Hasta la pandemia de coronavirus, la economía de Estados Unidos tenía varios indicadores positivos, empezando por el empleo en niveles mínimos históricos.

Era, entonces, el principal argumento electoral del presidente Donald Trump, que busca un segundo mandato.

Pero el covid-19 llevó al país a una profunda crisis económica y social; y sacudió el tablero económico de la actual administración.

Desempleo

Cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca en enero de 2017, el desempleo estaba en un nivel ya bajo de 4,7%.

Durante su investidura en enero de 2009, su predecesor Barack Obama heredaba un desempleo de 9,8% tras la crisis financiera derivada de los créditos hipotecarios basura en 2008.

Cuatro años más tarde, cuando el demócrata inauguró su segundo mandato, la cifra de personas sin empleo había bajado y el guarismo se ubicaba en 6,6%.

El desempleo siguió bajando hasta la pandemia para alcanzar en setiembre de 2019 su nivel más bajo en 50 años: 3,5%.

Hasta febrero pasado quedó en 3,6%.

En un esfuerzo por contener el virus la población fue confinada, las escuelas cerradas y los comercios no esenciales dejaron de abrir sus puertas. El transporte aéreo fue drásticamente recortado.

Resultado: el desempleo subió a 4,4% en marzo pasado y luego alcanzó su máximo histórico de 14,7% el mes siguiente.

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De mínimos a máximos en menos de un año.

Desde mayo, la cifra comenzó a bajar y se ubicaba en 7,9% a fines de setiembre.

En 2018 y 2019 la economía estadounidense creó cada mes una media respectiva de 193.000 y 175.000 empleos, frente a 226.000 y 195.000 en 2015 y 2016, los dos últimos años del mandato de Obama.

Crecimiento y recesión

Trump llegó a la Casa Blanca con una economía saneada.

Pero antes de la pandemia, el gobierno de Trump también dinamizó el crecimiento en medio de una coyuntura mundial más bien favorable y sobre todo una sólida confianza de los consumidores estadounidenses.

En 2017, el crecimiento alcanzó 2,3% frente a 1,6% en 2016, último año de Obama en la Casa Blanca.

En 2018 el PIB se expandió 2,9% y en 2019 2,3%, cifras muy superiores a las de otros países industrializados.

Pero con la pandemia Estados Unidos entró en recesión en el segundo trimestre y aunque la economía se recupera a medida que muchas actividades abren, el crecimiento sigue siendo inferior al registrado en 2019.

Déficit y deuda

La reforma fiscal adoptada en 2017, la más importante en 30 años, redujo impuestos al ingreso de los más ricos y bajó impuestos sobre empresas de 35% a 21%.

Estas medidas alentaron el crecimiento en 2018 pero también alimentaron la deuda y el déficit fiscal, que creció 26% en el ejercicio 2019 para rozar el billón de dólares.

Con el coronavirus, el déficit se disparó a un nivel histórico en 2020 tras los gastos para contener el impacto económico de la pandemia, y supera los 3 billones de dólares, un récord absoluto.

También la deuda creció, a 26,9 billones de dólares en el ejercicio fiscal 2020 que terminó en setiembre.

Plan de ayuda urgente

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A fines de marzo, republicanos y demócratas votaron el “Cares act”, una ley que comprendió un plan de ayuda de emergencia de 2,2 billones de dólares, el mayor adoptado en la historia del país.

Un cheque de 1.200 dólares llegó a muchos estadounidenses, además de ayudas por desempleo generosas de 600 dólares semanales, y también apoyo a empresas para limitar despidos.

A fines de abril el Congreso amplió el plan en casi medio billón de dólares.

Pero a fines de julio estas ayudas comenzaron a desvanecerse, expiraron, y hasta ahora los políticos no han logrado un acuerdo para un nuevo plan, muy pedido por los mercados y los economistas.

La Fed

La Reserva Federal y su presidente, Jerome Powell, fueron muchas veces blanco del presidente Trump, que los acusaba de haber frenado la economía al subir tasas de interés en 2018.

Pero ante la amplitud de la crisis provocada por la pandemia, la Fed llevó sus tasas de referencia a niveles mínimos que se ubican actualmente entre 0 y 0,25% al año.

También implementó programas para inyectar dinero en la economía y asegurar el flujo de fondos de los bancos a las empresas.