La digitalización creció exponencialmente los últimos años y llegó para quedarse. Este proceso, nos ha permitido ver que la desigualdad digital está estrechamente vinculada y perpetua otras desigualdades estructurales, por lo que es clave avanzar en la transformación de la digitalización como un derecho.

Si nos enfocamos en infraestructura, vale decir la conectividad y los dispositivos necesarios para conectarnos, la brecha es altísima. Según la OCDE el 18% de los hogares de Chile, que implica aproximadamente 900.000 personas, no tienen ningún tipo de conectividad, un tercio tienen mala conectividad y solo un tercio de la población tiene conectividad de calidad. Además somos el segundo país de la OCDE con mayor desigualdad digital.

Las políticas de conectividad actuales se deben seguir profundizando los proyectos de carreteras digitales (Fibra Óptica Nacional, Fibra Óptica Austral y Fibra Óptica de Tarapacá) y los proyectos de Última Milla, que duplican los kilómetros de fibra óptica disponible en el país. Así también en redes móviles de última generación como el 5G y, donde no haya esta red, implementar más 4G. Junto a esto, seguir avanzando en proyectos de conectividad satelital y en el proyecto “Conectividad para la Educación” de la SUBTEL junto al MINEDUC.

Si bien esto reduciría ciertas brechas, tenemos que considerar que la desigualdad digital es multidimensional y va mucho más allá. Así, es clave al momento de pensar la digitalización como un derecho considerar que también hay que avanzar en políticas de inclusión digital integrales, que aborden el desarrollo de conocimientos y confianzas necesarias para que la ciudadanía aproveche los beneficios de internet. Hay que profundizar la educación de competencias digitales y enfrentar los miedos y desconfianzas, desarrollando políticas robustas y efectivas de protección de datos y ciberseguridad. Todo esto saliendo del discurso técnico y llegando a las personas con un lenguaje claro y directo.

Mientras no avancemos en posicionar a la digitalización integral como un derecho, se seguirán perpetuando las desigualdades estructurales. Las tecnologías son medios que abren oportunidades y la pandemia nos demostró que quién no tiene acceso a su conexión, usos e impactos, pierde espacios de desarrollo.

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