En los últimos 18 meses Arbay Mahad Qasim vio morir de hambre a dos de sus hijos, víctimas de la interminable sequía que azota a Somalia. La situación se agrava y esta madre lucha ahora por salvar a su hija Ifrah.

La mujer, de unos 20 años, no esperó cuando vio el cuerpo de su niña de dos años comenzar a hincharse, un síntoma desnutrición severa. Se dirigió de inmediato a la capital, Mogadiscio, a un día en auto desde su pueblo, Afgooy Jiido.

Al llegar al hospital para niños Banadir, se encontró con decenas de familias en la misma situación. Algunos caminaron durante varios días para intentar salvar a sus hijos.

Desde hace meses, Somalia está sumida en una grave crisis alimentaria provocada por una sequía de una magnitud que no se veía desde hace al menos 40 años, y que también afecta a las vecinas Etiopía y Kenia.

Las organizaciones humanitarias siguen advirtiendo del riesgo, cada vez más real, de hambruna en la región.

Las últimas cuatro temporadas de lluvias desde finales de 2020 han sido insuficientes y hoy 7,1 millones de somalíes, casi la mitad de la población, pasan hambre, de los que 213.000 atraviesan una situación muy crítica, según la ONU.

Hospital desbordado

En los últimos meses, cientos de miles de somalíes -que viven principalmente de la ganadería y la agricultura- han tenido que abandonar sus pueblos tras quedarse sin recursos.

“No hubo cosecha, perdimos nuestro ganado y el río se secó”, explica Khadija Mohamed Hassan, que llevó al hospital a su hijo Bilal, de 14 meses.

“Tengo 45 años y nunca en mi vida he visto una sequía tan devastadora”, dice.

Los empleados del hospital Banadir están desbordados.

Según la doctora Hafsa Mohamed Hasan la sequía ha triplicado el número de pacientes que llegan por desnutrición. Algunos días, no hay suficientes camas para acoger a todos los enfermos.

“Los casos que recibimos incluyen niños con complicaciones (causadas por la desnutrición), como el sarampión agudo, y otros que están en coma debido a la desnutrición severa”, dice.

Para Bishar Osman Husein, de la ONG Concern Worldwide, que apoya al Hospital de Banadir desde 2017, la situación se agrava peligrosamente.

“Entre enero y junio, el número de niños ingresados en el centro de estabilización del hospital de Banadir con desnutrición grave y otras complicaciones aumentó de 120 a 230 por mes”, explica.

“No podemos esperar más”

Todo el mundo teme que la próxima temporada de lluvias, en octubre-noviembre, vuelva a ser mala, lo que empeoraría la situación en este inestable país.

Somalia lleva 15 años asolada por la insurgencia islamista de los ‘shebab’, cuya presencia en amplias zonas rurales del país limita el acceso de la población a la ayuda humanitaria.

La guerra en Ucrania también está teniendo un impacto dramático en la vida de los somalíes, que han visto dispararse los precios de los alimentos.

Y con la atención mundial centrada en Ucrania, las organizaciones humanitarias tienen dificultades para recaudar fondos.

Han recaudado apenas 18% de los 1.500 millones de dólares que se estiman necesarios para evitar que se repita la hambruna de 2011, que mató a 260.000 personas, la mitad de ellas niños menores de seis años.

“No podemos esperar a que se declare la hambruna para actuar”, dijo el lunes El-Khidir Daloum, director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Somalia.

El recién elegido presidente Hassan Sheikh Mohamud visitó la semana pasada un campo de desplazados cerca de Baidoa, en el suroeste del país.

“Cualquiera que tenga hoy un plato de comida en su mesa debería pensar en el niño que está llorando en algún lugar a causa del hambre y ayudarle en lo que pueda”, instó.

En el hospital de Banadir, Khadija Mohamed Hassan cuida de su frágil Bilal y mantiene la esperanza. “Llevamos 13 días aquí, ahora parece estar mejor”.