Pedro Castillo juró como presidente de Perú juró para el cargo que deberá ejercer hasta 2026, como culminación de una reñida carrera presidencial. Entre uno de sus primeros anuncios, afirmó que no gobernaría desde la Casa de Pizarro, el palacio presidencial, cediendo el recinto para ser usado como un museo por el nuevo Ministerio de las Culturas.

En su alocución, juró “por un nuevo Perú y una nueva Constitución”, tras lo cual se entonó el himno nacional, reportó la radio local RPP.

Durante su primer mensaje al Congreso, el nuevo mandatario comenzó “saludando a mis hermanos ronderos, a mis hermanos quechuas, a los aymaras”, recordando que la fecha coincide con el bicentenario del país.

Recordó, sin embargo, que “la independencia del Virreynato del Perú no trajo consigo una mejora real para la mayoría de los peruanos”, y que los pueblos originarios siguieron siendo explotados.

Al lugar acudió junto a su esposa, Lilia Paredes, vistiendo su tradicional sombrero de paja y un terno con motivos indígenas, uno de sus sellos que recordó en su discurso afirmando que “es la primera vez que el Perú será gobernado por un campesino”.

Entre sus prioridades, defendió que “nuestra principal tarea es continuar la lucha contra la COVID-19. No quiero dejar de recordar a los tantos peruanos y peruanas que ya no están con nosotros. Honraremos su memoria”. En la instancia prometió también escuchar a la ciencia para afrontar la pandemia.

Además, prometió cambios pero respetando la propiedad privada, afirmando que es “totalmente falso” que proyectan expropiar propiedades, priorizando el “orden y la predictibilidad” en la economía.

Entre los invitados a la ceremonia se incluyen a los presidentes de Argentina, Alberto Fernández; Bolivia, Luis Arce; Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque, y Ecuador, Guillermo Lasso, así como el rey de España, Felipe VI.

Momento crítico

Castillo asume la presidencia en un momento crítico para el Perú, asolado por la crisis sanitaria y económica desatada por la pandemia de covid-19 y en medio de una enorme polarización e inestabilidad política.

El profesor recibe al país con mayor mortalidad por coronavirus per cápita, con cerca de 200.000 fallecidos, y una economía que pugna por recuperarse tras contraerse un 11,8 % en 2020.

El triunfo de este maestro rural de 51 años en las elecciones presidenciales, que se disputaron en dos vueltas el 11 de abril y el 6 de junio, llegó como una sorpresa para muchísimos peruanos y sobre todo ha sido un varapalo para los poderes establecidos y la política tradicional del país andino.

Perú, que esta jornada conmemora también los 200 años de su independencia, tiene en Castillo por vez primera un jefe de Estado procedente del campo andino, ajeno a sus élites políticas y centros de poder, muy inquietas ante su irrupción.

Se espera que en las próximas horas el nuevo presidente, cuyo hermetismo en estas últimas semanas ha sido absoluto, anuncie su gabinete y confirme cuales serán las primeras líneas de acción de su mandato.

Durante la campaña, Castillo enfatizó en la necesidad de que el Estado peruano tenga una mayor intervención en la economía e insistió en impulsar la creación de una Asamblea Constituyente para crear una nueva Constitución, propuestas que generan una amplia controversia en el país.

Las últimas encuestas señalan que Castillo es visto por los peruanos con una mezcla de esperanza (34%), incertidumbre (29%), confianza (16%) y miedo (15%).

Hostilidad opositora

Castillo asume el mando también con la certeza de que no tendrá “luna de miel” entre sus opositores, que ya desde la noche del 6 de junio, cuando se empezó a vislumbrar su triunfo sobre la candidata derechista Keiko Fujimori, comenzaron a sembrar dudas sobre su legitimidad y su victoria.

Fujimori denunció durante semanas, sin pruebas fehacientes, la existencia de un “fraude” cometido a manos de Castillo y su partido, Perú Libre.

Ese “fraude” es inexistente para la Justicia peruana y para la comunidad internacional, pero dilató por mes y medio la proclamación de Castillo con más de un millar de demandas y recursos legales sin sustento.

Desde sectores de la derecha política y mediática se llegó a instar incluso a las Fuerzas Armadas a rechazar al mandatario y dejar la presidencia del Perú en manos del presidente del Congreso, lo que en la práctica hubiera sido un golpe de Estado.