La Policía de Investigaciones detuvo a la prófuga exintegrante de la secta de Colliguay Natalia Guerra Jequier, quien se mantenía con paradero desconocido desde marzo de 2017, cuando fue condenada a cinco años de cárcel por el delito de parricidio en el caso conocido como “Antares de la luz”.

Dicha captura fue el resultado de un operativo cuya data de investigación y búsqueda se remonta a abril de 2017, cuando se perdió todo tipo de rastro de la mujer; aunque el caso por el que había sido condenada va aún más atrás e involucra a una secta, a un hombre que aseguraba ser Dios y la muerte de su propio hijo.

“Antares de la Luz” era el alías que utilizaba Ramón Castillo, el líder de la secta de Colliguay y que, junto a otras siete personas, realizaron un ritual para sacrificar a un recién nacido.

De aquel suceso fue parte la detenida, quien el pasado 21 de noviembre de 2012 dio a luz a Jesús Castillo Guerra en la clínica Reñaca. Para la secta el lactante era el “Anticristo”, por lo que con sólo dos días de vida el bebé fue víctima de un ritual en el que su padre, Antares de la luz, lo lanzó a una hoguera para “salvar al mundo”.

Diario El Día
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Cinco meses después, cuando la policía descubrió lo ocurrido, Castillo pasó a ser una de las personas más buscadas. Sin embargo, fue encontrado sin vida en una residencia abandonada en Cusco, Perú.

En paralelo, la policía detuvo a los otros siete integrantes de la secta, entre ellos a la madre de la víctima, Natalia Guerra, quien tras el juicio fue condenada por el delito de parricidio. Pero desde entonces se perdió su rastro.

Pablo Undurraga -uno de los integrantes de la secta- fue declarado culpable de homicidio calificado, por lo que está cumpliendo una condena de 5 años de presidio menor en su grado máximo.

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“Establecimos la identidad de la pareja de Natalia. Estaba oculta y tenía otros nombres que según nuestros procedimientos pudimos establecer que utilizaba”
- Juan Prado, comisario PDI.

Asimismo, el resto de los involucrados fueron considerados sólo como encubridores del hecho. Incluso varios de los involucrados en lo ocurrido alegaron enajenación mental al momento de la muerte del menor.

Eso sí, en su momento el psicólogo forense de la Policía de Investigaciones, Gonzalo Torrealba, expresó que los integrantes de la secta no estaban bajo los efectos de las drogas cuando llevaron a cabo el sacrifico y posterior muerte del recién nacido.

“Los hechos acontecidos aquel día 23 de noviembre en horas de la noche, no fueron suscitados a propósito del consumo de la ayahuasca”, sentenció.

Descuido clave

Como sea, este martes, una serie de diligencias -y un descuido de esta mujer- permitieron a la policía dar con el paradero de Guerra al interior de una parcela en Isla de Maipo.

Según detalló el comisario Juan Prado, su rastro fue encontrado en Calera de Tango, cuando a la mujer se le quedaron unos documentos en una de las viviendas que habitó, los que fueron llevados ante las autoridades por el nuevo arrendatario. “Ahí establecimos la identidad de la pareja de Natalia. Estaba oculta y tenía otros nombres que según nuestros procedimientos pudimos establecer que utilizaba”, subrayó la autoridad.

Sin embargo, el operativo no estuvo exento de dificultades. Guerra intentó escapar de la policía por los patios de la parcela. Incluso, la mujer vivía prácticamente recluida sin dejarse ver en el exterior, resguardando su identidad y cambiando su aspecto físico.

La mujer se cambiaba de domicilio constantemente, cada aproximadamente un año y ni siquiera salía siquiera a comprar, sino que sería su pareja quien hacía los encargos.

Con todo, Natalia Guerra fue entregada a Gendarmería, quien la trasladó a la Cárcel de Mujeres de San Joaquín para cumplir su condena de cinco años de presidio por el delito de parricidio.