La campaña de Evelyn Matthei intenta presentarse como una alternativa para las mujeres, pero su discurso se contradice con sus alianzas políticas y su historial legislativo.

Cuesta imaginar a qué mujer busca representar cuando está dispuesta a integrar en su equipo a un candidato que ha dicho que algunos violadores merecen una medalla y que incluso cuestiona el derecho a voto de las mujeres. No solo lo incluye, sino que además afirma que es más liberal que el otro candidato de la ultraderecha.

Esto, al menos a nivel de relato, pone en cuestión qué tan genuino es su compromiso con los derechos y los intereses de las mujeres.

¿Compromiso real o relato político?

La semana pasada, Evelyn Matthei, la candidata de Chile Vamos presentó los esbozos de lo que serían sus propuestas en esta materia. Aunque aborda distintas líneas temáticas, vale la pena detenerse en su enfoque sobre el trabajo femenino. Este es un tema clave, considerando que la desocupación de mujeres alcanzó los dos dígitos, según la última entrega del INE.

Se requieren acciones decididas que apunten a una transformación profunda del mercado laboral. Sin embargo, las propuestas de Matthei se quedan cortas: no responden a la magnitud del problema y repiten fórmulas que ya han fracasado.

En primer lugar, propone un subsidio de $200.000 pesos para mujeres que logren insertarse en un empleo formal. Es llamativo que esta idea venga de una exministra del Trabajo, que debiera saber que ya existe el Bono al Trabajo de la Mujer. Además, este tipo de medidas sugiere que el desempleo femenino se debe a una falta de voluntad individual, más que a condiciones estructurales.

El verdadero problema radica en la distribución desigual de las labores de cuidado, especialmente en torno a la maternidad, que hace que las mujeres enfrenten mayores barreras, tanto para buscar empleo, como para ser contratadas. Un bono pagado una única vez no resuelve quién se hace cargo de los cuidados ni incentiva realmente a los empleadores a contratarlas.

La segunda propuesta apunta en una mejor dirección: universalizar el derecho a sala cuna y fortalecer el sistema de cuidados. Sin embargo, estas no son agendas propias de la candidata. De hecho, han sido promovidas por este Gobierno y discutidas actualmente en el Congreso. Si su sector político tuviera voluntad de avanzar en ellas, podrían estar aprobadas antes de que finalice esta administración. Que ahora sean parte de su programa refleja más bien una captura de temas instalados por otros, sin asumir responsabilidad por los bloqueos anteriores.

Por último, propone mayor flexibilidad laboral para las mujeres. Si bien es cierto que el trabajo debe poder conciliarse con la vida personal y los cuidados, esta flexibilización no puede recaer exclusivamente sobre las mujeres.

Ya lo discutimos durante la tramitación de la ley de conciliación: si las medidas no apuntan a una transformación cultural y legal compartida, solo se refuerza la idea de que el trabajo doméstico es tarea femenina. Y con ello, se perpetúa la discriminación laboral hacia las mujeres.

Propuestas que no enfrentan la raíz del problema

En suma, las propuestas de Evelyn Matthei resultan insuficientes para enfrentar el problema de fondo: la desigual distribución de los cuidados entre hombres y mujeres, que termina haciendo más costosa –e injusta– la contratación femenina. Resolver esta situación exige una mirada más audaz sobre la estructura del trabajo, del bienestar y del rol del Estado.

Las soluciones deben apuntar no solo a levantar la carga que recae sobre las mujeres, sino también a redistribuirla de manera equitativa. Porque sin corresponsabilidad, no hay igualdad real.