Por casi una década, nadie supo qué le había ocurrido a Miriam Hussein-Deb. Eso, hasta que un oficial de la PDI que hace de enlace en La Paz se la encontró deambulando por las calles de la capital boliviana. Pese al largo periplo para repatriarla, nadie la esperaba en Chile con los brazos abiertos. La mayoría de quienes conformaban su entorno cercano están muertos y su única hija no pudo hacerse cargo de ella. La historia es de la Unidad de Reportajes de BioBioChile.

El subcomisario de la PDI, Erwin Cea, recibió una información que lo obligó a dirigirse rápidamente al centro de La Paz, en Bolivia. Las referencias eran escasas y mientras subía y bajaba pendientes en la capital vecina intentaba comprobar la veracidad del aviso.

Rodeado de edificios administrativos y a más de 3.600 metros de altura, finalmente supo que el dato que le había llegado era cierto: una adulta mayor chilena, a quien se le había perdido el rastro hace nueve años, estaba viviendo como indigente en calles extranjeras, con esquizofrenia y sin nada más que dos bolsas de feria como pertenencias.

Su extravío hace casi una década es todo un misterio. Nadie sabe cómo fue a parar a La Paz. No existe registro en ningún paso fronterizo y casi todas las personas de su entorno están muertas.

—Es un gran misterio, por eso técnicamente desapareció, se esfumó —describen hoy las autoridades.

El primer encuentro

Cuando encontraron a Miriam Hussein-Deb, el 9 de marzo de 2021, estaba en misérrimas condiciones. Su vestimenta estaba rasgada y desaseada por completo y su cabello era una masa imposible de desenredar. Sus uñas medían casi cuatro centímetros y usaba unas zapatillas de descanso para recorrer las calles de la capital boliviana. 61 años es su edad oficial, pero los surcos en su rostro la hacen representar mucho más.

Quien la encontró fue Erwin Cea, subcomisario de la Policía de Investigaciones y oficial de enlace en Bolivia. Si bien tiene 19 años de servicio, este caso lo marcó de una manera profunda. Cuando encontró por primera vez a Miriam, se le hizo un nudo en su garganta.

—Me dio mucha pena porque estaba en condiciones deplorables. Yo me presenté y le pregunté si quería volver a Chile. Me dijo que sí. Quise indagar más, pero se asustó y se alejó. Agarró sus dos bolsas y cruzó la calle.

Tras este primer encuentro Cea se dio cuenta que estaba desorientada y necesitaba ayuda inmediata. En conjunto con el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través del Consulado Chileno, comenzó un trabajo en equipo que tomó tiempo. Debieron esperar casi una semana para poder sacarla de la calle.

Captura de pantalla Bolivisión

Lazos de confianza

Así, Erwin comenzó a visitarla todos los días. La observaba y le conversaba para crear un vínculo de confianza, a fin de saber cómo ayudarla sin que huyera. Se aseguró que estuviera en el mismo lugar y se percató que Miriam no se movía de ese perímetro.

Con el transcurso de los días, el detective descifró cómo la mujer sobrevivió casi cuatro años en calles desconocidas.

—Nunca pedía, sino que vivía de la caridad. La veían indefensa y le llevaban pancito, comida o le daban dinero.

Tal como describe el funcionario de la PDI, la mujer no quedó en la calle por voluntad propia o porque alguna adicción dominara su vida. Una enfermedad era la responsable que no se diera cuenta de la realidad que estaba viviendo, y eso mismo no le permitía volver a Chile ni pedir la ayuda necesaria.

Además de la exposición al frío con temperaturas que bordean los cero grados Celsius, Miriam no contaba con ninguna protección para la crisis sanitaria vigente. Vivía un riesgo latente de ser víctima del virus, la delincuencia y la altura. Por lo mismo, el desafío fue sacarla de esa condición.

—Para mí era un caso de vida o muerte. Si nosotros no la sacábamos se iba a morir —declara el PDI.

Policía de Investigaciones

Indocumentada

Bajo esa premisa y ante la compleja tarea, el subcomisario y el Consulado decidieron pedir ayuda. Una de las primeras diligencias fue investigar cuánto tiempo llevaba viviendo así, y tras unas llamadas a migraciones de Bolivia y Chile, la información fue nula: no existía ingreso ni egreso migratorio de Miriam. Ningún control fronterizo sabía la fecha exacta en que dejó el territorio nacional ni cuándo ingresó al país vecino.

El cónsul chileno Juan Carlos Fernández, explica a BioBioChile que posiblemente entró por un paso no habilitado o fuera de control policial.

—Es un gran misterio cómo ingresa (a Bolivia). Por eso se dice que técnicamente desapareció, se esfumó.

La cronología estimativa se basó en los testimonios de la misma gente que le llevaba comida. Ellos calculaban que hace cuatro años vivía como indigente. Los cinco años restantes están en la penumbra. Nadie tiene rastro de qué hizo o dónde estuvo, pues no existe registro desde 2012. Nunca se ingresó una orden de persona extraviada y casi toda su red de apoyo está muerta.

—Muchas veces la vulnerabilidad social provoca ciertas invisibilidades. Cuando se ve a una persona de la calle mucho tiempo, la ves como parte del entorno —cuenta el cónsul.

Ante estos nuevos antecedentes vino una nueva línea de acción: solicitar ayuda en el Centro de Rehabilitación San Juan de Dios en La Paz. Tras una reunión con la directora, Miriam fue admitida gracias al Seguro Universal de Salud, es decir, su atención fue gratuita. Erwin relata:

—Era prácticamente imposible (que la aceptaran) porque no era boliviana, pero tras una llamada me dicen que sí. Yo estaba muy contento porque lo más importante era estabilizarla.

Fue así como la mañana del 16 de marzo, el equipo de Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen boliviano facilitó el transporte. El mismo coronel de la unidad decidió ir en ayuda. Al principio la mujer se rehusó, pero finalmente accedió con una condición: ir sentada en el asiento de adelante de la camioneta. Como copiloto.

De funcionario a padrino

Fueron 54 días los que Miriam estuvo en tratamiento. El diagnóstico fue esquizofrenia. Angela Vera, psiquiatra del Hospital San Juan de Dios, cuenta a este medio que Miriam fue valorada con un trastorno psicótico.

—Su juicio de realidad estaba distorsionado y se movía en base a conductas delirantes. Tuvimos que iniciar un tratamiento con antipsicóticos.

Como explica la facultativa, es poco frecuente que los pacientes lleguen sin familiar. Según los datos que recibió pudo detectar que hace muchos años fue diagnosticada con esquizofrenia en Chile, pero también en Perú, cuando en 2011 fue encontrada y tratada por una conducta desorganizada.

—Considerando que esta psicosis es una enfermedad crónica sin cura, Miriam debe mantener su medicación de forma indefinida y tratarse de por vida.

En todo ese tiempo y ante la falta de red familiar, el subcomisario pasó a ser su padrino en el centro y la visitaba constantemente. Así también se hizo cargo de conseguir atenciones médicas con diferentes especialistas, un desafío personal porque las horas se entregan en la mañana y son limitadas.

—Me pasó muchas veces que llegaba a la fila a las 05:00 de la mañana, esperando que salieran a las 07:30 a entregar los números, y como había gente antes me quedaba sin cupos —se lamenta el detective

Entre tantas travesías finalmente logró conseguir todas las horas para que Miriam fuera atendida por cinco especialistas diferentes. En cada uno de esos trayectos veía a su compañera de viaje más compensada, conversaba con claridad y crearon una amistad donde la confianza jugó un rol fundamental.

Tras casi dos meses internada fue dada de alta. Sólo restaba repatriarla a Arica, lugar desde donde se le perdió el rastro. Para solicitar su salida tuvo que hablar con Cancillería porque cada día que pasó en Bolivia de forma irregular era constitutivo de una multa.

Por ende, se solicitó una salida administrativa y se condonó su deuda. La Prefectura de Inmigraciones de la PDI Arica la recibió en el paso fronterizo Chungará. Se coordinó a través de la Seremi de Salud de Arica y un Hogar de Ancianos en el Valle de Azapa, una estadía para que pudiera pasar la cuarentena.

—Le pudimos devolver la dignidad. Con 61 años tiene toda una vida por delante. Es justo que ella tenga derecho a disfrutar la vida —declara el subcomisario.

Policía de Investigaciones

Redes de apoyo

La vuelta a Chile, sin embargo, no fue del todo feliz. Cuando Miriam llegó hizo su cuarentena en el Hogar y fue trasladada hasta el Hospital de Arica, lugar en el que permaneció hasta que el Servicio de Desarrollo Social y el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) le encontraron un lugar permanente en alguna residencia.

Según un medio de comunicación boliviano, la única persona viva en su red de apoyo es una hija que vive en Valparaíso. Cuando le avisaron que encontraron a su madre, su primera reacción no fue salir corriendo a sus brazos.

—Yo en estos momentos no cuento con medios para tenerla, ya que no tengo casa ni nada. Lamentablemente sus facultades mentales no estaban bien y ocurrieron situaciones de violencia que me llevaron a apartarme del lado de ellos —contó su hija, su único familiar con vida, a Bolivisión.

De todos modos, agradece a Dios y a la PDI que la hallan encontrado, y explica por qué no la buscó.

—Estuve sin contacto con ella toda esa cantidad de tiempo por problemas familiares que ocurrieron.

Por lo mismo, y pese a todo su periplo, Miriam deberá quedar ahora en una residencia de adulto mayor que se encargará de que siga con su tratamiento. Al no tener a nadie que se haga cargo, debe quedar al cuidado de un servicio público. Erwin, por su parte, espera mantener el contacto y visitarla cuando se autorice, sin perder la amistad que crearon.

—Agradezco a Dios y a la vida que me dieron la oportunidad de conocerla y de que se cruzara en mi camino, porque yo aprendí de ella. Haberla ayudado le da sentido a mi misión acá.