Pese a la suspensión progresiva del confinamiento, multitud de barreras de plástico impiden el paso en la ciudad china de Wuhan, epicentro de la epidemia de coronavirus.

La urbe de 11 millones de habitantes fue confinada el 23 de febrero para tratar de frenar la propagación del coronavirus en el país más poblado del planeta.

Las restricciones se han ido retirando poco a poco,
pero todavía permanecen imponentes barreras de plástico amarillo o azul, señal de que todavía no ha recuperado la normalidad.

Las barreras, erigidas para canalizar el paso de la gente y limitar su número, se han convertido en un desafío para muchos wuhaneses.

Miden en torno a 1,8 metros de altura y on demasiado altas para pasar por encima, por lo que muchos aprovechan cuando nadie mira para pasar por debajo o colarse por cualquier ranura.

En la calle Shanghai, un hombre logra colarse por el estrecho hueco que queda entre la fachada de un edificio y una barrera. Del otro lado, una mujer con una bolsa de la compra llena le ayuda a pasar levantando hacia ella un pedazo de plástico.

Los guardias sentados cerca ven lo que ocurre sin inmutarse.

A cuatro patas, un hombre de mediana edad repta por debajo de la barrera, mientras una mujer del otro lado, que lleva una bolsa con verduras, ayuda a levantar la barrera para que pueda pasar.

A la hora del almuerzo, un grupo de repartidores de comida esperan en sus motocicletas eléctricas estacionadas delante de una pequeña apertura en una fila de barreras.

Pronto, la mano de un empleado del restaurante asoma por la apertura… y les va entregando los pedidos.

“No es muy práctico. No sé cuándo van a mejorar las cosas”, lamenta uno de los repartidores.

Con el brote bajo control, las restricciones se han ido retirando en Wuhan para permitir que la gente pueda regresar a la ciudad, pero en muchos barrios residenciales nadie podrá salir hasta el 8 de abril.