El reciente anuncio del Presidente Gabriel Boric, en que declaró el 2024 como "un año de reactivación económica", captó nuestra atención. Es alentador que se ponga la reactivación en el centro de la agenda, especialmente considerando los desafíos económicos que estamos viviendo, la contracción constante de la inversión y las dificultades en competitividad que hemos enfrentado en el último tiempo.

No se puede sino celebrar que, en medio de un año complejo, desde el Ejecutivo se declare como prioritaria la reactivación. Entendiendo que el crecimiento de nuestro país nos interesa a todos, ¿Cómo hacemos para que esta declaración se transforme en algo real y proyectable a largo plazo?

Nuestro futuro luce incierto, si observamos que un 54% de los alumnos de segundo medio no pudo resolver satisfactoriamente operaciones matemáticas en el SIMCE 2022, o si nos fijamos en las brechas en capacitación laboral y cómo se traducen en dificultades importantes para encontrar un trabajo formal.

Las diferencias que se arrastran desde la educación escolar, superior y continua van en contra de la anhelada “reactivación económica,” y se requiere potenciar un ecosistema que busque soluciones en el plazo más corto posible.

Para la educación escolar, esto se estima en una inversión de 3 mil 500 millones de dólares para compensar la pérdida educativa dejada por la pandemia. Y para la educación superior y continua, se hace cada vez más necesario el impulso de flexibilidad en diferentes opciones de metodologías y modalidades que permitan el perfeccionamiento y educación de las personas durante todo su ciclo productivo, pues de lo contrario, los vertiginosos cambios generados por la innovación y nuevas tecnologías simplemente nos pasarán por encima.

Si no fortalecemos la educación con enfoques dinámicos, flexibles y continuos, nos arriesgamos a quedarnos atrás en un mundo en constante cambio.

Los países más exitosos ya han reconocido la importancia de esta adaptación y nos llevan años de ventaja. La reactivación económica a largo plazo requiere incentivos adecuados que potencien la innovación en la educación a través de nuevas tecnologías y programas articulables que apunten a cubrir de manera rápida brechas del mercado laboral, que permitan mayor eficiencia de los modelos formativos, impactando directamente en la productividad de nuestras empresas, en el crecimiento de la economía y en la atracción de nuevas inversiones para desarrollar proyectos en nuestro país.

Educación y economía son dos caras de la misma moneda en el mundo actual. Abordar estos temas de manera integral puede marcar la diferencia y crear un progreso económico sostenible en beneficio de todos.

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