En ocasiones, la historia puede ser tergiversada o simplificada, y se corre el riesgo de comparar personajes y eventos que no son equiparables. Tal es el caso de la comparación que se trata de instalar entre Salvador Allende y Augusto Pinochet, dos figuras trascendentes en la historia de Chile.

Por mucho que en la discusión pública se busca equiparar a ambas figuras y establecer un empate moral, lo cierto es que no son lo mismo. Salvador Allende, el primer presidente socialista elegido democráticamente en América Latina, asumió el cargo en 1970 con el objetivo de implementar una serie de reformas radicales para transformar la estructura socioeconómica de Chile. A pesar de sus buenas intenciones, su gobierno enfrentó numerosos desafíos, tanto desde la intervención extranjera como de la falta de capacidad política de su propio gobierno, incluyendo las diferentes estrategias políticas de sus aliados de gobierno.

La radicalización antidemocrática de algunos sectores de izquierda dificultó la visión allendista de instalar un socialismo a través de la democracia. Esto, sumado a los fracasos económicos de sus políticas, llevó a un clima en que parte de los sectores anticonservadores terminaron aliándose con la derecha como oposición al gobierno de Allende. Es cierto que históricamente, sin Allende no habría Pinochet, pero esto no debe ser utilizado para igualar moralmente ambos regímenes. ¿Por qué?

Augusto Pinochet, por su parte, lideró una dictadura militar que se extendió por casi dos décadas en Chile. Durante su régimen, se perpetraron graves violaciones a los derechos humanos, con miles de personas detenidas, torturadas y desaparecidas. La dictadura de Pinochet dejó un oscuro legado de represión política y sufrimiento humano. Persiguió, torturó y mató a personas simplemente porque pensaban políticamente diferente. Así de simple y brutal.

Si bien la dictadura cívico-militar trató de establecer la idea de que el gobierno de Allende preparaba un autogolpe, donde cerraría el Congreso e instauraría una dictadura de izquierda, lo cierto es que solo la dictadura llevó a cabo dichos actos.

La comparación entre Allende y Pinochet también ignora las responsabilidades individuales y los actos cometidos por cada uno. Pinochet fue el responsable directo de la brutal represión y violación de los derechos humanos durante su dictadura, mientras que Allende, a pesar de sus errores y desafíos, no llevó a cabo acciones de esa magnitud.

Por más que el gobierno de la Unidad Popular fuera un mal gobierno, tanto en lo político como en lo económico, no asesinó sistemáticamente a nadie por pensar diferente. Y ese simple hecho debería ser suficiente para que, a 50 años del golpe de estado, dejemos de hacer comparaciones que no sirven para la reflexión política de un “nunca más”.

Es cierto que varios actores de la época renunciaron a la democracia como el único medio para llegar al poder, pero quien destruyó la democracia y asesinó a civiles y militares desde el monopolio de la fuerza, que es el Estado, fue solo uno: el general Augusto Pinochet Ugarte.

Comparar a Allende y Pinochet como si fueran dos caras de la misma moneda es un error que ignora las diferencias fundamentales entre ambos. Allende fue elegido democráticamente y buscó cambios a través de vías políticas y legales, mientras que Pinochet usurpó el poder mediante un golpe militar y se mantuvo en el poder a través de la violencia y la represión.

Reconocer estas diferencias no implica absolver a Allende de críticas o análisis rigurosos. Su gobierno tuvo aciertos y desafíos, y es importante evaluar su legado de manera objetiva. Sin embargo, equiparar a Allende y Pinochet de manera igualitaria desvirtúa la realidad y minimiza el sufrimiento causado por la dictadura militar. En resumen y en definitiva, dictador Pinochet y el presidente Allende NO SON LO MISMO, y para que tengamos un “nunca más”, es hora de que los herederos institucionales de la dictadura lo asuman de una vez por todas.

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El Negacionismo Viernes 02 Junio, 2023 | 07:10
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