Los Premios Oscar son el máximo reconocimiento al talento cinematográfico. Llegar ahí es como clasificar al Mundial de Fútbol, pero pasando automáticamente a la final. Es un tremendo logro. Si tratamos de cuantificar la cantidad de contenido que se genera en el año y que es potencial candidato a una nominación, sabremos que son miles, lo que hace que el mérito sea aún mayor.

Estar nominados hace muy bien a la imagen país. Ganar, aún más. Estas obras son como abrir una puerta al mundo para que entre a conocernos, de cómo somos, nuestra historia, cultura y de lo que somos capaces.

En el pasado Gabriela Mistral y Neruda han abierto nuestras puertas, junto a varios otros artistas muy talentosos. Hoy lo está haciendo Pedro Pascal, que nunca deja de nombrar a su Chile querido. Y muchos han conocido más de nuestro país gracias a él.

Ahora Maite Alberdi y Pablo Larraín, nuevamente abren nuestras puertas al mundo, y detrás de ellos están sus equipos, el elenco y de un sin número de profesionales y técnicos que conforman la industria de la entretención.

Todos ellos son una parte de la Economía Naranja que es un motor de desarrollo social y económico relevante en el mundo que se construye desde la diversidad cultural y la creatividad. Entre otras cosas, si vemos el negocio de la televisión y del streaming, estos necesitan ofrecer constantemente contenido de calidad por la fuerte demanda de las audiencias. Quienes generen contenido de calidad como La Memoria Infinita o El Conde, serán parte de esas plataformas y de esa demanda que solo crece.

Como todo certamen, el éxito no siempre depende únicamente de la calidad de la obra, también de su competencia, divulgación, promoción, estrategia de marketing, lobby y de un sin fin de factores.

Ambos candidatos al menos han tenido una exhibición previa relevante a nivel mundial, por sus estrenos en circuitos de cine, su disponibilidad en Netflix y sus cosechas de premios, que aportan a que puedan llevarse el preciado Oscar para nuestro país.

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