Es frecuente escuchar hablar sobre la observación internacional electoral en período de elecciones polémicas. En los comicios presidenciales de Honduras se cuestionó su ausencia, en Venezuela participó una misión de la Unión Europea que fue finalmente tachada de “espía” por Nicolás Maduro, en los Estados Unidos operó pero no pudo evitar los episodios de violencia electoral que culminaron con el asedio al Capitolio por parte de una turba trumpista.

Actualmente, varias organizaciones internacionales y privadas preparan este tipo de misiones, como la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea (UE), la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Centro Carter, por mencionar algunos. Pero ¿Qué son? ¿Cómo funcionan? ¿Qué es lo que “observan” para constatar si una elección se da o no de forma limpia?

Marta Lagos, fundadora de Mori Chile, ha participado en una veintena de estas misiones, en sus propias palabras desde “cuando cayeron los países de la Unión Soviética”, debiendo observar también por complejas situaciones electorales en África.

Desde su experiencia, explica que “normalmente lo que sucede es que nombran a un personaje de primer nivel, mundial como un exvicepresidente o un expresidente Estados Unidos o de algún país que tenga mucho prestigio” para encabezar esta misión. En ella, son acompañados por un conjunto de hasta 20 o 30 personas de múltiples nacionalidades y que están involucradas en asuntos electorales.

Entonces, se toma contacto con las autoridades locales y se dispersa a estos enviados por el territorio. “Estas personas van entonces a locales críticos de votación dispersos por todo el país, se conectan con el servicio electoral… y observan. Observan como se constituye la mesa, como la gente va a votar, cuáles son los apoderados, qué garantías tiene la oposición y cuáles son las decisiones que eventualmente puede hacer la autoridad ese día”.

“Cada uno está a cargo de una zona, se recorren varios locales de votación y se observa por supuesto también el conteo de los votos”, agrega.

“O sea, todos los elementos que tienen que ver con esta vía electoral. Por ejemplo, las facilidades de acceso, el transporte, la inscripción, si hay gente que llegue a inscribirse a un lugar y no está inscrito ahí, sino que en otro”, detalla la especialista. “Es decir, cual es la justicia electoral, si uno quiere presentarlo de esa manera”.

Finalmente, tras la observación, los enviados deben presentar sus reportes con el mayor detalle posible.

“Después de eso, entonces hay una reunión final de toda la gente que hizo observaciones, se hace un informe, y se entrega un veredicto de qué fue lo que se observó en base a la pauta”, explica.

“En el fondo se observan los elementos de la integridad electoral, que tienen que ver tanto con los derechos de la persona, el tener acceso y derecho igualitario de ejercer el voto”, explica Lagos. Asimismo, se toma constancia de que ningún votante “vaya a ser presionado, que tenga un lugar tranquilo donde poder votar, que tenga un lápiz, etc, toda esa parte logística.

Igualmente, se debe tomar nota de los imprevistos: “También observan poblaciones que quedan excluidas de ir a votar por circunstancias que no dependen de ellos. Que haya una inundación o que un puente se rompió, por ejemplo. Todos esos aspectos logísticos, no logísticos, de acceso y de derechos se observan en una misión de observación”.

¿Y cómo funcionaría en Chile?

En Chile, explica Marta Lagos, si bien no hay misiones de observación electoral, sí se han presentado muchos periodistas que funcionan como los ojos del mundo en los últimos comicios, que han sido particularmente históricos y polémicos.

“El caso chileno es sumamente simple, porque Chile tiene una población que, yo creo que el día ya es el 90% urbana, entonces no pasa como en muchos países africanos, o muchos países asiáticos, donde una gran cantidad de población está lejos, está aislada, está dispersa”, estima Lagos.

Sin embargo, no por ello son inexistentes los signos de supresión electoral: “Eso no pasa, pero sí hay limitaciones para ir a votar en términos económicos, de la gente que no tiene plata para pagar el boleto del bus y que no va a votar por eso, porque el local de votación queda muy lejos, porque el Servel no puso a disposición del votante un local cercano, sino que uno lejano”.

“Eso es una limitación para ejercer el derecho a voto y eso debería ir en un reporte de observación de elección. Eso, por ejemplo, sería un elemento de crítica en el caso chileno”, apunta, recordando que cerca de la mitad del país se resta de los comicios por motivos aún no desglosados. “Como observadora en mi propio país, diría inmediatamente que ese es uno de los impedimentos que tienen los chilenos”.