“Uno siempre tiene miedo por el hecho de vivir cerca del mar”. Frases de este tipo han ido construyendo un entramado de historias que ponen rostro a la devastación del terremoto y tsunami que afectó a nuestro país el 27 de febrero de 2010.

Las declaraciones como esa incrementan según dónde se ponga la lupa, y más aún cuando se trata de la región del Bío Bío.

En la localidad de Dichato, en Tomé, lo que no derrumbó el terremoto, terminó desapareciendo con las olas que inundaron las calles, convirtiéndola en una de las caras de la tragedia.

Al cabo de unos minutos y cuando la tierra dejó de remecerse con intensidad, el mar ingresó con fuerza en el radio céntrico dichatino, haciéndose paso por las calles y viviendas, así como también por un estero que recorre la localidad.

Los propios vecinos relatan que las olas alcanzaron una altura de al menos dos metros y que el estruendo del arrastre de escombros anunció su llegada entre la oscuridad. He aquí sus testimonios.

Un ruido feroz

Rosa Riquelme nació y creció en Dichato, por lo tanto, puede dar fe de los cambios que ha tenido el lugar en los últimos años. Según contó a BioBioChile, el 27F fue la oportunidad en que vivió un terremoto y tsunami por primera vez.

En su relato, mencionó que en los primeros minutos del sismo, ella y sus hijas no podían mantenerse de pie debido a la intensidad, por lo que una vez que se detuvo, salieron del domicilio a través de una ventana.

Una vez fuera, una de sus hijas le dijo que debían volver a entrar para vestirse y evacuar. “Mi hija me dijo ‘anda vestirte porque después viene algo más”.

Por ello, luego de abrigarse, se dirigieron hacia la parte alta de Dichato para así resguardarse de otra eventualidad. “Arrancamos para el cerro y cuando caminábamos y temblaba, se abría la tierra. Ahí estuvimos toda la noche y nunca terminaba, nunca llegaba el día”.

Mientras esperaban que amaneciera, oyeron a Carabineros anunciando que era seguro volver al centro, ya que la alerta de tsunami había sido suspendida. No obstante, ellas optaron por quedarse en ese lugar por temor a una salida de mar.

“Como a las 4:30 comenzaron los ruidos, las quebrazones de casas, la madera que se quebraba y un ruido tan feroz, se recogió el mar y vino una ola que se llevó todo. Dichato quedó tapado en agua”, sostuvo Rosa.

Cuando el sol iluminó la costa y el mar calmó su ira, los vecinos pudieron volver a sus casas y evidenciar los efectos.

comillas
Cuando llegó el día vimos el destrozo tremendo, fue impactante, fue penoso porque nunca había visto mi pueblo destruido, fue una pena grande.
- Rosa Riquelme

Tras la tragedia, indicó que no pasó mayores necesidades, debido a que el jefe que tenía en ese entonces, se preocupó de proveer alimentos a sus trabajadores. Además, afirmó que mientras esperaba por la solución habitacional, unos profesores chillanejos le prestaron una cabaña, donde vivió por al menos 9 meses.

Con el paso de al menos dos años, obtuvieron sus viviendas definitivas. Sin embargo, según contó, el agua se filtraba a través de las paredes y las reparaciones que iban a hacer “lo dejaban peor”. Por ello los afectados optaron por hacer mejoras por cuenta propia y que tuvieran resultados efectivos.

A 10 años de lo ocurrido, y a través del embellecimiento, Dichato se puso de pie y hoy recibe gran afluencia de visitantes, algo por lo que Rosa se mostró muy agradecida. No obstante, aseguró que algunas cosas empeoraron.

“La gente en Dichato cambió mucho, en lugar de ser más humildes están más altaneros, ya no es esa gente solidaria que había antes, éramos todos iguales. Eso fue lo mas triste del tsunami”, dijo.

Rosa Riquelme | Nicolás Díaz (BBCL)
Rosa Riquelme | Nicolás Díaz (BBCL)

“Uno siempre tiene miedo”

Cuando no trabaja en su carro de comida rápida, Elizabeth Rubio vende pescados y mariscos. Se trata de una labor en la que se ha desempeñado desde hace más de 10 años y, pese a la experiencia, no pensó que el propio mar, que le da el sustento para su familia, la dejaría de brazos cruzados.

Por esos días, un hermano de Elizabeth se encontraba de visita para aprovechar el verano, por lo que durante su estadía, era habitual que se quedaran compartiendo en la noche. La madrugada del 27 de febrero no fue distinto. Según indicó, en los momentos previos al terremoto, jugaban a las cartas hasta que empezó el movimiento.

“Yo nunca había vivido un terremoto y me dio miedo, mi hija estaba en la disco y yo no sabía qué pasaba con ella, me dio pánico, no sabía hasta dónde iba a llegar el agua”, señaló.

Una vez que el remezón llegó a su fin, se vistieron para arrancar hacia un lugar seguro. Incluso, relató que su esposo fue hasta la playa para observar el mar y volvió con una respuesta afirmativa para proceder. “Tuve miedo porque como soy gordita, me daba miedo de correr, iba a llegar el agua y no iba a alcanzar a correr, me dio susto”.

Al igual que Rosa, Elizabeth tampoco pudo ver el mar adentrándose por Dichato, pero sí pudo escucharlo. Según comentó, el ruido que provocó al arrastrar los escombros fue lo suficientemente grande como para oírlo a la distancia.

Flickr | Víctor Lamas
Flickr | Víctor Lamas

Luego que todo volvió a la calma, Rubio dijo que su esposo y sus hijos volvieron al centro, no obstante, ella recién pudo hacerlo dos meses después.

“Mi marido bajó con mis hijos, yo bajé a los dos meses. Tenía pánico que se volviera a salir el mar, cuando pensaba en bajar, pensaba que se iba a salir el mar. Supe de lo que pasó por lo que me contó mi esposo”, aseguró.

El mar destruyó todo lo que tenían, pero con el paso del tiempo pudieron reparar su casa. Ahora, a una década de la tragedia afirma que, en ocasiones, aún tiene miedo debido a que la vivienda se encuentra a cuatro cuadras de la playa.

“Aunque hayan hecho adelantos para que el mar no golpee tan fuerte como golpeó para el 2010, igual uno siempre tiene miedo por el hecho de vivir cerca del mar. Es más fácil que llegue el mar aquí que allá arriba”.

Sin casas, cabañas ni comercio

“Fue algo muy trágico, porque no se sabía lo que estaba pasando. Nosotros evitamos mirar atrás porque nos devuelve la tristeza”, afirmó Cristal Ortega, presidenta de la Cámara de Turismo y Comercio de Dichato al recordar los hechos ocurridos a las 03:34 horas del sábado 27 de febrero de 2010.

El terremoto 8,8 y el posterior tsunami se llevó todo por delante en la zona costera de Tomé, menos la capacidad de sus vecinos de organizarse y levantarse. Un ejemplo de ello, es que a 10 años de la emergencia, la localidad es una de las zonas turísticas más importantes de la región del Bío Bío.

El recorrido para lograr lo anterior no fue fácil y es que muchos quedaron totalmente desposeídos luego que el mar arrasara con casas, cabañas, locales y ahorros.

“En la época que ocurrió el terremoto muchas de las personas mayores que tenían locales comerciales en la zona tenían la tradición de guardar su dinero bajo el colchón. Ellos lo perdieron todo, incluidas las ganancias de la temporada de verano”, afirmó la dirigente.

Flickr | Víctor Lamas
Flickr | Víctor Lamas

A la deriva también quedaron los trabajadores de un supermercado que había sido inaugurado semanas previas a la catástrofe y los dueños de las cabañas.

Por las características propias del sector, Dichato se sustenta -en su mayoría- de la actividad turística por lo que su afectación fue total. A los negocios destruidos se sumó el miedo de los turistas a visitar la zona, elementos que propiciaban un futuro incierto y desolador para sus habitantes.

comillas
“Las personas mayores que tenían locales comerciales en la zona tenían la tradición de guardar su dinero bajo el colchón. Ellos lo perdieron todo”
- Cristal Ortega, presidenta de la Cámara de Turismo y Comercio de Dichato

Sin embargo, el denominado Mall de Dichato vino a revertir la situación, abriendo una oferta laboral a quienes la perdieron tras el movimiento. Avances que se consolidaron con el festival Viva Dichato.

Según Cristal Ortega, el apoyo de las autoridades de turno fue determinante, ya que “más de mil personas emprendieron y hoy pueden decir que están bien, que tienen una nueva imagen que mostrar”.

“Sólo latas y escombros”

Eran las 3:15 horas, cuando Antonio Alomar cerró su restaurante, entonces emplazado en Pedro Aguirre Cerda, para regresar a su casa en el balneario.

“No pasaron ni 15 minutos desde que me quedé dormido, cuando mi hijo me despertó porque estaba temblando”.

Con las luces apagadas, reunió a su familia -sus cuatro hijos, esposa y padres- se subieron al vehículo y se fueron a la población Villa Fresia, ubicada en la parte alta de la zona.

Ahí se mantuvo por dos días, hasta que bajó y pudo ver los efectos de la emergencia. “Post terremoto la gente no encontraba nada, sólo latas y escombros. Era impactante”, precisó quien fue presidente de la Cámara de Comercio.

Frickr | Independiente
Frickr | Independiente

Sin su restaurante y casa, Alomar debió alojar donde un familiar, para luego, con el poco dinero que tenía, empezar a buscar arriendos.

Junto a él, habían más de 300 comerciantes del rubro gastronómico trabajando en la reconstrucción y en levantar la economía. En eso se centraba el trabajo conjunto con las autoridades, además de la necesidad de dar una pronta solución habitacional a los afectados.

Las labores dieron fruto y superaron las expectativas, según el dirigente: “Nadie se imaginó que Dichato sería tan moderno, con esta infraestructura turística, con una nueva costanera, locales y gente”, expresó.

Entre esos recintos se encuentra su restaurant Asturias, el que fue inaugurado a fines de 2012 y se ubica frente a la costanera.

Puente mecano: lo que resta de la reconstrucción

A 10 años de la emergencia, los representantes del rubro gastronómico y turístico, concuerdan que lo que resta en materia de reconstrucción es el puente mecano para conectar la zona norte de la comuna de Tomé.

“Es fundamental porque es una necesidad urgente para Dichato y las localidades aledañas. Eso falta para que la reconstrucción sea completa”, dijo Cristal Ortega.

Alomar agregó que las autoridades deben “poner énfasis al proyecto de avenida Daniel Vera y recordar que existe un compromiso pendiente”.

Pero no sólo eso, también considera necesario que las personas que perdieron sus casas turísticas puedan volver a tenerlas. “Antes del terremoto los locales atendían hasta las 4 de la madrugada porque la gente tenía donde quedarse. Ahora, en cambio, todo el comercio se cierra a las 19:00 horas”.

Ambos aseguran que los dichatinos están preparados para cualquier adversidad y que la zona continuará posicionándose como uno de los mejores destinos de la región del Bío Bío.