Más de 200 revistas científicas del mundo publicaron una editorial conjunta bajo el título: “Llamado urgente a la acción, para limitar el aumento de la temperatura global, restaurar la biodiversidad y proteger la salud”, emplazando a todos los líderes a tomar medidas urgentes que contengan y mitiguen la crisis climática.

Este potente llamado surge del diagnóstico de una crisis medioambiental generalizada, reafirmada por el último Informe sobre el Clima (IPCC). En un contexto en que la globalización ha adquirido otra dinámica, las decisiones de cualquier gobierno deben considerar el impacto global que puedan tener sobre el planeta entero y la sociedad toda: “… como (hemos aprendido) con la pandemia del Covid-19, somos globalmente tan fuertes como el más débil de nuestros miembros (y) las promesas no son suficientes. Los objetivos son fáciles de establecer, pero difíciles de lograr”.

Si bien la exigencia es hacia los países más ricos ¡hacer más y hacerlo más rápido!, es también un llamado a todas las naciones y a sus instituciones relevantes, incluidas las de Chile.

Desde esta perspectiva, el llamado es también hacia las universidades -en su diversidad y rol más allá de lo académico- para que incluyan dentro de sus prioridades y compromisos institucionales el contribuir a afrontar la crisis medioambiental, incorporándolo como un objetivo estratégico que forma parte de su definición de actores socialmente responsables.

Estamos frente -o más bien envueltos- en un problema que afecta no solo a un gobierno, o a especialistas y, como señala la editorial mencionada, para enfrentar esta crisis debemos hacer cambios fundamentales en cómo nuestras sociedades y economías están organizadas y en cómo cada uno vive su día a día. Y si bien la estrategia actual de incentivar los mercados hacia tecnologías más limpias es un avance, no es en absoluto suficiente.

¿Qué podemos hacer? Varias acciones de manera articulada, sinérgica y desde la realidad institucional de cada cual. Solo por mencionar algunas, los expertos mencionan una mejora en la gobernanza de las ciudades considerando el rediseño de los sistemas de transporte, de la planificación urbana, de las formas y tecnologías de producción y distribución de alimentos, de los mercados financieros, de los sistemas de salud y, por cierto, de políticas educativas que no solo entreguen conocimientos y generen conciencia de la envergadura de los cambios requeridos, sino del desarrollo de actitudes y conductas que permitan generar el cambio cultural que está en la base de cualquier solución eficaz, eficiente y sostenible.

La crisis causada por el Covid-19, nos ha enseñado que existe un potencial de movilización inesperado frente a problemas globales. Si los gobiernos han sido capaces de redirigir esfuerzos y recursos para enfrentar la pandemia, deben ser hoy interpelados a lograr una respuesta con el mismo grado de emergencia, o mayor, como se señala en la editorial.

Es nuestra responsabilidad, institucional e individual, comprometernos y contribuir activamente a un desarrollo más armónico que haga posible un mundo más sano, resiliente, justo y sustentable y, para ello, acordar metas colectivas y trabajar colaborativamente para alcanzarlas. Una muy concreta, se deriva de la urgente necesidad de evitar el aumento de la temperatura global del planeta en más de 1,5°C, pues se estima que un alza por sobre ese nivel, tendrá efectos catastróficos sobre muchos países, incluido el nuestro.

Por ejemplo, la reciente investigación publicada en un Journal de la American Meteorological Society identifica una “mancha cálida” cerca de Nueva Zelanda como un factor crítico de la megasequía que afecta a Chile.

Es un llamado a hacer un punto de inflexión, ahora, urgentemente, en nuestra planificación futura, pero tan próxima como a partir de nuestra planificación del próximo año.

Es un momento para valorar las iniciativas que han sido impulsadas por algunas organizaciones, como la implementada por el Ministerio de Ciencias con propuestas y estudios de la comunidad científica nacional; o el llamado que han hecho otros especialistas a que todas las Instituciones de Educación Superior (IES) contribuyan al logro de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) que el país comprometió. Pero es, sin duda, un momento en que todos debemos preguntarnos: ¿Qué vamos a hacer el 2022 para responder al llamado de las principales revistas científicas?, ¿Dónde y cómo nuestros investigadores, pero también estudiantes, docentes y egresados aspiran a realizar un aporte?

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile