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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Perú enfrenta más de 500 derrames de petróleo desde el 2000, con el reciente desastre en Talara como ejemplo de una crisis ambiental que afecta a ecosistemas y comunidades. El derrame en Las Capullanas, causado por una fuga en la refinería de Petroperú, ha devastado las playas y la economía local, generando cancelaciones en el turismo y la pesca. A pesar de la declaración de emergencia ambiental por el gobierno, hay críticas por la falta de transparencia y las respuestas insuficientes. Con un patrón de desastres petroleros recurrentes, se evidencia la falta de estándares de seguridad y la obsolescencia en la infraestructura. La biodiversidad marina y los medios de vida de las comunidades están en riesgo, mientras las soluciones se ven lejanas para aquellos afectados, como el pescador Martín Pazos que lamenta: “Nuestras playas han sido destruidas”.

El caso más reciente ocurrió el pasado 20 diciembre, a vísperas de la Navidad, en la playa Las Capullanas, al norte del país. Miles de familias ya ven sus vidas afectadas, además la pesca, el turismo y la biodiversidad han quedado devastados.

El pasado 21 de diciembre, Martín Pazos, pescador desde hace más de 30 años en el distrito de Lobitos, en Piura, región ubicada al norte del Perú, llegó a la playa Las Capullanas para realizar su faena diaria. Su oficio, que ha sostenido a su familia durante décadas, depende de la riqueza de las aguas. Sin embargo, lo que encontró esa mañana fue devastador: una densa capa de petróleo cubría la superficie del mar y las arenas de su playa.

“Esto es una contaminación total para todo el norte del Perú. Aquí donde antes había langosta, pulpo y cangrejos, hoy está todo muerto. Nuestras playas han sido destruidas“, señala Pazos a BioBioChile, mientras se lamenta por las huellas del desastre.

El derrame, producido por una fuga en las maniobras de embarque de hidrocarburos realizadas en la refinería de Talara, administrada por Petroperú, afectó al menos cinco playas de la zona, según reportó el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA).

La emergencia, que ha contaminado más de 10.000 metros cuadrados del litoral, ya se perfila como otro de los numerosos desastres ecológicos que han azotado al país en los últimos años.
Según las cifras oficiales, el Perú ha enfrentado más de 500 derrames de petróleo desde el año 2000, lo que ya generó una crisis ambiental que afecta tanto a los ecosistemas como a las comunidades que dependen de ellos.

En las imágenes, los de
Municipalidad Distrital de Lobitos

El impacto en Talara

El OEFA confirmó que el crudo vertido impactó directamente en las playas Las Capullanas, El Anchón, La Palizada y La Bola. Las impactantes imágenes de animales marinos como cangrejos, caballitos de mar y aves cubiertos de petróleo grafican el desastre ambiental.

La decana de la Facultad de Biología Marina e Ingeniería Acuícola de la Universidad Científica del Sur, Nathaly Vargas, ya advirtió que el daño no solo afecta la superficie marina, sino también el fondo marino, comprometiendo a largo plazo los ecosistemas locales.

El derrame de petróleo ha golpeado severamente la economía de Talara, según conoció BioBioChile tras contactar con empresarios de la zona. El sector turístico, que tradicionalmente atrae a miles de visitantes durante las fiestas de fin de año, viene sufriendo cancelaciones masivas de reservas.

Una trabajadora del sector hotelero declaró que, en condiciones normales, las playas estarían llenas de surfistas y turistas por la celebración de Año Nuevo. “Ahora no hay nadie. Nos han cancelado muchas reservaciones, y los hoteles y restaurantes están vacíos”, comentó a BioBioChile.

A esto se suma la suspensión de la pesca en la zona, lo que ha dejado a unos 300 pescadores sin ingresos, según informó el jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), Juan Carlos Urcariegui.

Respuestas oficiales y críticas

El gobierno peruano ya declaró el estado de emergencia ambiental en las playas afectadas, incluidas Las Capullanas, San Pedro, Punta Malacas, Baterías, Peña Negra y Cabo Blanco, por un período de 90 días.

Esta medida, anunciada el 27 de diciembre, busca coordinar acciones inmediatas entre al menos 10 organismos estatales para mitigar los daños.

Según el ministro de Energía y Minas, Jorge Luis Montero, se movilizaron más de 350 trabajadores para realizar labores de limpieza, mientras que el OEFA monitorea las playas y el mar en busca de restos de petróleo.

Las autoridades, en tanto, enfrentan críticas por la gestión del derrame. La exministra del Ambiente, Albina Ruiz, cuestionó la falta de transparencia y la demora en los informes sobre el impacto real del desastre.

“El público requiere saber qué playas han sido contaminadas y cuáles no son aptas para bañistas. Aún no se sabe con claridad la cantidad de crudo derramado”, declaró a Canal N.

El gerente general de Petroperú, Óscar Vera, minimizó la magnitud del incidente al afirmar que se trataba de una fuga menor y que las playas ya habían sido limpiadas al 100 %. Sin embargo, los informes del OEFA contradicen su versión, pues advierten que el petróleo sigue extendiéndose a otras áreas del litoral.

Las declaraciones de Vera también generaron rechazo en los pescadores y autoridades locales, tras asegurar que el agua “está totalmente limpia y cristalina”.

Por su parte, el alcalde provincial de Talara, Sigifredo Zárate, exigió una indemnización para los afectados. “Tiene que haber un empadronamiento de los pescadores y compensaciones justas para quienes han perdido su fuente de ingresos”, enfatizó.

Un patrón de desastres

El derrame en Talara es solo el último de una serie de incidentes petroleros que han marcado al país en los últimos años. En enero de 2022, se registró el derrame más grande en la historia reciente del país, cuando 12.000 barriles de petróleo fueron vertidos en el mar de Ventanilla durante maniobras en la refinería La Pampilla, operada por Repsol. Este desastre afectó más de 140 kilómetros cuadrados de litoral, contaminó áreas protegidas y dejó severas pérdidas para pescadores y comunidades costeras.

En la Amazonía, el Oleoducto Norperuano se ha convertido en un símbolo de las recurrentes fallas en la infraestructura petrolera. Desde su construcción, este oleoducto ha sido escenario de numerosos derrames, varios de ellos atribuidos a actos de sabotaje, pero también a problemas de mantenimiento.

En junio de 2020, un derrame en la Reserva Nacional Pacaya Samiria contaminó ríos y tierras indígenas, afectando a comunidades que dependen de los recursos naturales para su sustento. Similarmente, el derrame en el Lote 192, ocurrido en 2019, impactó directamente a las comunidades Achuar en Loreto.

Impactos acumulativos

El daño acumulativo de estos desastres petroleros es incalculable. La biodiversidad marina y terrestre ha sufrido pérdidas irreparables, y los medios de vida de miles de familias han sido destruidos.

Daniel Olivares, vicepresidente de Oceana Perú y excongresista de la República, destacó que estos incidentes son cada vez más frecuentes debido a la falta de estándares adecuados de seguridad y la obsolescencia de la infraestructura petrolera.

“Lo que no ha estado tan bien es la respuesta del operador, en este caso Petroperú, que ha minimizado lo ocurrido diciendo que es un evento menor”, señaló Olivares en referencia a lo ocurrido en Las Capullanas.

Municipalidad Distrital de Lobitos

Mientras tanto, el gobierno peruano ha prometido reforzar las acciones de mitigación y remediación, pero las comunidades afectadas y los gremios pesqueros temen que las soluciones lleguen demasiado tarde.

El alcalde de Lobitos, Ricardo Bancayán, ya expresó su preocupación por el impacto a largo plazo: “Ya no solo es el daño ambiental, sino el daño económico. Nuestra biodiversidad marina está destruida y esto afecta todo lo que habíamos proyectado para un verano saludable”.

Con más de 500 derrames registrados desde el 2000, el Perú enfrenta una crisis ambiental que parece no encontrar solución. Talara, que se preparaba para recibir a miles de turistas, hoy enfrenta un escenario crítico, con playas contaminadas, pescadores sin sustento y una biodiversidad marina en riesgo. En medio de todo, Martín Pazos mira las olas y reitera: “Nuestras playas han sido destruidas”.