En definitiva, bajo el manto de humo que la derecha ha querido levantar en torno al destino del 6%, lo cierto es que en los resultados de esta reforma la cuestión es clara: ganó Chile y perdieron las AFP.
Tras más de una década y dos administraciones previas intentándolo, la semana pasada el gobierno del presidente Boric logró aprobar la reforma de pensiones. Fue un acuerdo complejo, alcanzado por un gobierno sin mayorías parlamentarias y a contracorriente de un conjunto de bloqueos orientados a que esta reforma no llegara a puerto.
Desde una oposición que, a ratos, parecía buscar razones hasta en el pronóstico del tiempo para frenar la discusión en el Congreso, hasta una asociación de AFP que movilizó todo su poder político y económico, llegando a gastar 11 mil millones de pesos (a septiembre de 2024) en propaganda anti-reforma, a pesar de que el debate se trataba precisamente sobre las paupérrimas pensiones que entregaba.
Estaban claras las prioridades.
¿Quién ganó realmente con la reforma de pensiones?
Hoy, que la reforma está aprobada, moros y cristianos celebran como ganadores, muchos de ellos con “el diario del lunes”, como Evelyn Matthei, que esperó literalmente hasta el día siguiente, y a tener el recuento de todas las declaraciones posibles, para poder decir que le parecía bien el acuerdo alcanzado.
Ahora, ¿quién ganó realmente con la reforma de pensiones? Es verdad, y se puede ver a simple vista, que desde las aspiraciones de la izquierda hay aspectos relevantes que, en condición de minoría parlamentaria y con la campaña de las AFP sonando en todas las radios del país, no se lograron, como la separación de la industria o la eliminación misma de las administradoras.
Pero lo cierto es que, a pesar del intento de la derecha de torcer los resultados a su favor, la reacción enconada de las AFP -hoy peleadas con todo el mundo y también entre sí- da cuenta de una realidad: la reforma le asestó un golpe importante, en su legitimidad, en la disputa por las subjetividades y también en sus márgenes de ganancia y, por lo tanto, en su poder.
Los avances de la reforma son, sin duda, importantes
Primero, por lo lógico: beneficia a cerca de tres millones de personas y sube las pensiones en el corto plazo a todos. Mejorar las paupérrimas pensiones entregadas por las AFP era un imperativo. Pero, además, avanza en cambios que son estructurales y cuyos efectos serán gatillantes de una profundización futura de lo iniciado en esta reforma.
El primero de estos elementos es la creación del seguro social, que es un verdadero injerto de solidaridad, en medio del macizo de capitalización individual que era el sistema hasta ahora, y va a ser precisamente aquello lo que permita que las pensiones suban. Será cuestión de tiempo para que las cosas caigan por su propio peso, pues la hegemonía de la capitalización individual se sostuvo principalmente en que era lo único que existía, no había mecanismo solidario alguno con el cual contrastar. Ahora sí, y por ello, este cambio no tendrá vuelta atrás.
El segundo de estos elementos es la incorporación de la cotización obligatoria de los empleadores, con lo que Chile corrige una anomalía previa y se pone a tono de cómo funcionan los sistemas de pensiones en el mundo.
Lo tercero es la igualación de pensiones entre hombres y mujeres.
Y lo cuarto es la llamada “licitación del 10% de stock” de afiliados cada dos años. Detengámonos en esto último, que es el corazón del golpe a las AFP.
Licitación de afiliados
Esta medida plantea que cada dos años se licitará el 10% de los afiliados de las AFP, que será asignado a aquella que tenga la menor comisión (quedando impedida de subirla en los 5 años siguientes). Con esto se espera un aumento de la competencia y la disminución de las comisiones, lo que debiese afectar positivamente a los afiliados, permitiendo el ingreso de nuevos actores. Además, para darle sostenibilidad a esto, se permite que las administradoras puedan subcontratar el soporte o back office a otras compañías, ingresando el IPS como actor público en este ámbito.
Intuitivamente, se piensa que el grueso de la utilidad de las AFP proviene de la inversión de los fondos de pensiones, pero esto no es así. Con respecto a la inversión de los fondos, los verdaderos beneficiados son los receptores de esas inversiones han sido las grandes empresas y grupos económicos del país, que han recibido multimillonarias y sistemáticas inyecciones de capital (hablamos de miles de millones de dólares), proveniente de las cotizaciones de los trabajadores. Esto ha generado una concentración inédita del mercado de capitales y de la riqueza en el país.
El verdadero negocio y el poder de las AFP está en la concentración de funciones y en las labores de soporte, con las que han cobrado por décadas usureras comisiones, sostenidas en el tiempo ante una inercia estructural de los afiliados, que en la práctica no se cambian de administradora siguiendo la comisión más barata. Así, las comisiones de los viejos afiliados llegan a ser 3 veces más altas que la de los nuevos. De este modo, el 2023 las AFP tuvieron ingresos por más de mil millones de dólares, mientras que sus gastos operacionales fueron menos de 500, obteniendo una utilidad operacional del 128%.
La reforma impacta en el corazón de este negocio. Con la licitación de los stock de afiliados, la incorporación del IPS como actor y al bajar las barreras de entrada a nuevos inversores, en la práctica se espera disminuir significativamente las utilidades de las AFP y, para las personas, que las comisiones bajen del 1,2% de las remuneraciones, que es el promedio actual, a un 0,6%. Esto disminuye los ingresos de las administradoras a la mitad y, con ello, debilita el poder e influencia de la industria, derivados de esos ingresos y utilidades.
Esta es la razón por la que también el gremio norteamericano de administradoras de pensiones entró al debate con su amenazante carta, cargada de su retórica neoliberal y autoritaria, hablando de las cotizaciones de los trabajadores como propiedad de ellos y buscando instalar que el parlamento chileno no tiene derecho a tomar decisiones soberanas sin su permiso, cuestionando así la soberanía misma de nuestra democracia ante el poder fáctico y transnacional de su riqueza.
Ganó Chile y perdieron las AFP
En definitiva, bajo el manto de humo que la derecha ha querido levantar en torno al destino del 6%, lo cierto es que en los resultados de esta reforma la cuestión es clara: ganó Chile y perdieron las AFP. Se incorpora la solidaridad al sistema, aumentan las pensiones a causa de ella y, nuevamente, desde lo público se entrega dignidad a un sistema que ha repartido miseria por décadas.
Las AFP, por su parte, verán disminuidas sus tasas de ganancia y perderán poder en un contexto de ya altísima deslegitimación social. Con este escenario, se abre el camino para la construcción de un verdadero sistema de seguridad social para Chile, en el que las AFP no sean más que un mal y viejo recuerdo.
La tarea entonces es clara: construir las mayorías sociales y políticas que hoy faltan para hacer esto realidad. Las próximas elecciones son una buena oportunidad para eso.