados, como Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Bernardo O’Higgins, Simón Bolívar, Diego de Almagro y Napoleón, superan las 30 menciones -textuales e iconográficas- cada uno.

También destacan Hitler, Mussolini, Stalin y Salvador Allende, aunque éstos se limitan a los textos de Enseñanza Media. Entre las mujeres, quienes más se reiteran son la Virgen María y un par de diosas de la Antigüedad (Atenea y Venus). Fuera de ellas, no hay otras que se nombren más de 2 o 3 veces. Entre ellas, Javiera Carrera, Paula Jaraquemada, Eloísa Díaz, Isabel de Castilla y Michelle Bachelet.

Sorprende, además, que se omitan nombres e imágenes de personajes célebres como Cleopatra, Juana de Arco, Inés Suárez, Guacolda y Gabriela Mistral.

Por otro lado, en general, las mujeres figuran en roles secundarios o terciarios, muchas veces, en recuadros con información complementaria, no central. En este sentido, se nota que existe un esfuerzo por incorporarlas en el relato histórico, pero aún de manera anexa y no como partícipes activas en los procesos.

Muchas veces, se las menciona como víctimas o se destaca la subordinación en que vivían, creando la falsa idea de que, en el pasado, todas las mujeres se mantuvieron pasivas y silenciadas, cuando no es así.

Gran participación femenina en la historia y poca visibilidad

La historia de las mujeres ha demostrado que en todo proceso histórico siempre ha habido participación femenina y eso se debe relevar. Para eso, no basta con incorporarlas en recuadros al margen ni mencionarlas como un solo cuerpo anónimo. La memoria histórica se forja a través de la empatía, la imaginación y las emociones, lo que, en historia, se logra con relatos que retraten a personas reconocibles e identificables. Calidad sobre cantidad.

Por supuesto, sería absurdo proponer que los textos escolares busquen la paridad de las menciones o que omitan nombres masculinos para incluir más mujeres en la acción histórica. Sin embargo, sí es posible hacer esfuerzos por releer la historia desde nuevas ópticas, que contemplen la participación femenina como parte importante e influyente en los acontecimientos para la plena comprensión de lo que ocurrió en el pasado.

Así como nuestra sociedad está compuesta por hombres y mujeres, también lo ha estado a lo largo de la historia. Las mujeres no irrumpieron sólo en el siglo XX, siempre han estado ahí. Una memoria que las considere desde siempre, en una historia compartida, será una memoria más rica, completa y compleja, y podrá contribuir así, desde la formación escolar, a una mejor valoración de lo que hemos sido y de lo que hemos llegado a ser.

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