La victoria de los conservadores en las legislativas del lunes en Noruega permitirá a la primera ministra, Erna Solberg, seguir en el cargo, pero con una mayoría más débil y aliados cada vez menos dispuestos a hacer concesiones.

Solberg, de 56 años, es una dirigente popular en este país de 5,3 millones de habitantes y la primera conservadora en más de 30 años en ganar dos elecciones legislativas seguidas.

Con la ayuda de dos pequeños partidos de centroderecha, su coalición de conservadores y populistas del Partido del Progreso, conocido por su postura anti inmigración, alcanzó una corta mayoría de 89 escaños de los 169 del parlamento, según resultados oficiales casi definitivos.

“Tenemos un mandato de cuatro años más porque tuvimos resultados, hicimos lo que habíamos prometido”, proclamó la premier ante los militantes.

Los conservadores hicieron campaña con la promesa de continuar bajando impuestos para sostener la economía mientras que la oposición, liderada por el laborista Jonas Gahr Støre, defendió aumentar los impuestos, en particular a los más ricos, para reducir desigualdades y consolidar el Estado de bienestar.

No obstante, la aritmética electoral promete a los vencedores un futuro complicado.

Los conservadores de Noruega —el mayor productor de hidrocarburos de Europa occidental— han logrado resistir la crisis del sector petrolero y la de los migrantes, pero la derecha ha perdido siete escaños en comparación a la legislatura que empezó en 2013.

Ahora los conservadores necesitan más que nunca unidad para gobernar, sin embargo los resultados pusieron en evidencia las dificultades que tendrá el nuevo Gobierno.

Hasta ahora, la administración saliente era minoritaria en el parlamento y sólo necesitaba el apoyo de uno o dos partidos de centroderecha —demócratacristianos o liberales— para gobernar.

Ahora, estas pequeñas formaciones son matemáticamente indispensables para la primera ministra Solberg y los desacuerdos con los populistas son cada vez más tajantes.

Los demócratacristianos ya descartaron unirse formalmente a un Gobierno que incluya a miembros del partido del Progreso, sin el que Solberg tampoco podría gobernar. “No podemos dar garantías para los próximos cuatro años”, advirtió su líder, Knut Arild Hareide.

Primera ministra Erna Solberg por Haakon Mosvold Larsen | Norway OUT | Agence France-Presse
Primera ministra Erna Solberg por Haakon Mosvold Larsen | Norway OUT | Agence France-Presse

Un nuevo Gobierno sin acuerdos

Sin un acuerdo formal de cooperación, el próximo gobierno de Solberg estará obligado a llevar a cabo difíciles negociaciones sobre cada tema para obtener el respaldo del centroderecha, que se niega a darle un cheque en blanco.

Debido a esta situación, las concesiones y los compromisos serán numerosos, por lo que se trata de una “victoria agridulce”, según la portada del periódico Dagbladet.

“No está claro que sobrevivan durante cuatro años”, advirtió el líder de la Izquierda Socialista, Audun Lysbakken, uno de los pocos que salió ganando en unos comicios fragmentados, aunque el partido continúa en la oposición.

Knut Heidar, un politólogo de la Universidad de Oslo, también cree “poco probable que el Gobierno aguante cuatro años” más. “Pienso que el tema de la inmigración, o quizás el de la relación centro-periferia, terminará por hacer que los democristianos tumben el gobierno”, explicó a la AFP.

Kåre Willoch, el único primer ministro conservador en obtener dos mandatos consecutivos, no pudo terminar su segundo gobierno y cayó en 1986.