El 2 de abril fue el Día Nacional de la Concienciación del Autismo, que busca visibilizar en nuestra sociedad los derechos de las personas con autismo, entre ellos su libre determinación, independencia y autonomía. Y cuando pienso en esta fecha, me viene inmediatamente a la cabeza la gran labor de las mujeres.

Según la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 160 niños en todo el mundo tiene TEA. También de acuerdo con organismos internacionales, quienes más cuidan a los menores son las mujeres, quienes suelen ser su principal fuente de apoyos y la referencia más estable a lo largo de toda su vida.

Esto no debiera sorprendernos. Históricamente, las tareas de cuidado -de niños, de adultos mayores, de personas con movilidad reducida, de enfermos (…)- han sido asociadas a las mujeres. Hoy, más allá de luchar para que haya una distribución más equitativa de esas labores que no afecte negativamente a las mujeres en su propio desarrollo personal y profesional, considero urgente visibilizar a quienes vienen trabajando, desde hace años, con el Autismo.

Cada año, cuando abrimos la convocatoria de los premios nacionales y regionales de la Fundación Mujer Impacta, me sorprendo por la cantidad de mujeres de todo el país que, teniendo a alguien cercano con TEA, han decidido crear iniciativas para apoyarlos y respaldar a sus familias. No son una, ni dos. Son decenas de mujeres trabajando en esta materia.

Hablemos entonces de algunas de ellas. Elizabeth Escobedo (Premio Mujer Impacta 2021), además de tener TEA, es fundadora de “Autismo Rancagua”, una organización cuya misión es que ningún niño, niña o adolescente con autismo y su familia dejen de recibir terapia y apoyo por razones económicas. Andrea Zondek (Premio Mujer Impacta 2014) creó y dirige hasta hoy la Fundación Tacal, que busca apoyar a personas tradicionalmente excluidas del mercado laboral -entre ellas TEA- por su situación física o mental a ingresar a él. Maritza Bustos (Premio Mujer Impacta 2017), luego de que su segundo hijo fue diagnosticado con Autismo, trajo a nuestro país la terapia ABA, que se adapta según diversos parámetros, a las necesidades, fortalezas y debilidades específicas del niño, niña y adolescente.

A través de sus trabajos, he escuchado frases tan potentes como “no dejes que una etiqueta marque el destino de tus hijos” o “cualquier joven con autismo se puede formar para el mercado laboral” y es justamente esa la concientización que nosotros necesitamos como sociedad. Una que, quizás, no existiría sin el trabajo de personas como Elizabeth, Andrea y Maritza.

Esto solo me hace tener mayor confianza de que nosotras, las mujeres, somos indispensables: en el cuidado, en la promoción de derechos y en nuestra sociedad. Que no se nos olvide esto.

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