El pasado 3 de noviembre, la justicia entregó la sentencia absolutoria de Daniel Morales y su sobrino menor de edad, quienes habían sido formalizados por el incendio en la estación Pedrero del Metro, el 18 de octubre de 2019, en el denominado estallido social.

La Fiscalía Oriente solicitaba una pena de 20 años de cárcel para el adulto y 10 años de internación en un centro del Sename para el adolescente.

Producto de la investigación en su contra, ambos estuvieron un año privados de libertad. Morales en Santiago 1 y B.S. en el Centro de Internación Provisoria CIP San Joaquín.

Situación que cambió cuando el Séptimo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago desacreditó y declaró ilegal las pruebas expuestas en el juicio, y condenó al Gobierno, la Fiscalía y el Metro a pagar las costas del procedimiento judicial.

El mismo que el tribunal absolvió a los acusados, fueron puestos en libertad.

“Se siente tan bien caminar de verdad. No pensé que volvería a pisar la calle”, indicó Daniel Morales a La voz de los que sobran.

Afirmó que sigue en shock, porque “nunca creí que quedaría en libertad. Ya ha pasado una semana desde que salí y recién comienzo a asimilar que estoy en mi casa. Con mi familia”.

Recordó que tras salir de Santiago 1, fue recibido por decenas de personas afuera de su casa. Esto lo sorprendió porque pensó que pasaría “desapercibido o que no recibiría muestras de afecto luego de ser acusado por un incendio”.

“Quiero volver a mi vida normal, pero no creo que eso ocurra. Ya no soy el mismo (…) Sé que me costará encontrar trabajo por todo lo que ha pasado, pero tengo que rehacer mi vida”, expresó respecto a sus temores sobre el futuro.

Su versión sobre lo acontecido en la estación

Según detalló, el 18 de octubre quedó de acuerdo con su sobrino para participar en un banderazo. “Yo iba con ropa de trabajo, nos juntamos, y en la protesta no había solamente hinchas de Colo Colo, había gente con la camiseta de la U, personas con poleras de distintos restaurantes de comida rápida, gente que venía de sus trabajos a protestar. No recuerdo la hora, pero entraron a la estación, y fue cosa de segundos. Yo me quedé en la puerta, esperando al B.S, y nos vinimos para la casa en micro. De verdad, ni mi sobrino ni yo quemamos la estación. Puede ser que estuvimos en el momento y en el lugar equivocado, pero debíamos protestar”.

Días después, el 7 de noviembre, se enteró de la detención de su sobrino y desde ahí su vida cambió.

Al día siguiente de su aprehensión lo fue a ver y le preguntó si había quemado el metro. “Me juró que era inocente, se lo volví a preguntar y me insistió lo mismo. Lo miré y le dije que no importaba si nadie le creía, porque yo sí creía en él”.

Afirmó que previo a su aprehensión sentían que los estaban siguiendo, por eso, previo al “13 de diciembre, hablé con mi hermano y le dije que por favor cuidara a mi familia. Al otro día estaba en un banco en Pedro de Valdivia, se acerca un policía y dice ‘¿Daniel Morales?’, le contesté que sí, y me dice que yo elegía si lo hacíamos por la buena o por la mala. Fue todo muy tranquilo, pero sentí mucha vergüenza”, relató.

Santiago 1

Tras su formalización, quedó con la medida cautelar de prisión preventiva en Santiago 1, la que se prolongó por 11 meses.

Detalló las complejas primeras jornadas de reclusión. “Por las noches sentía como andaban los chinches por mi cuerpo. No podía dormir, pensaba en los 20 años que arriesgaba en la cárcel”.

Afirmó que en el módulo 12 conoció a otros detenidos por causas derivadas del estallido social, como Jesús Zenteno, Benjamín Espinoza y Matías Rojas, acusados por el incendio en el Hotel Principado de Asturias.

Pruebas desacreditadas

Morales dijo que cuando comenzaron a exponer las pruebas en el juicio oral, “me di cuenta altiro que el vídeo tenía algo raro porque mi cara se quedaba pegada, cuando yo estaba en movimiento. Los chats de WhatsApp también los tergiversaron, dijeron que nos pusimos de acuerdo para ir a quemar el metro, y en verdad nos estábamos coordinando para ir a jugar una pichanga semanas antes. Manipularon las pruebas y pagamos nosotros”.

Por eso, siguió, “cuando escuché el veredicto me puse a llorar, más encima absueltos. Nos reencontramos con B.S., en el subterráneo entre Santiago 1 y el Ministerio Público, y nos abrazamos. Estábamos libres, éramos inocentes”, cerró.