La limpieza étnica de la minoría musulmana “continúa” en Birmania, denunció el martes el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, con una campaña de “terror y de hambre organizada” destinada hacerlos huir hacia Bangladés.

“La limpieza étnica de los rohinyás de Birmania continúa”, afirmó en un comunicado Andrew Gilmour, subsecretario general de derechos humanos de la ONU, más de seis meses después del inicio de la crisis.

Una campaña del ejército birmano provocó el éxodo de casi 700.000 musulmanes rohinyás desde agosto y otros cientos siguen cruzando la frontera con Bangladés cada semana.

“El gobierno birmano no deja de repetir al mundo que está listo para el regreso de los rohinyás, pero al mismo tiempo las fuerzas de seguridad siguen haciéndolos partir a Bangladés”, agrega Gilmour, denunciando el papel central del ejército y la inacción del ejecutivo.

El ejército birmano insiste en que la operación militar fue provocada por los ataques a finales de agosto de 2017 de rebeldes rohinyás que califica de “terroristas”.

La premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, que encabeza el gobierno civil en el poder desde 2016 tras décadas de dictadura militar, es acusada de mantener el statu quo ante el ejército y la opinión pública birmana.

Nacionalismo budista

Influenciados por un fuerte nacionalismo budista, una mayoría de birmanos considera a los rohinyás como extranjeros y los ve como una amenaza para el predominio budista del país.

El jefe adjunto del ejército, el general Soe Win, recibió el lunes en Naypyidaw, la capital administrativa, al representante especial de la Unión Europea para los derechos humanos, Stavros Lambrinidis.

El general “reiteró que el gobierno está listo para acoger” a los refugiados, pero reconoce que “ninguno regresó todavía, ya sea en grupo o individualmente”, afirmó el martes el ejército al tiempo que publicó en Facebook fotografías del encuentro.

El acceso a la zona de conflicto, en torno a la ciudad de Maungdaw, en el norte del estado de Rakáin, sigue estando prohibido a periodistas y diplomáticos, salvo los viajes de un día organizados con cuentagotas por el ejército. Solo la Cruz Roja Internacional (CICR) tiene libre acceso a la zona.

En estas condiciones, resulta extremadamente difícil comprobar las acusaciones de los refugiados rohinyás en Bangladés, que hablan de torturas, decapitaciones y otras atrocidades.

“Rohinyás recién llegados a Cox’s Bazar proporcionaron testimonios creíbles de que continúan los asesinatos, violaciones, torturas, secuestros y hambruna organizada”, considera no obstante el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

Los nuevos refugiados llegan ahora desde zonas más remotas que Maungdaw, epicentro de la violencia “vaciado” de su población rohinyá.

Gilmour se preocupa por la suerte de los cientos de miles de personas que se hacinan en campamentos improvisados cuando se acerca el monzón.

“Tras haber sufrido tanto por un desastre infligido por el hombre en Birmania, tememos que se agregue una catástrofe natural por las fuertes lluvias, corrimientos de tierra e inundaciones”, advirtió.

A la ONU le preocupa también una eventual epidemia de cólera en estos campamentos gigantes con malas condiciones sanitarias.