Los niños cuyo cerebro crece más rápido que la media durante su primer año de vida tienen más posibilidades de ser diagnosticados de autismo a los dos años, según un estudio publicado en la revista científica Nature.
Un equipo de investigadores realizó tomografías del cerebro de 106 bebés que tenían un hermano o una hermana aquejados de problemas relacionados con el autismo -de ahí que se les considerara a ellos también bajo riesgo de estar afectados-, así como de 42 bebés sin casos de autismo en la familia. Los escáneres fueron efectuados entre los 6 meses y el segundo año de vida de cada niño.
Entre los niños del grupo clasificado de alto riesgo, que fueron después diagnosticados con autismo, la superficie del córtex (la capa superficial del cerebro) creció más rápido que en los otros niños, según estos investigadores, con sede en Estados Unidos y Canadá.
Este crecimiento más intenso de la superficie del córtex cerebral se tradujo después en un crecimiento mayor del volumen total del cerebro de los niños clasificados como de alto riesgo durante su segundo año, la edad en la que aparecen generalmente los problemas de desarrollo e integración social.
El hecho de que los niños autistas tengan a menudo un cerebro más voluminoso que la media ya ha sido señalado en el pasado. Pero el momento en el que esta diferencia aparece y la relación con la manifestación de los síntomas del autismo no se ha establecido aún.
El estudio deberá ser repetido a mayor escala, para determinar si este indicador del crecimiento del tamaño del cerebro puede ser considerado como una herramienta clínica de detección precoz entre la población de alto riesgo de padecer autismo.
Tampoco se sabe si estas diferencias cerebrales son específicas del autismo o pueden responder a otros problemas del desarrollo neurológico, según el equipo, dirigido por Heather Hazlett, del departamento de psiquiatría de la Universidad de Carolina del Norte.
Se considera que una de cada cien personas está afectada por este problema del desarrollo neurológico precoz que se caracteriza, a niveles diferentes, por problemas de comunicación, del interés o de actividades obsesivas, comportamientos de carácter repetitivo, así como una fuerte resistencia al cambio.
Estos problemas pueden atenuarse con un tratamiento precoz adecuado, de ahí la importancia de establecer un diagnóstico lo antes posible.