Llevo más de un año y medio viviendo en Turquía y sin duda han sido los más intensos de mi vida al palpar de cerca varios ataques terroristas, además de un Golpe de Estado con sus respectivos Estados de Emergencias. He sido testigo de cómo la sociedad turca se ha politizado con el tiempo.

En mi universidad, por ejemplo, abundan los seminarios y debates, como también violentas riñas entre estudiantes sólo por diferencias políticas. Además, es habitual ver pequeñas manifestaciones que incluyan huelgas de hambre (marchas o protestas masivas están prohibidas mientras sigamos en Estado de Emergencia).

Encontrarse con imágenes del Che Guevara en ciertos barrios específicos ya no es algo casual. O en algunos bares y cafeterías escuchar en las mesas aledañas cómo jóvenes, pero por sobre todo adultos mayores, conversan sobre el accionar de las autoridades.

Lo más reciente: el tan esperado y a la vez temido referéndum. Hace meses que vengo viendo la palabra “evet”, que significa “sí”, en todas partes, mientras que “hayir”, “no”, fue mucho más escaso.

“Sólo los valientes se atreven a participar en los actos del “no” por temor a las represalias”, es una justificación que escuché en más de una ocasión.

Días previos al 16 de abril, fecha del referéndum, circulaban ciertos rumores: “si gana el “no” habrá otro Golpe de Estado” y “hay que quedarse en casa porque habrá bombardeos”, decían.

Con todo este ambiente es inevitable no pensar en Chile y su último plebiscito en 1988, cuando también se rumoreaba acerca de un posible despliegue de las Fuerzas Armadas en caso de que el entonces presidente, Augusto Pinochet, fuese derrocado, rumor que más tarde fue confirmado por el mismo comandante en jefe de la Fach de la época, Fernando Matthei, a través de varias entrevistas.

Acá hablar de política con cualquier turco abiertamente no es fácil, y creo eso también coincide con el Chile de los ochenta, cuando la gente tenía temor de participar en actos públicos o simplemente en expresar su opinión por miedo a ser perseguido.

Incluso hay semejanza en la publicidad de la campaña del “no”. En Turquía, en vez de usar el arcoíris de múltiples colores, se usó un sol con casi los mismos tonos. Quizás por esa misma razón que luego de que un canal turco anunciara por varios días la transmisión de la película chilena de Pablo Larraín, aunque finalmente no la emitió sin dar explicaciones.

Existe una gran diferencia entre ambos periodos: por estos lados finalmente ganó el “sí” por una estrechísima diferencia. El “sí” obtuvo el 51,4% de los votos: los turcos dijeron sí a la reforma constitucional que convertirá el actual sistema parlamentario en una república presidencialista.

El jefe de Estado lo será también del Gobierno y acumulará, además del Poder Ejecutivo, numerosas atribuciones legislativas y gran influencia en la justicia al poder nominar, entre él y su partido, a la mayoría de los magistrados del órgano rector del sistema judicial.

Con esto, Recep Tayyip Erdogan, actual presidente de Turquía -que lleva 15 años en el poder- podría extender su permanencia hasta el 2029 o incluso más.

En el primer día después del plebiscito, no vi en las calles un ambiente de extrema alegría como muestran en televisión. Llegando a la universidad todo transcurrió con mucha tranquilidad, pero no con normalidad; se percibe algo de melancolía. “Hicieron trampa, eso es lo que me da más pena”, me dijeron un par de compañeras.

Ese es el ambiente del día después: rumores de posibles irregularidades en las elecciones (ya que el Colegio Electoral determinó a última hora validar los votos emitidos sin la estampilla oficial), además de protestas en las grandes ciudades de Turquía.

No sé qué pasará con la Turquía que tanto me gusta y que tan bien me ha acogido. Algunos dicen que el islamismo le hará bien al país y que la economía seguirá en ascenso, mientras que otros la visionan como una futura Irán.

Las cifras no mienten: bajo el Estado de emergencia, hubo decenas de miles de detenidos imputados por el intento golpista, 120 mil funcionarios purgados, y más del 95% de los medios de comunicación del país girando en la órbita del Gobierno.

Siguiendo con los números, alrededor del 86% de la población total votó en este referéndum, un nivel de compromiso que los chilenos también lo demostraron en el 88, pero que hoy desgraciadamente escasea.

¿Cuál hubiese sido el sentimiento de los chilenos si el “sí” hubiese ganado en el plebiscito del 88? No lo sé, quizás los turcos que votaron ayer por el “no” lo sepan.

La identidad de esta estudiante chilena en Turquía fue resguardada por su expresa petición por temor a represalias.

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