A principios de octubre, el diputado del Movimiento Autonomista, Gabriel Boric, salió con licencia por unas semanas del Congreso producto de un Trastorno Obsesivo Compulsivo que lo aqueja hace años.

Tras su caso, y también por Instagram, su par de Revolución Democrática, Renato Garín, admitió sufrir un trastorno del sueño que lo lleva a sentir una “ira tenebrosa, vengativa y oscura”.

“El niño de la foto soy yo. Tenía apenas 5 años y era enormemente feliz en mi hermosa casa en Melipilla. El niño de la foto hoy tiene 32 años y es diputado de la República”. Así partió su relato el legislador, tras lo cual explicó en detalle su situación.

En concreto, su padecimiento comenzó hace once años, uno que lo llevó a enfrentar a la Comisión de Ética -instancia de la que participaba y renunció- producto de una acusación por agresiones físicas y verbales en contra de una funcionaria de su bancada.

A eso se suma otra acusación por maltrato, pero en contra de la consejera regional -de su mismo partido- por Santiago Oriente, Sofía Valenzuela.

“No es que yo ‘no quiera’ dormir, sino que me resulta imposible llegar a dormirme”, contó Garín, pese a que en una buena noche puede conciliar el sueño por entre cuatro y cinco horas.

Debido a lo anterior, aseguró que ha desarrollado una capacidad “para ser productivo de noche”.

“Escribí libros exitosos, dibujé profundas cartas de amor, leí, comí, bebí, fumé, bailé, sonreí, lloré, saqué tres magísteres, contemplé al ladito a algunas dulces compañeras dormir, luego de esa explosión de vida que llaman ‘orgasmos’. Todo de noche”, reveló.

Con respecto a sus episodios de furia, Garín explicó que la falta de sueño aumenta los niveles de cortisol, hormona esteroidea que “eleva el estrés, la tristeza e incluso la ira. La ira ha sido un sentimiento que me ha visitado a menudo este año”. escribió.

Además, “la falta de sueño me genera melancolías abismales llenas de sensibilidad. Esa dualidad es difícil de sobrellevar”.

De esta manera, el diputado opositor entendió este año que tiene un problema y que debe “intentar vivir mejor”.

“Para mejorarme debo enfrentar la verdad. Y también recordar quién soy. Debo dormir, debo recordar que quiero ser feliz, recordar que hay tanto por qué luchar, recordar que hay tanto por qué vivir (…). Debo recordar, en el fondo, que el niño de la foto sigo siendo yo”, finalizó.

Su confesión ocurre a días que testigos los vieron llorando en la Sala de la Cámara, consignó La Segunda.

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El niño de la foto soy yo. Tenía apenas 5 años y era enormemente feliz en mi hermosa casa en Melipilla. El niño de la foto hoy tiene 32 años y es Diputado de la República. Y, en esa calidad, debo ser lo más sincero posible. Asesores y expertos recomiendan mostrarse "fuerte" y no desnudar "debilidades". La verdad, es que prefiero la verdad. Empezó hace once años. Hoy ya sé cómo llamarlo: Trastorno del Sueño. No es que yo "no quiera" dormir, sino que me resulta imposible llegar a dormirme completamente. Desde hace once años, he desarrollado una capacidad para ser productivo de noche. Escribí libros exitosos, dibujé profundas cartas de amor, leí, comí, bebí, fumé, bailé, sonreí, lloré, saqué tres magísteres, contemplé al ladito a algunas dulces compañeras dormir, luego de esa explosión de vida que llaman "orgasmos". Todo de noche. En mis tiempos de estudiante, en la Chile, se reían de mí: "Dicen que no duerme". Lo malo es que era cierto. No dormía. El asunto fue empeorando con los años. Dormía poco cuando vivía en Nueva York, no por juerga o por bohemio, que lo soy también, sino porque no podía. Parecido fue en Oxford, donde terminé acostumbrado a estudiar con la luna. Una noche promedio duermo entre 4 y 5 horas, aunque hay otras en que no duermo nada. El problema es el día que comienza. La falta de sueño dispara los niveles de cortisol. El cortisol eleva el estrés, la tristeza e incluso la ira. La ira ha sido un sentimiento que me ha visitado a menudo este año. Una ira tenebrosa, contra hechos y actitudes, una ira vengativa y oscura. Así, también, la falta de sueño me genera melancolías abismales llenas de sensibilidad. Esa dualidad es difícil de sobrellevar. Este año he visto, con total claridad, que tengo un problema y que debo intentar vivir mejor. Y para mejorarme debo enfrentar la verdad. Y también recordar quién soy. Debo dormir, debo recordar que quiero ser feliz, recordar que hay tanto por qué luchar, recordar que hay tanto por qué vivir. Que ya no quiero esta pena en mi corazón, que ya no quiero esta ira en mis días, que ya no quiero esta melancolía en mis noches. Debo recordar, en el fondo, que el niño de la foto sigo siendo yo.

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