Pensiones, salud, hábitat, son problemas reales que muchas personas mayores enfrentan todos los días, pero nunca dejarán de estar acompañados por esas fantasías que amortiguan la cruda existencia y nos ayudan a disfrutar intensamente de este viaje que es sobre todo interior y en el que podemos imaginar un mundo no tan real, incluso soñar la eternidad muertos de la risa.

El primer episodio de la serie “La Vida Es Sueño”, emitido anoche domingo por TVN, es el resultado de un esfuerzo y un trabajo colectivo de muchos profesionales del cine y la televisión, y que creemos en el rol de la televisión pública como fuente de integración social e inspiración.

Quienes han visto este primer capítulo deben saber que es la primera parte de un largo viaje que ojalá nos transforme. Es decir, es una invitación al país para ir construyendo lentamente pero a paso firme una nueva interacción y entendimiento con las personas mayores.

Un poco de contexto

Como sabemos, o no sabemos -porque no queremos saber demasiado-, Chile muestra un envejecimiento avanzado (estamos entre los tres países latinoamericanos que más envejece) por dos razones: baja natalidad y aumento de esperanza de vida.

Hoy las personas mayores son más del 18 % de nuestra población, y en el 2030 por cada 130 personas mayores de sesenta años, habrán 100 personas menores de 15 años. Son cifras que hablan, pero no son estas las que nos impulsaron a producir esta serie.

La verdadera motivación de esta serie tiene que ver con la forma en que nos relacionamos con las personas mayores. En este sentido, nos propusimos explorar pensando como se dice ahora, “fuera de la caja”.

Confieso que no fue una tarea fácil. Primero, porque existe un estigma que nace desde el lenguaje cotidiano que utilizamos para referirnos a los mayores: viejo, veterana, anciano, viejujo, jubilada, retirado, entre otros, son palabras que tienen una connotación despectiva y que instalan una distancia.

En sentido contrario y tal vez a partir de lo anterior nace la culpa donde surge un estigma peor, la victimización: abuelito, viejita, tatita, son algunas de las expresiones generadas por una mirada lastimera y compungida que construye víctimas de antemano.

Entre esas dos aguas surgió entonces un desafío complejo de resolver en forma y contenido: proponer una perspectiva que rompiera esos prejuicios con los que la cultura desde hace más de un siglo, con el apogeo de la sociedad industrial, coloca a los que no producen o tienen tiempo, en el horizonte de los irrelevantes.

Desde ahí fuimos construyendo con Maite Alberdi y Daniela Bunster, junto a todo un equipo, una mirada aplicadamente metódica.

Se trataba de establecer una empatía sin complacencias y lejos de la postura distante que permitiera abordar a las personas mayores de manera horizontal. El objetivo era producir un diálogo sin autocensuras y frontal. Pero eso no era todo.

La intención iba mucho más allá

Había que salir de esa pregunta instalada en nuestra cultura:“¿cómo ha sido tu vida?”. Más bien quisimos subvertir el peso del tiempo, como esa mochila que va acumulando pasado y que no nos deja sentir ni el paso a paso del presente ni escuchar la ilusión de un porvenir.

La propuesta fue imponer el presente, tan concreto e iluso como es, poniendo el foco una y otra vez en ese tiempo que está en cada pulso del corazón. De esta manera, aquel pasado gatillador de las melancolías habituales de la memoria humana fue suplantado por una persistente idea:¿Cómo es tu vida?.

Esa rebeldía fue la que nos permitió mover todas las piezas del engranaje la serie.

Desde ahí se estableció un juego entre el cine, la televisión y lo teatral, donde el documental del presente le abre la puerta a la ficción de la vida. Es decir, no se trató únicamente de bloquear por un instante el relato del pasado, sino de asumir el presente como un espacio para el sueño.

Imposible vivir la vida (“la vida real”) sin soñar otra vida, sin imaginar que todo puede ser finito e infinito a la vez. Y no hay manera de resistirla sin pensar que todo esto no es más que un lindo sueño dentro de otra cosa. Da lo mismo si eres joven o persona mayor, la dimensión imaginaria finalmente nos permite resistir el desborde del drama de vivir.

Pero volvamos a la realidad y dejemos de soñar

Pensiones, salud, hábitat, son problemas reales que muchas personas mayores enfrentan todos los días, pero nunca dejarán de estar acompañados por esas fantasías que amortiguan la cruda existencia y nos ayudan a disfrutar intensamente de este viaje que es sobre todo interior y en el que podemos imaginar un mundo no tan real, incluso soñar la eternidad muertos de la risa.