Tras una semana desde que la gente que vivía en una casa okupa en Saint-Ouen fue expulsada, y desde entonces, decenas de personas acampan frente al Ayuntamiento de la ciudad.

La prefectura del departamento afirmó que el desalojo “cumplía con requisitos de seguridad” porque “el lugar presentaba riesgos de incendio demostrados”
. Pero “quisimos cumplir con todas las normas de seguridad pública: compramos detectores de humo, extintores, conseguimos las canecas de las basura comunes, pusimos horarios límite para taladrar y otras maniobras ruidosas de la construcción”, comenta Marco Ávila quien vivía en la fábrica.

Según cuenta la periodista de RFI, Angélica Pérez, quien estuvo reporteando en el lugar, al enterarse en mayo de que había una orden de expulsión, intentaron negociar con la Alcaldía de Saint-Ouen, propietaria del terreno y de los locales abandonados, para que les permitiese pagar la luz, el agua y un alquiler abordable, pero no sucedió.

La Alcaldía de Saint-Ouen esgrime como argumento la construcción de una escuela en ese edificio, pero hasta el momento, no existe ningún permiso para transformarlo en establecimiento escolar.

Situación de calle

Después de la evacuación, algunas personas, como las mujeres embarazadas o las familias con niños de menos de tres años, pudieron alojarse en hoteles temporalmente, pero al cabo de una semana tuvieron que unirse al campamento frente al Ayuntamiento.

En ese campamento improvisado, se encuentra Margarita, quien sufre una invalidez del 80%. “Cuando nos expulsaron me dijeron que podía ir a uno de esos hoteles sociales. Pero en los tres que me asignaron fui devuelta por ser discapacitada. No podían garantizar mi seguridad, me decían antes de cerrarme la puerta en la cara”, denuncia la mujer.

“Llamé al 115 [servicio de emergencia] un montón de veces sin que me contestaran nunca. La situación es muy complicada, vamos a tener que dormir aquí, estamos buscando carpas”, lamenta por su parte Edwin Bravo, un padre de familia colombiano. Su solicitud de asilo le fue negada y, hace un tiempo, se quedó sin trabajo:

“No podía seguir pagando el alquiler de la casa en la que vivíamos con mi mujer y mis dos hijos. Por eso, cuando nos hablaron de ese lugar, decidimos vivir ahí”.

Solidaridad de los residentes de la zona

“Uno no quiere nada regalado del Estado francés. Nosotros trabajamos porque a eso vinimos, queremos ser honrados y pagar un apartamentico decente”, afirma Julia que se desplaza todos los días de punta a punta de la ciudad para limpiar casas.

Habitantes y asociaciones se turnan desde hace una semana para llevar a la gente evacuada ropa y alimentos, entre otras cosas:
“Cuando vimos el tiempo, hicimos llamadas para traer lonas y necesitamos más, y también carpas”, comenta para el diario Le Parisien Aliénor Turpin, del colectivo Saint-Ouen Se Rebiffe (Saint-Ouen se rebela), que multiplica los llamados en las redes sociales.

Unas 100 personas se juntaron el pasado 2 de agosto frente al Ayuntamiento, y una nueva convocatoria está prevista para este viernes.