Aunque en el congreso de los ‘tories’ pocos apoyan los planes de la primera ministra para el Brexit, los militantes prefieren evitar un cambio de gobierno cuando faltan seis meses para la fecha límite para el divorcio.

Martin Williams y Brenda Charles, representantes locales de Weston-super-Mare (suroeste de Inglaterra), forman parte de los pocos privilegiados del Partido Conservador en haber podido reunirse con Theresa May durante el congreso, que empezó el domingo y continúa hasta el miércoles.

May les presentó detalladamente el llamado plan de Chequers, que prevé una relación comercial estrecha con la Unión Europea tras el Brexit.

“No soy un gran fanático” del plan “pero después de escucharla, estoy dispuesto a darle una oportunidad”,
dice Martin Williams, de 32 años.

“Yo también”, asegura Brenda Charles, “tengo fe en ella, fue optimista en cuanto a la posibilidad de obtener el mejor acuerdo posible. En su lugar, otros ya habrían abandonado”.

Ambos lamentan las peleas de liderazgo que socavan al partido y le impide tratar otros problemas que no sea el Brexit.

“Hay que parar con las chiquilladas”, reclama Williams. “Queremos un plan para el futuro. Los jóvenes necesitan optimismo en vez de que les hablen constantemente sobre el Brexit”.

En la sala del congreso, que se celebró en Birmingham (centro de Inglaterra), el plan Chequers acumula críticas. “No lo quiero. Ese plan nos mantendría en el mercado único. Quiero una ruptura total”, dice Imeda Dixon, de 71 años, delegada de Derby (centro).

Su marido, Alan, de 72 años, no esconde su desconfianza con la primera ministra. “No escucha a la gente. Es lo mismo que durante las elecciones legislativas” de 2017, cuando May perdió la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes, estimó.

Aunque aprecien al diputado antieuropeo Jacob Rees-Mogg, un “hombre honesto que dice lo que piensa”, Imelda y Alan no quieren un cambio inmediato al frente del partido. “Es mejor esperar que el Brexit pase”, lo que debería suceder el 29 de marzo de 2019.

“Necesidad de cambio”

Al margen del congreso, un diputado conservador y exlíder del partido antieuropeo UKIP, Nigel Farage, se reunieron con varios centenares de personas para una conferencia organizada por el grupo ‘Leave means Leave’, que defiende un divorcio sin condiciones con la UE.

En la sala decorada con carteles “Save Brexit” (“Salvar el Brexit”), los militantes piden la dimisión del gobierno actual, cuanto antes mejor.

“Necesitamos un cambio, no cabe duda”, asegura Stuart Lloys, de 50 años, que milita en la sección local de Sutton Coldfield, un suburbio de Birmingham.

“Theresa May y algunos de sus ministros se niegan a aceptar el resultado del referéndum, es de allí que surge el problema”, estima. “Es el voto más importante de la historia británica, y para concretarlo tenemos a alguien que votó en contra” de una salida de la UE.

Para reemplazarla, el militante sugiere al exministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson. “Si no es él, tendrá que ser alguien que comparta su visión”.

Tener a un antieuropeo al frente del gobierno es el temor de muchos militantes conservadores, favorables a un segundo referéndum, que el domingo se manifestaron en Birmingham junto a miembros del laborismo o de los liberales demócratas.

“Los conservadores tienen una larga tradición de cercanía con Europa”, afirma Nicholas McLean, un exconsejero municipal del barrio londinense de Kensington y Chelsea.

“Me siento traicionado por Boris Johnson, por Jacob Rees-Mogg”, lamenta. “Hay una larga lista de personas que consideran este tema de manera obtusa y para nada realista”.