Es parte de nuestra cotidianidad escuchar, conversar, ser parte de debates sobre DDHH. El tema se ha vuelto central porque la ciudadanía se ha hecho consciente: primero de que tiene derechos y quiere ejercerlos, segundo que al ser humanos esos derechos también se extienden a los demás. Luego, aparece la reflexión sobre la universalidad de dichos derechos, o sea, que no son sólo para algunas personas o para algunos segmentos sociales, sino que son para todos.

Me gustaría ahora introducir o volver la mirada sobre el concepto de “fundamental”, que implica que algo es fundante, que es esencial y a su vez indispensable. Considerar la salud mental como DDHH fundamental parece en la teoría algo de perogrullo, sin embargo, cuando observamos el devenir de la convivencia social, en el actuar concreto de cada día, algo muy diferente ocurre: el derecho a la salud mental es constantemente invisibilizado.

¿Qué significa salud mental? Significa un estado de Bienestar (BIEN–ESTAR). Donde diferentes variables entran en juego en la complejidad del Alma Humana: lo emocional, la convivencia, las relaciones significativas, los espacios que habitamos, las crisis que enfrentamos, nuestros sueños, nuestras frustraciones, etc. etc. etc……

Vemos a los jóvenes deportistas de elite en las olimpiadas, que son sujetos de la presión política de los poderes, vemos a los habitantes de la aldea mundial ser bombardeados cada día con imágenes e informaciones sobre la incertidumbre del mundo covid, vemos a padres y madres, afanosos por brindar todo tipo de satisfacción material a sus familias mientras sus hijos sólo quieren morir… En suma, vemos todo lo contrario a una cultura del Bienestar.

Considerar a la Salud Mental como derecho humano fundamental significa un quiebre paradigmático que conlleva a reflexiones profundas sobre cómo queremos y como necesitamos vivir en el espacio de nuestra mente, de nuestra alma, de nuestra psique, como prefieran nombrarlo.

Bienestar significa presente, algo bien diferente al estado de depresión que nos amarra al pasado o al estado de ansiedad que nos desarticula con respecto al futuro. Estar en el Presente significa poder mirar a la cara a las diferentes fuerzas que constituyen la presión para alcanzar lo que no necesitamos, para lograr metas que no son nuestras, que condicionan nuestras libertades personales, que nos instalan en espacios de violencia que no queremos habitar, que básicamente debilitan nuestra capacidad de reclamar lo que sí necesitamos y queremos para nuestras vidas.

Cuando nos desconectamos de aquello que construye y fortalece nuestras necesidades anímicas esenciales, la conexión con la vida se pierde. Y las ganas de morir, el consumo desbordado de drogas legales e ilegales, la violencia en las calles tanto la instrumentada como la espontanea, la salud quebrada por continuos estresores superiores a la capacidad de soportarlos, se constituyen como los síntomas de la escasa importancia que le otorgamos en lo concreto, a la salud mental.

Entiendo, respeto y valido, la actual conversación sobre derechos humanos. Pero no puedo seguir impávida ante el constante silenciar y quiebre del derecho al Bienestar, que no significa tener mas, que significa vivir mejor.

Porque la salud humana es un derecho humano fundamental, y debe ser considerada como tal.

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