Chile se enfrenta por estos días a un hito histórico. La aprobación o el rechazo de la nueva Constitución que elaboró la Asamblea Constituyente. Las encuestas anticipan que el resultado estará reñido. Apenas unos pocos puntos porcentuales separan hoy el “Rechazo” del “Aprobado”.

La Real Academia Española (RAE) define a una Constitución como el set de reglas que se otorga una sociedad para ordenar su convivencia. La práctica organizacional enseña que el desafío de cambiar este tipo de set de reglas, equivale a un cambio de cultura dentro de una organización. Como tal, representa un cambio fundamental en cuanto a cómo este grupo humano hace lo que hace y cómo se relaciona entre sí. A nivel país, hay dos ejemplos que muestran cuál puede ser el resultado del reto.

Uno es el de la Constitución española vigente. Aprobado su borrador por el Congreso español, se lo presentó a la ciudadanía para su aprobación final el 6 de diciembre de 1978. Unos 18 millones de españoles -67% de la población- participaron del referéndum. El 92% voto a favor, el 8% la rechazó. La Constitución entró en vigor el 29 de diciembre de 1978. Desde entonces, no sufrió más cambios que dos artículos por temas europeos y sociales. Sobre sus bases, los españoles alternaron 14 gobiernos y siete presidentes de Gobierno. Más importante aún, la Constitución fue el baluarte sobre el cual se frustró el golpe de estado de 1982.

El Brexit, es el segundo ejemplo. El 23 de junio de 2016, unos 65 millones de residentes del Reino Unido fueron llamados a responder a la pregunta: “¿El Reino Unido debería seguir siendo un miembro de la Unión Europea?”. 71% de la población participó del referéndum. El 52% voto por abandonar la UE, el 48% por permanecer. Sobre ese resultado ajustado se cuestiona la validez del Brexit hasta el día de hoy. Lejos de generarse las mejoras económicas esperadas, sus consecuencias le generaron cinco elecciones generales y el fin de la carrera política de tres líderes: David Cameron, Theresa May, Boris Johnson.

La práctica organizacional enseña que, ante un desafío de cambio cultural, como lo representa la votación de una nueva Constitución, una sociedad (léase: organización) depende como pocas veces de sus líderes y de la visión estratégica de estos. Desde este lugar, entenderemos que el debate que tenemos por delante no es si gana el “Apruebo” o el “Rechazo”. Lo que las encuestas nos anticipan es otro debate: el reto de saber incluir en el desenlace a la gran cantidad de personas cuyo voto no será ganador. En otras palabras, se trata de evitar nuestro propio Brexit.

Transitar este camino únicamente apoyado sobre la legitimización que representan unos puntos porcentuales de diferencia y de la mano de un liderazgo oportunista es garantía de crisis; no de apaciguamiento, como tanto lo está necesitando nuestro país. Como chilenos, hemos probado estar a la altura de este tipo de desafíos en el pasado. Hoy, podemos volver a estarlo.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile