Ya van 50 años celebrando o conmemorando el Día Mundial del Medio Ambiente, fecha establecida por primera vez por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972. En los últimos 50 años, este día internacional ha llegado a convertirse en una de las plataformas mundiales con mayor alcance en favor de las causas ambientales.

Sin embargo, las temáticas tratadas están muchas veces vinculadas con aspectos técnicos del quehacer de la gestión ambiental. Entiéndase lo anterior como una mirada interesante, pero reduccionista de las temáticas ambientales.

Ejemplo de esto es la fuerza publicitaria que tienen los temas vinculados al reciclaje; bosques, huertos, plásticos o un sinfín de otras variables que influyen en la conservación de la naturaleza. Sin embargo, hay elementos ausentes en el análisis más profundo del día a día y que deben ser visibilizados y articulados en una relación “virtuosa” para su entendimiento y solución. Nos referimos a la relación entre salud mental y naturaleza. Pensamos que debe ser vista como un problema ambiental de los nuevos tiempos y que necesita ser discutida con urgencia.

Los estudios sobre la salud mental y su relación con los entornos naturales se han incrementado por la preocupación del excesivo aumento de la urbanización en la actualidad; así lo reafirma en su informe el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (2018), puesto que desde 1950 hasta 2018, la población urbana a nivel mundial ha ido en alza de 751 millones a 4.200 millones. Es por ello que se ha provocado una caracterización propia de las zonas urbanas, ya que poseen una alta densidad poblacional y grandes edificaciones -infraestructura-, generando la disminución en los espacios naturales dentro de las mismas ciudades.

Si bien el impacto de la urbanización tiene énfasis en lo material o la estructura misma, no se puede dejar de lado el efecto socioambiental a la población, ya que, según estudios recientes, existe una baja interacción con la naturaleza lo cual puede significar un impacto negativo en la salud mental. Lamentablemente lo descrito ha fomentado algunas enfermedades mentales tales como la depresión, la cual se posiciona en el cuarto lugar a nivel mundial como factor de incapacidad social/personal de las personas (Merayo et al., 2016).

Por otra parte, la falta de contacto con entornos naturales puede desarrollar en los individuos Trastorno por Déficit de Naturaleza (TDN), que refiere a los efectos que produce la falta de contacto con áreas verdes y que se traduce en un mayor estrés psicológico, menor desarrollo de movimiento y menor capacidad de atención. Las consecuencias afectan de mayor manera a niñas, niños y jóvenes diagnosticados con hiperactividad y déficit de atención, entre otros trastornos conductuales (Rodríguez-Piña, 2014).

Aquí podríamos pensar en que estamos poniendo por delante lo cognitivo y descuidando lo sensorial y afectivo, pero creemos que la relación salud mental y naturaleza es indisoluble y se complementa de manera sinérgica entre lo que configura al ser humano y sus funciones vitales y sociales.
Por otra parte, y sumando más antecedentes al debate, a nivel global se ha generado un proceso de urbanización, el cual va acompañado de un alza en la población de este territorio (urbano).

En el caso de Chile, la tendencia de crecimiento se ha mantenido estable en las últimas décadas, pudiéndose respaldar con los datos del Censo de 2017, donde el 87,8% de la población vive en zonas urbanas y sólo un 12,2% en zonas rurales (CENSO, 2017, como se citó en Toloza, 2020). Los centros urbanos se constituyen mayoritariamente de una alta densidad de población; por tanto, se produce una dotación de infraestructura y edificación cada vez mayores respondiendo a esta nueva necesidad. No obstante, esta edificación impacta y reduce los terrenos naturales, y, por consiguiente, la reducción significativa del contacto de la población con las áreas verdes, teniendo un efecto en la salud mental de los mismos. Es por ello que queda en evidencia la relación entre la salud mental y el contacto con la naturaleza.

Según la literatura, los problemas sociales y estresores ambientales acontecen con mayor frecuencia en los grandes núcleos urbanos. Dichas problemáticas suelen relacionarse con una mayor recurrencia con desórdenes psiquiátricos (Martínez-Soto et al., 2016). Recientes investigaciones, específicamente el estudio Low Childhood Nature Exposure is Associated with Worse Mental Health in Adulthood (2019), establece una correlación entre la salud mental y la exposición a los entornos naturales, señalando que “los niveles bajos de exposición a NOE (entornos naturales al aire libre) en la infancia, en comparación con los niveles altos de exposición en el mismo rango de edad, se asociaron significativamente con puntuaciones más bajas de salud mental en la edad adulta” (Preub et al., 2019, p.19). Esto demuestra la importancia de la exposición a los entornos naturales durante la infancia, ya que favorecen el desarrollo del bienestar psicológico. Valdría preguntarse qué lecciones nos dejó el encierro pandémico y si estamos dispuestos a repetir esos patrones de conductas ambientales.

A partir de estos aspectos, la OMS destaca en un informe dedicado a los espacios verdes y la salud (“Ecosystem goods and services for health”) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, la necesidad de “proporcionar acceso universal a espacios verdes y públicos seguros, inclusivos y accesibles, en particular para las mujeres y los niños, las personas de edad y las personas con discapacidad” (ISGlobal y DKV, 2017, p.11). En este sentido, las evidencias internacionales avalan científicamente la importancia de restablecer el vínculo o contacto con entornos naturales, poniendo énfasis en el factor restaurativo que estos espacios ejercen en las personas.

En conclusión, y recordando el Día Mundial del Medio Ambiente, afirmamos que la falta del contacto con la naturaleza afecta directamente a la salud general de la población. Es importante resaltar la importancia del contacto con entornos naturales en espacios sociales, y principalmente educativos. Estos últimos por su rol social y muchas veces, siendo los únicos espacios que ofrecen la oportunidad de vincular a las personas con la naturaleza.

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