A diferencia de otros mercados alrededor del mundo, el mercado de La Vega, ubicado en la región Metropolitana, ha intentado resistirse a la moda de renovar el espacio para adaptarlo a un recinto centrado en el turismo gastronómico, por lo que sigue siendo uno de los principales lugares de abastecimiento de productos para los santiaguinos.

El mercado de LaVega Central de Santiago de Chile se resiste a una tendencia mundial —la expansión del turismo gastronómico y la restauración— y se mantiene como el centro donde adquirir productos frescos a bajo precio que después llenan las estanterías de negocios y viviendas de los santiaguinos.

El río Mapocho divide los dos mercados más emblemáticos de la capital chilena: el Mercado Central, en la orilla sur, y el Mercado La Vega, en la norte; uno está repleto de restaurantes de marisco a donde van a parar turistas que visitan la ciudad, mientras que el otro se viste de puro bullicio de mercaderes.

Olores a cilantro, fresas, queso freso… el entramado de pasillos del mercado de La Vega Central está repleto de puestos que ofrecen alimentos de todo tipo, en un intercambio de ofertas que diluye las tradiciones chilenas con los productos que han importado personas de toda Latinoamérica que migraron al país.

“Nosotros decidimos dar un giro a La Vega, sin perder lo tradicional y lo autóctono, para no caer en la misma posición que otros mercados europeos, que se transformaron en algo gastronómico”, explica el gerente de La Vega Central, Manuel Caro.

La seña de identidad de La Vega, asegura Caro, es su patio, donde se reúnen vendedores y compradores entre el flujo de personas y camionetas: “No queremos perder nuestra identidad y transformarnos en un mall” o centro comercial, dice.

Unas 7.000 personas trabajan en el mercado de La Vega, detalla el gerente del recinto, a las que se suman los más de 45.000 clientes que se acercan cada jornada a los puestos de venta.

El hermano turístico

El ritmo de La Vega contrasta con su hermano más antiguo, el Mercado Central de Santiago, ubicado a 400 metros de la céntrica plaza de Armas; la restauración, diseñada para el turista, copó durante años buena parte del espacio y ahora apenas quedan unos pocos vendedores de pescados y mariscos en los pasillos exteriores el edificio.

“Antes, en el Mercado Central te encontrabas frutas, verduras, flores, pescado, mariscos, carnes… era el núcleo de abastecimiento dentro del casco histórico de Santiago”, narra un traductor para turistas, Luis Pezoa, que trabaja en el recinto desde hace 34 años para un restaurante que se expandió a varios locales.

“Con el tiempo, el Mercado Central ha ido derivando en un centro gastronómico”, detalla el traductor.

El paréntesis de la pandemia de la covid-19 cesó la llegada de turistas y obligó a varios restaurantes a cerrar; los negocios del Mercado Central poco a poco están recuperando su actividad, asegura Pezoa, pero las verjas cerradas de varios locales muestran que aún están lejos de los niveles de 2019.

Economía de calle en el mercado Vega Central

Los precios en La Vega son, en la gran mayoría de los productos, más bajos que en otros puntos de Santiago: “Marcamos la diferencia con los supermercados, que aumentan los precios; somos un índice de medición de la economía chilena en cuanto a su crecimiento”, remarca Manuel Caro.

Por ejemplo, en La Vega, las cerezas cuestan menos de 1.000 pesos el kilo –equivalente a poco más de un dólar–, mientras que en las grandes superficies el mismo producto quintuplica esa cifra.

La fama de La Vega ha arraigado la tradición de muchos vendedores de la ciudad de acudir cada día al recinto a cubrir la oferta de sus negocios: “Aquí compro productos al por mayor desde hace 20 años, y encuentro de todo”, explica el propietario de una tienda de Santiago, Álvaro Campos.

La gente que transita por La Vega conoce las caras que se encuentra diariamente, añade Campos, lo que conforma una comunidad de confianza.