Muchos activistas huyeron de China después de la masacre de Tiananmen, pero siguen apoyando a disidentes desde afuera. Pekín intensifica su ofensiva contra la sociedad civil y el movimiento enfrenta nuevos desafíos.

El 4 de junio de 1989, tanques avanzaron por las calles de Pekín para aplacar las protestas pacíficas en la céntrica plaza de Tiananmen. Estudiantes y otros residentes habían estado exigiendo reformas democráticas durante semanas. A fines de abril, decenas de miles de ciudadanos de la capital se solidarizaron a través de protestas callejeras con alrededor de 100.000 estudiantes. El movimiento de protesta también se extendió a muchas otras ciudades en China.

Algunos de los líderes estudiantiles todavía recuerdan cada detalle de la noche del 3 al 4 de junio, cuando los líderes del partido decidieron resolver la situación con violencia. “Era como estar en un campo de batalla”, dice el exlíder estudiantil Zhou Fengsuo en una conferencia en Taiwán.

“La valiente resistencia de muchos ciudadanos de Pekín permitió la retirada pacífica de la plaza de la mayoría de los estudiantes”, apunta frente a DW. La cifra de víctimas que dejó la operación militar es incierta.

Según un reciente trabajo sobre la historia de la República Popular China del historiador berlinés Klaus Mühlhahn, cientos de personas murieron en el avance del ejército y el violento desalojo de la plaza, y miles resultaron heridas.

Los que sobrevivieron no estaban todavía seguros. El gobierno chino hizo todo lo posible para detener a los líderes estudiantiles en particular. Muchos huyeron al extranjero, sobre todo a Estados Unidos y Francia. Los menos afortunados terminaron en prisión por varios años antes de que China aceptara liberarlos debido a la presión internacional.

Agence France-Presse
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Apoyo desde el extranjero

Tan pronto como llegaron al extranjero, algunos estudiantes fundaron organizaciones para presionar más a China y apoyar a la sociedad civil en el país, por ejemplo, la Federación Independiente de Estudiantes y Becarios Chinos (IFCSS). La IFCSS presionó exitosamente en Estados Unidos y esto condujo a la creación de una ley en 1992, que les otorgó a los estudiantes chinos que ingresaron a Estados Unidos entre el 5 de junio de 1989 y el 11 de abril de 1990 un derecho permanente de residencia en el país.

Zhou creó la organización no gubernamental China Humanitaria en 2007. “Además de esforzarse por mantener la fe en la democracia del movimiento del 4 de junio, estas organizaciones fueron importantes para sacar a los disidentes chinos del país y apoyarlos en sus nuevos hogares”, cuenta a DW.

Del mismo modo, Wang Dan, uno de los manifestantes de Tiananmen, fundó en 2007 el think tank Dialogue China, con sede en Washington. Wang dijo a DW que a lo largo de los años el movimiento prodemocracia en el extranjero ha documentado las violaciones de los derechos humanos en China y las ha compartido con la comunidad internacional.

“Como la mayoría de los activistas estudiantiles de Tiananmen ya no viven en China, no pueden ser realmente los líderes del movimiento prodemocracia en el país. A cambio, tenemos que prestar apoyo a los movimientos locales”, explica Wang.

Estos esfuerzos internacionales ayudaron a los activistas locales a organizar manifestaciones prodemocracia a gran escala en toda China en 2011,
en las que los manifestantes exigieron justicia y un trato justo del gobierno chino.

Influencia debilitada

El ascenso de China y los estrechos lazos económicos del país con Estados Unidos han debilitado la influencia de los disidentes, apunta Zhou. “La interacción bilateral creciente entre Estados Unidos y China ha llevado a que muchos grupos extranjeros prodemocracia pierdan el apoyo de los chinos que también están afuera”, dice.

Esto se refleja sobre todo en el hecho de que las donaciones fluyen cada vez menos. Muchos chinos de la generación de Tiananmen se hicieron ricos durante el auge económico de China. No quieren enfrentarse al liderazgo comunista del país y hacen menos donaciones a los disidentes en el extranjero que antes.

Estos necesitan más recursos. El gobierno chino ha agudizado la censura y la persecución de la sociedad civil en los últimos años.

El exlíder estudiantil Shao Jiang, que hace investigaciones en el Centro de Estudios de la Democracia de la Universidad de Westminster, cree que los grupos prodemocracia deben reorganizarse para que no pierdan importancia. “Dado que los activistas de la democracia tienen poca influencia sobre los políticos occidentales, deben unirse al movimiento global contra la expansión de China”, dice. Y opina que los disidentes chinos en China deberían enfocarse en oponerse a las ambiciones económicas y políticas de China en el exterior y apoyar la democracia fuera de China.

Pero Zhou no ha perdido la esperanza todavía. Cree en los valores del 4 de junio y quiere tener éxito nuevamente con ideas creativas. “Pienso que deberíamos seguir creyendo que la historia estará de nuestro lado”.