Es una historia que está dando la vuelta al mundo, pero girando a diario en la mente de las víctimas.

Se trata de las hermanas Fortney, quienes después de evadir el tema hace 3 años, rompieron su silencio, incluso entre ellas mismas, para hablar abiertamente de la situación que las marcó de por vida.

El padre Augustin Giella, era un amigo “de confianza” de la familia. Se sentaba a menudo a comer con ellos. Daba las gracias en la mesa de los Fortney.

“Era como un abuelo. Nos compraba todo, nos daba caramelos, nos sacaba. Nos daba todo, ropa, juguetes, todo”, relató a la cadena CBS Teresa Fortney-Miller, una de las cinco abusadas sexualmente por el sacerdote de la Diócesis de Harrisburg, Pensilvania.

Patty, Lara, Teresa y Carolyn son 4 de las 5 hermanas que decidieron hablar con la prensa de lo que vivieron junto al religioso. Tenían 13, 10 y 6 años, cuando comenzaron los abusos. Carolyn, tenía apenas 18 meses de vida.

La mayor recuerda perfectamente todo. “Él estaba constantemente abrazándome frente a ellas, besándome frente a ellas, tratando de poner su lengua en mi boca”.

“Necesitaba saber el tamaño de mi copa (sostén)”. Para tratar de entender lo que sucedía, la adolescente dice que se recordaba continuamente: “Es mi sacerdote. Es el mediador entre Dios y el hombre. Esto está bien”.

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La menor de todas, comprendió un día lo que le había ocurrido. “Estaba viendo una película de un sacerdote molestando a los monaguillos y ese es el día en que lo hice”. Tenía para ese entonces 12 años.

Lara, recuerda la forma en que todo transcurría en una aparente normalidad. “Incluso en la mesa de nuestra cocina, pasaron cosas frente a mis papás de las que ellos no se daban cuenta”.

Ahora, quieren compartir su historia para evitar nuevos abusos o destapar más casos.

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Sin castigo terrenal

Augustin Giella, se retiró en 1989 como sacerdote, pero continuó viendo a la familia. Sin embargo, las cosas cambiaron para él en 1992 cuando un familiar de los Fortney, encontró en el cajón unas fotografía de Carolyn desnudas. Tenían todas las características de pornografía infantil y habían sido tomadas por el sacerdote.

Los padres de las niñas decidieron denunciar el caso a la Diócesis y a las autoridades.

“Es desconcertante”, declaró Ed Fortney, el padre de las víctimas. “Tengo que contemplarlo probablemente durante los próximos 10 años, el– averiguar dónde diablos me equivoqué, ¿sabes?”

En 1992, Augustin Giella, fue arrestado bajo cargos de agresión sexual, poner en peligro a un niño y de pornografía infantil.

Sin embargo, murió un año después, mientras esperaba el juicio en su contra.

La Diócesis de Harrisburg, en ese entonces no emitió una disculpa para los Fortney. Esta, llegó hace algunos meses cuando la actual administración de la iglesia en Pensilvania, envió una misiva a la familia. Calificó a Giella como un “monstruo que cazaba a niños inocentes”.

También reconoció que el caso de las hermanas Fortney fue mal manejado y que quienes estaban en el poder en ese momento no pudieron protegerlas.

Lo anterior, tomando en cuenta que Giella, forma parte de los 300 sacerdotes implicados en abusar sexualmente de 1.000 niños en varias Diócesis estadounidenses.

Giella estuvo en seis de estas desde Pensilvania a New Jersey.

Creo que habrá un cambio”, dijo Teresa Fortney-Miller. “Rezo para que haya un cambio porque nadie debería vivir así con este dolor. Nadie debería hacerlo. Es todos los días. Pero tengo esperanza ahora. Lo hago”.

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