En nuestro país hay apenas 1,1 personas por cada mil habitantes dedicadas a la ciencia, muy por debajo de la media de la OCDE -de 8,7 por cada mil- e incluso más abajo que Argentina o Brasil.

Si queremos lograr que Chile sea referente mundial en diversos ámbitos de la investigación científica, como la producción de combustibles sustentables, tecnología aeroespacial o la producción de vacunas, como lo planteó el ministro Flavio Salazar en una entrevista en su diario, es clave superar esta brecha.

Para ello, es importante lograr atraer más profesionales hacia el postgrado, abriendo una oferta de calidad que potencie el análisis y la generación de soluciones a problemáticas globales conectadas con el territorio, algo en lo cual las universidades públicas y de regiones tenemos camino avanzado.

También, reforzar los vasos comunicantes con el mundo privado y público, para que las soluciones científicas se conecten con sus necesidades abriendo a su vez espacios laborales para los nuevos científicos más allá de los laboratorios universitarios.

A nivel de entrega de capacidades, es obvia la necesidad de sensibilizar a los escolares en temas de ciencia, tecnología e innovación, pero además potenciar las artes y humanidades, sectores muchas veces mal-entendidos como “secundarios”, pero que son fundamentales para estimular la creatividad, el pensamiento crítico, el sentido humano y la reflexión en temas éticos.

La lista es larga, pero posible. La calidad indiscutida de nuestros científicos es una base sobre la cual construir, para así poder liderar con éxito el camino de Chile hacia un modelo de desarrollo sustentable basado en el conocimiento, en beneficio de todos y todas.

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