Un desgarrador relato entregó el enfermero Edmundo Iturriaga, un hombre de 44 años que ha dedicado -al menos- los últimos 10 a prestar servicio en diferentes unidades del Hospital Base de Los Ángeles. Edmundo relató cómo fue su experiencia tras contagiarse de coronavirus y lo complejo y dolorosa que fue su recuperación.

El relato es el de Edmundo Iturriaga, un hombre de 44 años que ha dedicado -al menos- los últimos 10 a prestar servicio en diferentes unidades del Hospital Base de Los Ángeles.

El profesional, un enfermero supervisor de Emergencias del Complejo Asistencial, sin duda ha enfrentado más de una vez situaciones llamativas, complejas, y riesgosas.

Pero no fue hasta la llegada de la pandemia que su vida estuvo en la interrogante de si seguía con él, o se apagaba.

En diciembre del 2020, el trabajador de la salud comenzó a notar que la suya estaba con algunos inconvenientes. Malestares generales, dolores de cabeza, catarro y un aspecto que llamó tanto la atención del enfermero encargado de los controles, que terminó siendo examinado.

Tras realizarle exámenes fue enviado a su casa con antiinflamatorios y una serie de analgésicos. La idea era pasar algunos días en su hogar y recuperarse, o al menos eso pensó él. Pero no fue así, ya que un par de horas después se le informó que era positivo al Sars-cov 2.

A pesar de haber sido una persona que enfrentó la pandemia desde un hospital, Edmundo tuvo que hacer su experiencia aún más personal. En su hogar comenzó con dificultad respiratoria, y a eso se sumó la fiebre y dificultad para dormir.

Este último factor generó que el ya contagiado trabajador no le tomara el peso a su realidad. Pero no fue así para su esposa, Consuelo, quien además también es enfermera.

Fue ella quien decidió llevarlo hasta el servicio de Emergencias, sabiendo que lo que vendría después, sería tan incierto como no saber si volverían a verse.

El adiós más difícil

El servicio de Urgencias del Hospital de Los Ángeles está frente a una conocida plaza que se extiende con grandes árboles que han caracterizado el sector. Un área verde que divide la avenida Ricardo Vicuña con establecimientos educativos y el recinto más importante en cuanto a salud de la zona.

Y fue en esa entrada donde ambos se despidieron. Segundos y minutos que solo aquella pareja sabrá cuánto les costaron, asegurando Iturriaga que aquel adiós fue el más difícil que ha tenido que enfrentar.

“Nos despedimos y fue la despedida más terrible que yo recuerde en mi vida. Yo no venía porque me dolía un dedo, yo venía porque ya sabía que estaba con covid, y estaba con los signos que la mayoría de los casos, que la mayoría de los informes a nivel mundial, son los que te indican que son los más graves”, manifestó.

El resto de parte de su historia ha sido basada en los relatos de sus cercanos, formándose las imágenes tal cual un espectador, ya que para él no hay recuerdos.

Debido a su grave neumonía fue intubado y las proyecciones del equipo no eran para nada positivas. No hubo tiempo para conversar con él sobre este procedimiento, se veló por su vida, y así pasaron los próximos 11 días con Edmundo conectado a un ventilador mecánico.

Huir y escapar

Fue el 23 de diciembre del año pasado cuando el enfermero volvió a despertar. Su primera imagen fue Mónica Silva, la médico que lideraba el equipo. Si bien no sintió tranquilidad al instante, si se sintió acogido de, al menos, volver a su realidad con alguien que conocía.

Lo primero que le solicitó a la doctora fue que lo dejara ir, ya que habían personas que lo buscaban para matarlo. Su nivel de alucinaciones era tal, que su regreso fue a una realidad acompañada con fuertes medicamentos.

El profesional reconoció que vivió una constante necesidad de escapar, de huir de su habitación y del lugar en el que estaba. En su relato, afirma recordar que aquello no eran sueños, sino una real experiencia de sentirse perseguido.

Además, dijo que dentro de aquellos momentos solo tuvo dos espacios de calma, y uno de ellos fue cuando aceptó que iba a morir.

Edmundo confesó que, al saber que perdería la vida, prefirió sentirse tranquilo.

El trabajo para recuperar parte de quien era -luego de estar grave- fue un tanto similar a otros pacientes. Una evidente dificultad para moverse, más aún para caminar, ya que luego de un periodo de intubación el cuerpo pierde su fuerza.

En su caso, fueron 10 kilos los perdidos. Eral tal su condición que entre dos kinesiólogos debían levantarlo, ya que no era capaz de sostener su cuerpo más allá de la cama.

Aún tras salir del hospital las consecuencias siguieron. En su hogar, ni siquiera sostener una cuchara era algo que pudiera hacer solo, por lo que tenían que darle alimentos en la boca.

El enfermero fue transparente en reconocer que aquello daña el ego de una persona, el sentirse incapaz de hacer algo por sí mismo, el perder la autonomía a tal nivel de no poder ejecutar una acción sin la ayuda de otra persona.

Más aún, permitió conocer un lado que para él poco se ha conversado, que incluye quizás intimidad para muchos, o también privacidad. El profesional, comentó que el ámbito sexual se ve igual de impactado que el físico o el emocional.

Esto, porque en el proceso de estar intubado se debe administrar un catéter por la uretra, el que llega hasta la vejiga para facilitar la salida de la orina. Y es por eso que también se generan lesiones, incomodidades y dolores, lo que para alguien alejado del área de la salud, puede significar un obstáculo muy difícil de enfrentar.

No están solos, las decisiones pesan

El periodo en que Edmundo estuvo internado también fue acompañado desde afuera con cadenas de oración, ya que hubo personas que incluso sin conocerlo se sumaron a estas instancias. Él también lo sintió así.

Recién el pasado 15 de marzo, volvió a cruzar la entrada del Hospital, esta vez para retomar sus labores. Un paso que permitió motivarlo aún más en su rehabilitación.

Casi cuatro meses luego de su contagio, el enfermero fue crítico en la responsabilidad que tiene cada persona, más aún, sabiendo que expone a un familiar a enfermarse, lo que incluso podría desencadenar en su muerte.

“Es triste estar doliendo a alguien, y uno cuando tiene esta edad todavía no ha ido a los suficientes velorios para poder esta acostumbrado al dolor (…) Nosotros trabajamos mucho con la muerte también. La gente se muere con nosotros, nosotros vemos como se apagan las personas, no nos es extraño, por lo tanto es mucho más llevadero para la familia de salud hospitalaria”, reflexionó.

Eso sí, agregó que “ver morir a alguien es tremendo, ver a alguien grave es tremendo, es devastador para la familia”.

Su experiencia le sirvió para conocer el otro lado de una enfermedad. El haber estado contagiado le permitió saber que muchas personas pueden saberlo, pero muy pocas realmente se preocupan de cómo está un paciente con covid.

Desde su punto de vista, el individualismo es una característica inculcada en la población, y de ahí llamó a cambiar esto en la sociedad por un discurso de trabajar unidos, de mirar a quien esta al lado como un ser que también necesita ser protegido en medio de esta pandemia.

Junto con el mensaje que entregó tras regresar de su grave periodo por coronavirus, también destacó la intensa labor de los equipos de salud que lo atendieron.

A pesar de trabajar también en un recinto hospitalario, fue claro en decir que el cansancio que ya se hacía ver hace unos meses no es el que ahora llevan las personas que se desempeñan en el rubro, pero que no han cesado de poner de sus propias fuerzas para sacar adelante a un paciente que se debate entre seguir o morir conectado a máquinas que sostienen su vida, debido a esta emergencia sanitaria a nivel mundial.