El picaflor de Arica (Eulidia yarrellii) es el ave más pequeña de Chile, una de las más diminutas del mundo, y actualmente se encuentra en peligro crítico de extinción.

Si a principios de 2018 sólo quedaban 316, a octubre de este año se registran 300 ejemplares, los que recién pueden comenzar a ser observados a partir del kilómetro 33 del Valle de Azapa, cuando la agricultura da paso a un ambiente menos intervenido por el hombre.

Su habitat natural sufrió con la llegada de los cultivos, los pesticidas y las mallas antiáfidos, lo que generó el declive y muerte de su población.

No obstante, según consignó La Estrella de Arica, la reforestación podría jugar un papel clave a la hora de detener su desaparición.

Los agricultores de áreas como Hijos de Livilcar, La Cruz y Surire junto a la agrupación campesina Andina manifestaron su deseo de apoyar la conservación de esta especie.

“Creemos que preservar al picaflor de Arica es una labor social porque sabemos que al construir invernaderos hemos destruido su hábitat y queremos recuperar ese espacio para devolverle algo a la tierra por todo lo que nos ha dado”, dijo al medio el presidente de la organización, Jaime Marcas.

Las labores de reforestación se llevarán a cabo junto al equipo del proyecto Conservación de Especies Amenazadas, lo que irá acompañado de un programa de educación ambiental.

Por su parte, el presidente de la Asociación Indígena de Agricultores del sector Surire, Alfredo Calizaya, dijo que decidieron “estar organizados para tener participación directa en los proyectos”.

Pero la situación del picaflor de Arica es compleja hace años. Ya en 2012 se catalogaba como una especie en peligro, junto con su par de Juan Fernández, el zorro chilote, el gato andino, el huemul, la taruca, el canquén colorado, el gaviotín chico, el tricahue, y el rayadito de más afuera.