El aporte de las regiones al desarrollo científico y tecnológico del país es innegable. Desde el norte, con los cielos más claros del mundo para la observación astronómica, hasta el sur, con entornos que son verdaderos laboratorios naturales para el estudio de diversos fenómenos, lo cierto es que la ciencia y la innovación se están descentralizando.

El desafío, por tanto, es seguir capitalizando estos atributos para la producción de conocimiento. Por una parte, se requiere una creciente inversión pública en investigación y desarrollo, que genere nuevos centros y proyectos en las distintas localidades.

Pero, por otra parte, las Universidades debemos asumir la tarea de ampliar y diversificar la oferta para la formación de capital humano avanzado, atrayendo no sólo el interés nacional, sino también de estudiantes de países vecinos, que vean en Chile un polo de atracción de talentos.

Un muy buen ejemplo es lo logrado en la macrozona norte, donde hemos consolidado siete doctorados y nueve magíster, demostrando que desde una zona extrema y fronteriza se puede aportar a la búsqueda de soluciones globales y promover la cooperación internacional. Desde ahí, además, hemos conseguido más de 3.800 publicaciones científicas, que dan cuenta del enorme potencial que aún debemos explorar.

El llamado entonces es a seguir trabajando por descentralizar la innovación, tomando como base lo que ofrece cada territorio y el gran valor de la riqueza y diversidad que distinguen a Chile.

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